Los ángeles grises del Claudio Vicuña
Las Damas de Gris comenzaron su voluntariado en 1996 en el hospital de San Antonio. Provienen de distintas parroquias de la zona y dan "ayuda espiritual" a los enfermos internados en el recinto asistencial.
Al menos 10 mil pacientes se atienden mensualmente en el hospital Claudio Vicuña de San Antonio. Esta cifra solo considera a los usuarios que ingresan al Servicio de Urgencia, no a quienes van a controles periódicos, operaciones y otras intervenciones.
Una enorme cantidad de personas se va para la casa en corto tiempo. Otros, en cambio, solo tienen dos opciones: resistir o morir. Están graves y no hay vuelta atrás.
Pero cuando ya todo parece perdido, una tropa de ángeles desciende sobre el centro asistencial. Se hacen llamar Las Damas de Gris. Aunque el color no suele significar cosas positivas, sino que tristeza y amargura, ellas transmiten todo lo contrario: paz y tranquilidad.
El ángel jefe se oculta bajo la piel de Delia Zavala, quien evita el título de presidenta. Ella se considera simplemente como "encargada del voluntariado".
Comenzó a trabajar al interior del recinto "sin fines de lucro y solo por las gracias" en 1996, cuando se constituyó la agrupación. Desde entonces ha tratado de enseñar todo lo que sabe a quienes se sumaron después a la noble tarea.
Ninguna tiene el poder de curar quirúrgicamente, pero sí de sanar el alma poco antes de la muerte.
En sus manos, el rosario y una cruz parecen ser los mejores medicamentos ante los ojos de quienes creen profundamente en Dios o en quienes se acercan a él cuando el mal acecha.
Tienen el corazón fuerte. Han visto tantas desgracias como alegrías. A algunos pacientes no los han visto nunca más. Salieron caminando y solo el creador sabe dónde están hoy. Otros, se convirtieron en cadáveres, pero quedaron vivos para siempre en el recuerdo de sus familiares y amigos.
Este martes 5 de diciembre se conmemoró un nuevo Día Internacional del Voluntariado. El 17 de diciembre de 1985 la Asamblea General de Naciones Unidas estableció esa fecha para honrar a quienes exponen su salud física, mental e incluso su vida al servicio de los demás.
Las Damas de Gris del hospital Claudio Vicuña de San Antonio siguen el camino que comenzaron los bomberos y las voluntarias de la Cruz Roja, que hace más de 180 años han enviado ayuda humanitaria a zonas de guerra, hambruna o que son azotadas por pestes, enfermedades o catástrofes naturales.
Voluntariado
No es el único voluntariado en el centro asistencial. También están las Damas de Rojo, de Rosado y de Blanco. Todas, de alguna forma semejante, auxilian a quienes están padeciendo los peores días de su vida.
"Nadie viene al hospital a pasarlo bien. Llegan en los peores momentos, están enfermos o acompañando a un paciente bajo un nivel de ansiedad igual de terrible", cuenta Delia.
"Nuestra misión -prosigue- está con quienes quedan adentro, internados. Hay muchos que se van al rato, pero nosotros nos paseamos por todos los servicios para dar ayuda espiritual".
Las 26 mujeres de la agrupación forman parte de la pastoral del Obispado de Melipilla, que incluye a la provincia de San Antonio.
"Tenemos gente que viene de Cartagena, San Sebastián, Las Cruces, Barrancas y Llolleo. Nos reunimos una vez al mes para conversar lo que vamos a hacer. También tenemos nuestros retiros periódicamente para conversar de qué forma vamos a ayudar a los pacientes y sus familiares", revela.
Logros
Uno de sus principales logros ha sido el cementerio para nonatos. El 31 de agosto pasado se colocó la primera piedra.
El anhelo era que los niños que no alcanzaban a nacer tuvieran una sepultura digna, debido a que los fallecidos menores de 20 semanas no necesariamente eran retirados por sus familias y pasaban a la fosa común del camposanto del cerro Alegre.
Su trabajo es muy sencillo y pasa desapercibido muchas veces. Como ángeles, transitan silenciosamente por los pasillos y se ofrecen a rezar con quienes están internados o desesperados.
"De pronto hay gente con mucha angustia y les ayudamos. La inmensa mayoría solo quiere conversar, descargarse y tener a alguien con quien compartir por unos momentos", agrega Delia.
Están de lunes a viernes. No tienen una oficina fija. Tratan de hacer turnos para estar presentes en todo momento. El lunes estuvo Éster Martínez, quien también ingresó en 1996, y Cecilia Améstica, con más de una década de experiencia al interior del establecimiento asistencial. Fueron a rezar en el marco del Mes de María. A menos que tengan una reunión programada, encontrarlas juntas es complicado.
-¿Cómo se trabaja espiritualmente con los enfermos?
-Lo nuestro es paralelo a lo que dicen los médicos y las enfermeras, que siempre han sido muy buena gente con nosotras. Lo que hacemos es decirles a los pacientes que tengan confianza y que se entreguen a Dios.
-¿No se llevan las penas para la casa?
-Tratamos de que no sea así. Nosotros nos preparamos años antes. Esperamos que el próximo año podamos hacer un nuevo curso para que se integren más personas. Esto lo haremos en la parroquia de San Antonio.
Delia es enfática. Nunca jamás les ha pasado algo malo. "En algunos casos hay infecciones, hay cosas violentas, pero nunca nos ha pasado algo", resalta.
La clave de las mujeres está en evitar la depresión y en el respeto. "Cuando empezamos, ni se hablaba de la depresión como una enfermedad, pero lo era. Una persona después de unos días empieza a deprimirse, sobre todo cuando el diagnóstico es malo o incierto", confiesa.
-¿Y el respeto?
-Ese es un ejercicio que hacemos todos los días. No podemos obligar a nadie a creer en lo que no quiere o a cambiarse de religión. Siempre preguntamos y varias veces gente de otra creencia accede igual a orar con nosotros. Es algo que les da tranquilidad.
-¿Cuál es el efecto que ven en los pacientes?
-Vemos maravillas. No sé si son milagros, pero sí hay gente que se mejora, que le cambia el ánimo, a la que le nace la fe. Al final, sea como sea, mientras uno le dé alivio a quien sufre, está haciendo algo bueno. Y eso es lo que buscamos.