La férrea y cristiana lucha contra el cáncer que libra el cura "Chocolito"
El querido párroco de Santo Domingo habló de sus diarios desafíos, de la venida del Papa Francisco y de la pena que aún lo acompaña desde 2015 cuando participó en un fatal accidente.
A mediados del presente año, el párroco de Santo Domingo, Ricardo Reyes Cabezas, fue sometido a una operación de colon debido al cáncer que le había sido detectado. Hoy, a sus 78 años, el querido cura "Chocolito" ha enfrentado con mucha fuerza y una potente fe cristiana este desafío que se ha cruzado en su camino.
Reyes, que el pasado 17 de diciembre cumplió 55 años de sacerdocio, parece inextinguible. Se le puede ver caminando rápido y seguro por las calles de la comuna parque; en otra época los sanantoninos lo observaban pasar arriba de la clásica motoneta en la que salía a realizar sus trámites. Son esos unos tiempos distintos y el cuerpo ha cambiado, pero en su alma sigue intacto ese amor por Dios que, cuando era sólo un adolescente, transformó su existencia. Padre "Chocolito" hay para rato.
Los últimos años han sido muy complicados para su salud, pero él dice que tiene la capacidad para sobreponerse a los males físicos.
"Aparentemente parezco lauchita, pero llevo 13 operaciones en mi vida; la última fue este año para sacarme un tumor y ahora debo ir cada tres meses para que me hagan un chequeo y ver si sigue el daño adentro, aunque según los médicos no habría problemas. He tenido complicaciones de salud pero yo sigo haciendo igual mi trabajo. Me cuesta, pero lo sacamos adelante", dice.
El curita suma intervenciones médicas por apendicitis, hernias, sinusitis, problemas visuales y la última que fue la del colon. "El corazón no me lo han tocado", aclara.
Cuenta que el cáncer que afecta a su colon se encuentra encapsulado y que, por lo mismo, no debería generarle nuevas afecciones. "Me sacaron la parte derecha del colon y funciono bien", señala.
Es que Reyes es hombre de mil batallas, de esos que le ponen el pecho a las balas y nada los perturba cuando de luchar se trata.
La pena
Al oír sus palabras queda claro que uno de sus grandes dolores no es del cuerpo, sino que está alojado en su corazón y en la memoria imborrable. "He tenido algunos accidentes; todavía me da tanta pena ese en que murió el hombre que guiaba los caballos en la Fiesta de Cuasimodo y cuya hija está en estado vegetal; eso siempre me trae tanta pena porque siento que pude estar ahí (como víctima), yo me escapé pero ella quedó debajo de los caballos y ha pasado todo esto".
El sacerdote se refiere a los hechos ocurridos el 12 de abril de 2015 cuando el carruaje en que viajaban él y otros fieles participantes de la celebración de Cuasimodo cayó a una quebrada y eso terminó con la vida de José Francisco Araos Vera y dejó en grave estado a su pequeña hija Sofía.
"Estoy bien, en general, ya no como el 'Chocolito' de antes, que corría de un lugar a otro, pero uno se va acostumbrando, antes jugaba fútbol pero ahora paso por el lado de la pelota nomás", admite con gracia.
Y aunque recalca que no le gustaría morir de cáncer, el padre "Chocolito" recurre a ese antiguo adagio que señala que de algo hay que morirse.
"La muerte es así y vamos para allá, ya hemos recorrido bastante y cuando uno pasa los años, se va cansando en la vida y, aunque se haga todo el esfuerzo, no se puede hacer lo que hacía antes. Y al mismo tiempo uno va pensando que se acerca (la muerte) y que hay que recordar mucho que después de esta vida hay otra y debemos estar bien preparados para cuando llegue el llamado del Señor", confiesa.
La pena
Al conversar de sus 55 años como sacerdote, gran parte ellos como párroco en iglesias de la provincia de San Antonio, Ricardo Reyes manifiesta su alegría porque siente que "todo ha sido muy positivo".
Recuerda que fue párroco en San Antonio y Cartagena, y que jamás pidió que lo cambiaran sino que la jefatura eclesiástica definió su destino. "He casado a personas, y después he casado a sus hijos y hasta sus nietos, y es porque he estado 15 años en San Antonio, también en Cartagena y así solo periodos largos, lo que me ha ayudado a conocer a la gente. Esa gente ha sido muy cariñosa, desde Lo Abarca, Las Cruces, El Tabo, San Antonio y ahora en Santo Domingo", insiste.
De su época como párroco de San Antonio rememora lo que pasó después del terremoto de 1985. "Ese fue el periodo más difícil porque teníamos que hacer ollas comunes con la gente para darles almuerzo a los niños", explica sobre esos días en que por tardes enteras pelaban porotos para la merienda del día siguiente.
Para él, lo que se lograba hacer por los damnificados era fruto de la solidaridad de los sanantoninos. "Decían que el padre Chocolito hacía eso, pero no, era la gente que aportaba, un grupo de señoras, a las que yo les decía las viejas, que limpiaban un saco de porotos durante toda una tarde; esas personas merecen un aplauso y, a veces, los pergaminos se los lleva el cura pero la obra la ha hecho la gente", resalta.
Fuerza tiene para seguir ejerciendo como sacerdote, pero reconoce que sabe que, así como su amigo el ex obispo de la Diócesis de Melipilla, Enrique Troncoso, quien está gravemente enfermo, a él también le pueden llegar los achaques propios de los ancianos.
"Estoy esperando servir hasta donde pueda. Siempre predico esto porque estoy convencido de que en la palabra de Cristo lo importante en esta vida no es aparecer en la prensa, tener dinero o viajar mucho, sino ser servidor de los demás. Así nos dijo Jesús, que fuéramos servidores porque él vino a servir a los demás y con ello nos quitó el pecado y podemos entrar al Reino de los Cielos", declara.
Su mensaje es que las personas no vivan para obtener bienes materiales sino que para compartir la paz con el resto. "A veces un saludo basta", propone como fórmula de vida.
Adiós a las caras largas y bienvenido el optimismo se añaden a su pócima para ser mejores seres humanos.
Humilde, como pocos, el cura "Chocolito" dice que no es merecedor del "trato muy especial" que recibe en cada lugar donde va. "Pero hay que agradecer eso", sostiene.
El papa
Mientras los días del cura más querido de la provincia pasan como pastor de los fieles católicos de Santo Domingo, en Santiago se alistan los últimos preparativos para recibir al Papa Francisco.
Ricardo Reyes, que pudo estrecharle la mano al Papa Juan Pablo II cuando vino a nuestro país en 1987, ya tiene su viaje coordinado para ser parte de los actos en que estará el actual Sumo Pontífice.
"Todas las visitas del Papa siempre son positivas, él no trae ninguna cosa negativa sino que quiere ayudar en algo espiritual. Lo que pasa es que nosotros somos muy materialistas, el Papa viene por la paz, él es un profeta que viene a anunciarnos que vivamos en paz, que no hablemos de guerra, que sepamos comprendernos entre hermanos, que haya amor y que haya justicia", afirma.
"Nosotros vamos a estar relativamente cerca del Papa", sostiene con la esperanza de estrecharle la mano en la misa que se oficiará en el Parque O'Higgins.
"Es importante encontrarse con el Papa, es renovarnos interiormente porque él nos va a hablar de lo que Dios quiere de Chile, donde él vivió cuando estudió", añade el cura que también tiene el título profesional de profesor de Historia y Geografía.