Raúl Abarca Pailamilla
Fernando Segura tiene 57 años y es uno de los tantos buenos artesanos que abundan en el Litoral de Los Poetas.
Se ubica algunas veces en la Playa Grande de Cartagena y cuenta que ya lo han "parteado" por no tener permiso. Él es uno de los tantos artistas que debe convivir al filo de la ilegalidad.
"El otro día vino Carabineros y los inspectores municipales para sacarme un parte porque no tengo permiso. Y claro que no tengo permiso, si no me alcanza la plata ni siquiera para mí. A veces yo creo que a las autoridades les falta un poco de comprensión", dice mirando uno de sus productos: un avión hecho a base de latas.
"Este avioncito, en el que ocupé como cinco latas, me demoré casi un día en hacerlo. ¿Sabe a cuánto lo vendo?", pregunta retóricamente.
"Lo vendo a cinco mil pesos. Quién vive con cinco mil pesos al día. ¡Nadie! A mí solo me alcanza para sobrevivir", dice angustiado y triste aunque confiesa que espera conseguir un permiso municipal.
La pena y la nostalgia se apoderan de este hombre, quien estudió dibujo técnico en arquitectura pero jamás se tituló.
"Cuando comencé a trabajar me di cuenta que no te pagaban lo que corresponde. Te pagaban el mínimo, así que no quise seguir. Me decepcioné, porque me parecía que era injusto", recuerda.
Regalo de mamá
A Fernando se le hacen difíciles estas fechas. Sabe que la Navidad es un día para compartir en familia y regalar amor a los suyos, pero para él esto solo es una frase muy lejana a su realidad.
"Tengo tres hijos. Dos mujeres, con una esposa, y un hombre, con otra. Con una de las niñas tengo problemas, mientras que con la otra me llevo mejor. Mi hijo, a quien crié, lo extraño, lo echo de menos", dice con sus ojos anegados de lágrimas.
Fernando cuenta que su retoño "es muy inteligente. Está estudiando en Santiago enfermería y le va muy bien. No viene mucho a verme y lo extraño. Me gustaría pasar más tiempo con él".
"Vivo hace ocho años en Cartagena. Me vine de Santiago por un tema de salud. Soy alérgico y allá estaba muy mal. Aquí estoy mejor, pero tengo problemas a la espalda, una discopatía. Me duele hasta cuando estoy sentado", dice mientras fabrica una olla a presión con latas de bebidas.
"Una vez mi mamá me regaló una olla a presión hecha con latas, pero más burda. Me dijo algún día te puede servir y aquí estoy. Eso sí yo le aplico mi conocimiento. Hago planos para calcular cuantas latas utilizaré. A mi mamá le debo esto y siempre le estaré agradecido porque esto me ayuda a sobrevivir", remató emocionado.
1.500 pesos cuesta una olla a presión o tetera; 5.000 la avioneta y 10.000 el camión.
2018 entre marzo o abril está programado poner la primera piedra de esta obra.