Rodrigo Cabello, el artista que pone su pasión futbolera en las telas
El líder de la barra "La 12 del Puerto" se convirtió de un día para otro en un confeccionador de sueños, ya que los lienzos que realizó para la fanaticada lila generaron interés y hoy tiene decenas de pedidos desde distintos puntos del país.
"Cada marca o mancha de un lienzo es la historia de un partido". Con esta frase llena de pasión Rodrigo Cabello, líder de la barra "La 12 del Puerto", entrega muchas horas del día para pintar sueños futboleros que vemos cada vez con mayor frecuencia semana a semana en nuestras canchas.
Este fin de semana, en la final de la tercera infantil entre Unión Placilla y Gallardo, además de enfrentarse en la cancha, tendrán una confrontación especial desde las gradas, con lienzos de su autoría. "Tengo como seis pedidos por entregar en los próximos días", cuenta sobre esta pasión que comenzó hace ocho meses y que debido a la alta demanda se convirtió en su trabajo.
"Los lienzos han generado tanto impacto que terminé por dedicarme a esta labor. Es mi trabajo y quiero vivir de esto por largo tiempo. Siempre que me propongo algo quiero ser el mejor en lo que hago", confiesa este sanantonino que pasó gran parte de sus 34 años en Santiago, donde descubrió su amor por el deporte rey y la importancia de alentar por noventa minutos al club de sus amores.
Clubes deportivos, el Tanque Esteban Paredes, alianzas de colegios y enamorados son algunos de los clientes que han confiado en el talento de este artista. "Algunos me piden cosas definidas y otros me permiten crear. Vivir desde muy cerca la vida del barrista me ayudó con esto. Hace poco me contactaron de México por los lienzos. El único límite que tengo es que jamás haré un trabajo para Deportes Melipilla, por la rivalidad clásica que tiene con San Antonio Unido", asegura Rodrigo Cabello, quien aprendió a dibujar a temprana edad por obligación de su padre. Aunque no guarde ningún recuerdo de esos años, los futbolistas de la revista Barrabases y de Dragon Ball eran sus preferidos.
Su primer trabajo en tela fue un lienzo gigante para la barra lila en 2016. Le tomó varios días elaborarlo. "Compré una tela morada y en color es más difícil pintar; se me tapaba el aerógrafo, esta ciudad es húmeda y demora el secado, pero salió adelante y después con la bandera gigante de Popeye la rompimos en el clásico ante Melipilla", recuerda sobre sus inicios. "Mi primera obra comercial fue un lienzo para una alianza de colegio y me buscaron después de ver mis trabajos para la barra", dijo.
Aunque le gusta el fútbol y jugó al arco en el Gabriela Mistral, Movilizadores Portuarios y en el colegio Julio Verne de Macul, la proximidad de su hogar con el estadio Monumental despertó su fanatismo de gritar y alentar durante los noventa minutos al club de sus amores. "Iba solo al estadio, mi mamá quedaba con miedo, aunque me daba el dinero para la entrada. El sector Océano lo encontraba fome y poco a poco me fui acercando a la Garra Blanca. Iba con la ropa más torrante para pasar desapercibido", confidencia sobre sus días como hincha que hoy lo tienen como líder de la barra del SAU.
Para Rodrigo, la relación de las barras con la delincuencia, que algunos sectores de la sociedad rechazan, viene de "quienes jamás han ido al estadio. Los que dicen que la familia no va al estadio, ven los partidos por la televisión. Les encanta criminalizar a las barras. Es verdad que a veces ocurren cosas delicadas, pero son puntuales y la Ley de Violencia en los Estadios no hizo más que complicar a los hinchas y familias para asistir al estadio. Quitarles los bombos a las barras es como sacarles los instrumentos a las murgas y comparsas durante el carnaval. Uno de los objetivos que nos propusimos como barra del SAU fue erradicar el estereotipo de violencia de los estadios y lo logramos. Somos el colorido y la alegría, somos por lejos la mejor barra de la Segunda División".
