La vendedora de diarios del hospital que llegó al mundo en una carnicería
Blanca López es una vecina del cerro Arena que lleva 10 años vendiendo los periódicos en el Claudio Vicuña, periodo en que se ha ganado el corazón de todos y ha creado su propia estrategia para no afectar a la gente.
En circunstancias bastante especiales, el 9 de septiembre de 1955 llegó al mundo Blanca López, vendedora de diarios del cerro Arena, conocida como "la Soledad Onetto".
"Yo nací en la calle Gregorio Mira (centro de San Antonio), en la carnicería de un tío. Mi mamá me dio a luz ahí, porque justo en ese momento la pilló el parto", cuenta Blanquita, como le dicen con cariño.
Ella se crió en Gregorio Mira y estudió en la Escuela 1, pero sólo hasta la educación básica. "Tuve que ponerme a trabajar de jovencita, porque mi papá falleció cuando éramos niños a causa de cáncer a la garganta", cuenta bajando el tono de su voz.
Prosigue hablando con cuidado. Da la impresión que no quiere abrir mucho esa puerta a su pasado. "Mi mamá quedó a cargo mío y de mis cinco hermanos, y yo después que terminé la básica me puse a trabajar haciendo aseo en casas particulares", rememora.
Durante varios años estuvo trabajando en eso, incluso vivió cuatro años en Santiago, periodo en que extrañó mucho su ciudad natal. "Lo más querido de San Antonio para mí es mi gente, cuando estuve en Santiago me di cuenta de eso. Extrañaba a mi gente, mi barrio, mi familia".
Familia de esfuerzo
En 1976 se casó con Miguel Ángel Espinoza, un pescador oriundo de cerro Arena, a quien conocía desde los 11 años.
"Este viejo andaba detrás de mí", dice riéndose, mientras su esposo no tarda en explicar que las circunstancias de la vida los unieron.
En ese momento, ella dejó la pega en otras casas y se dedicó a criar a Claudia y Miguel, sus hijos.
"Ella no trabajaba porque no era necesario, podíamos mantenernos", afirma su esposo.
Aunque no laboraba formalmente, Blanquita siempre continuó aportando con su fuerza a su familia. En los tiempos difíciles se las rebuscaban para generar más ingresos.
"Vendíamos pescados o ensaladas de penca", cuenta ella desde su hogar en el cerro Arena, del cual está orgullosa.
"Todo esto nos ha costado a los dos -dice señalando su casa-, y gracias a su trabajo en la mar".
-¿Hubo momentos difíciles cuando Miguel trabajó en el mar?
- Sí, en 1985 estuvieron 15 días perdidos en la mar.
.¿Y usted cómo estaba?
-Yo estaba recontenta, 'me quedó con todo' y, pucha, al final apareció de nuevo, jajaja.
Tras la broma, se sincera. "En verdad fue bastante duro, porque años antes, en el ´80, habían desaparecido cinco lanchas con los temporales. Él estaba enfermo en esa época y no pudo salir, si no, capaz que me hubiese quedado viuda. Él se salvó".
"Nos quedamos en pana de batería y cuando fuimos a echar a andar el motor, no pudimos. Nos faltó experiencia. Ahí estuvimos comiendo gaviotones y fardelas (aves)", cuenta Miguel.
La espera fue difícil. "Nosotros íbamos con los tremendos temporales a esperar a la caleta y cuando llegaron, no quisieron entrar a puerto, porque había mucha gente. Llegó cuando aclaró a la casa", recuerda Blanca.
En el hospital
Cuando la pesca se puso mala y "no había ni para el pan", dice ella, el matrimonio decidió instalarse con un quiosco de diarios.
"Vendimos acá (en su casa) un tiempo, pero no era bueno. La señora Rosita, una vecina que falleció, me dijo que en Conin podía ir a vender al diario y luego comencé a vender en el hospital", señala Blanca.
De lunes a viernes, vende de 7.30 a 13.30 horas en el hospital. Los sábado y domingo lo hace de 7 a 8.30 horas.
Blanca conoce todos los rincones del hospital y a todos los funcionarios. Incluso, ubica a los pacientes y sus historias.
En estos años, hubo una anécdota que le quedó grabada y cambió su modo de trabajar. "Iba caminando con el diario cerca de la morgue -cuenta mientras hace la mímica- y cuando pasé una señora que estaba sentada se puso a llorar, pasé de vuelta y se puso a llorar más. Paré y le pregunté qué le sucedía y me dice 'mi hijo es el de la portada del diario'. Su hijo se había suicidado y ese día era el titular".
.¿Cómo la afectó ese hecho?
-Eso me marcó, por eso ahora cuando sé que pasó algo y la familia está en el hospital, paso mostrando la contraportada.
Confiesa que "me da pena ver a la gente sufriendo, me pongo en el caso de ellos y en el dolor que están viviendo. Por eso, aunque mi trabajo es vender el diario, cuando hay familiares de personas que aparecen en la portada prefiero no pasar o ocultar la portada".
En el hospital se ha ganado el corazón de todos con su simpatía y tiene hasta un sobrenombre.
"Los chiquillos que trabajan allá me pusieron 'la vieja del diario' jajaja".
.Además, es conocida como la Soledad Onetto...
- Sí, ese fue mi vecino el "Lolo" (Manuel Iglesias), quien en una Fiesta del Barrio comenzó a saludar a todos los vecinos y dijo un saludo para nuestra Soledad Onetto, la Blanquita.
.¿Y usted le cuenta las noticias a sus vecinos?
- A veces me piden que se las lea, pero les digo que no, que mejor me compren el diario jajaja.
Sorpresa desagradable
Hace unos meses, Blanca solicitó su certificado de nacimiento para un trámite y se encontró con una amarga sorpresa: le habían cambiado su fecha de nacimiento.
"Cuando me casé por el civil se equivocaron y pusieron que había nacido el 45. Yo les decía que no era así y me respondían que para corregirlo tenía que hacer muchos trámites e inscribirme de nuevo", cuenta.
El episodio, que felizmente se resolvió, la tuvo muy deprimida. "Cuando me resolvieron el problema, lloré de alegría. Yo no quería ser vieja".
Y es que no siente el paso de los años. "A veces me doy cuenta cuando me cansó subiendo para acá y tengo que tomar colectivo. Y pensar que yo subía por el cerro Arena corriendo con un saco con pencas desde San Antonio hasta mi casa. Los años van pasando ya".
A pesar de la tristeza que le provocó este conflicto, habla con naturalidad de la muerte. "Después de esto, nos vamos para el otro cerro a descansar, allá tenemos una sepultura para descansar los huesos, gracias a Dios. Uno tiene que estar preparado para todo, porque hoy día estamos y mañana no sabemos. Después van a decir se murió la vieja del diario jajaja", manifiesta como si nada, volviendo a sus típicas bromas.
Aunque antes de eso, le gustaría cumplir un sueño como sanantonina: "Yo conocí el antiguo hospital, tuve a mi hija ahí. Ahora trabajo en este, por lo que antes de morir me gustaría conocer el nuevo hospital y pasear por todos los pasillos", afirma la vendedora de diarios del Claudio Vicuña.