Duro camino
Su niñez no fue fácil. Sus padres, José y Mary, tomaron caminos distintos y eso lo obligó a cambiarse de colegio y luego emigrar a Santiago. "Sin amigos es difícil vivir en una ciudad de verdad, enorme, donde nadie te ayuda y todos viven estresados y enojados. Cuándo has visto a alguien reírse en el metro. Me iba al colegio con un papel con el número de las micros que debía tomar. Sólo salía al colegio y a las casas de mis amigos que vivían cerca en La Florida".
Pero antes de asentarse en la capital, la familia emigró a Sao Pablo, Brasil, buscando mejores opciones. "Nos invitó mi tío y lo pasamos pésimo. Comíamos porotos negros todos los días (hace gestos de desagrado) y los domingo tallarines. Estuvimos un año y medio así, me creerías que jamás fui al estadio, estando en el país del Jogo Bonito, porque no estaban los recursos".
Como buen sanantonino que extraña su tierra a la distancia, viajaba con cierta frecuencia al puerto principal a visitar a sus familiares, pero en ocasiones pasaba meses sin viajar. "Tenía trabajo con horario de mall donde nunca tienes dos días libres, además encontraba fome viajar porque no había nada entretenido para un joven, en cambio en Santiago tienes de todo, durante todo el día".
En uno de esos viajes (2016) hubo un hecho que cambió su historia. Con un primo se les ocurrió ir a ver a San Antonio Unido al Olegario Henríquez. Además de perder por la cuenta mínima ante La Pintana, Rodrigo se llevó una amarga sensación que desde ese momento decidió cambiar. "El estadio estaba silente, callado. Nadie cantaba y para que el equipo sienta la energía, el estadio debe alentar en todo momento. Después de eso regresé a San Antonio y me acerqué al SAU. Hoy soy el líder de la barra, tenemos cerca de 60 integrantes y más de 40 canciones, pero siempre cantamos lo mismo, porque a los porfiados les cuesta aprenderse el resto", dice en tono de reto a sus dirigidos.
Respira fútbol
Rodrigo confiesa que todo el día vive fútbol. En sus escasos momentos libres ve los partidos que encuentra, ya que pasa gran parte del día pintando en el taller que le facilitó Metalmar. "Ya estoy preparando lo que será el debut del SAU, todos los partidos los preparamos distintos, no puede ser lo mismo, hay que sorprender al equipo y al público, aunque la sensación de sorpresa dure los momentos en que el equipo salta a la cancha. Creo en una barra que canta todo el partido, porque alentar al equipo ayuda a fortalecer la identidad local que tanta falta nos hace como sanantoninos. Somos un pueblo triste, apagado, nos cuesta cambiar ese estigma y tampoco hemos tenido las autoridades que se la jueguen a full por el cambio".
Cuando toca el tema del estadio, sus palabras no se pueden reproducir textualmente, pero son de desaprobación. Critica la excesiva demora para la remodelación. "El proyecto viene del año 2006. Han pasado más de diez años y nada de nada. Se quiso vender y trasladar, supuestamente están los recursos pero pasará marzo y aún no hay trabajos. Probablemente tengamos que ir a ver al SAU jugando de local en El Quisco. No entiendo cómo el equipo del primer puerto del país no tiene un estadio decente. Un estadio de lujo motivará a los jugadores a querer jugar en el club, a nosotros a gritar más fuerte y contagiar al resto".
Visualizando lo que será la temporada lila 2018, el líder de la barra espera que "el valor de las entradas sea menor. El año pasado la entrada costaba cinco mil y para este año habrá un sistema de abono que es bueno. El presupuesto de todas las familias no alcanza para ir dos veces en el mes al estadio. No es culpa de los hinchas que los dirigentes no generen los recursos para costear la planilla, eso tiene que cambiar. Espero que el equipo brille y logre ascender".
Rodrigo invita a los sanantoninos a sumarse a la barra lila, mientras se aboca a terminar su larga lista de pedidos que hoy lo tienen feliz.