La presidenta de los centros de madres que ha dado la vida por sus dos hijas
En esta entrevista Mery González repasa su existencia, los duros momentos por los que ha pasado y las satisfacciones que le dan sus dos herederas.
Ver felices y plenas a sus hijas Rose Mery y Nicole es, sin lugar a dudas, la mayor alegrías que la vida le ha entregado a Mery González Palma, la presidenta de la Unión Comunal de Centros de Madres de San Antonio.
Orgullosa de los logros de sus herederas, quienes entregan su aporte a la comunidad desde una sala de clases y un estudio jurídico, respectivamente, Mery reconoce que la vida no le ha sido fácil. Criar, educar y formar a dos profesionales le ha significado muchísimo esfuerzo.
"Ver a mis hijas convertidas en profesionales es la mayor alegría que he tenido en esta vida. Sus logros son un esfuerzo de toda la familia y ha sido grande, tuvimos que realizar muchos sacrificios, pero todos valieron la pena. Creo que todas las mamás desean que sus hijos, además de ser buenas personas, tengan una profesión que les permita surgir en la vida y que sean más que uno", comenta al recordar el largo camino que debieron recorrer como familia para que sus hijas pudieran terminar la educación superior.
A san antonio
Buena parte de su vida la vivió en la Gran Avenida, en la capital. A muy temprana edad comenzó a trabajar cuidando a ancianos, antes de conocer a quien es su pareja hace 37 años y padre de sus hijas, José Leppe. Por motivos de trabajo su marido tuvo que desplazarse a San Antonio. Él viajaba todos los días, mientras ella cuidaba a Rose Mery y luego a la menor de sus hijas.
"Estaba cómoda en Santiago, no tenía muchas ganas de venirme porque acá no tenemos más familia y tenía el concepto que uno se viene a retirar a esta zona y yo tenía todas las ganas de surgir, pero cuando mi hija menor estaba por cumplir los dos años nos vinimos. Arrendamos una casa y casi al mismo tiempo empecé a cuidar a un caballero. En ese trabajo estuve 17 años y me permitió darles educación a mis hijas", cuenta sobre la complicada determinación de radicarse en el puerto.
Hoy no se arrepiente de la decisión adoptada porque tuvo los medios para cuidar, ver crecer a sus hijas y educarlas en una provincia quitada del bullicio capitalino. "Llevamos más de 30 años, nos adaptamos y terminamos queriendo a la comuna y al resto de la provincia", asegura.
La nueva líder de la Unión Comunal de Centros de Madres añade que "tenemos un litoral precioso y en los últimos años hemos visto avances en la ciudad, pero aún quedan cosas por hacer, como tener lugares atractivos que les permitan a nuestros hijos que se van a estudiar afuera, porque acá no existen universidad reconocidas, regresar y ser un aporte a la sociedad. Mis hijas decidieron volver para trabajar por San Antonio, pudiendo estar en cualquier lugar y lo hicieron porque quieren ver un desarrollo en la ciudad donde crecieron y que aprendieron a querer", sostiene.
Como anillo al dedo
Durante un encuentro con apoderados del liceo Santa Teresita de Llolleo, Mery recibió una solicitud que le cambió la vida: la invitaron a formar parte, como una integrante más, del centro de madres Las Vertientes. Tan cómoda se sintió que empezó a participar con más ganas y a ordenar sus tiempos con las labores de madre, esposa y dueña de casa.
"Los centros te dan la oportunidad de crecer, son un espacio para recrearse y distraerse de las labores del hogar. Son sumamente necesarios y permiten recargar energías. Todas las mamás deberían tener la oportunidad de participar en un centro y ese es el objetivo que tenemos en la unión comunal, contar con la participación de más centros, entregar cursos y talleres para que las mamitas puedan entregar esos conocimientos a sus hijos o nietos. Así aportamos a la comunidad. Ese par de horas que nos juntamos semana a semana es una importante vía de escape", admitió Mery González sobre la parte fundamental que realizan como Unión Comunal de Madres de San Antonio, organización que hoy reúne a nueve instituciones.
-¿Qué gatilló que usted fuera participando más y más en estos centros?
-Yo partí con mucho miedo, nunca antes había participado en un centro así, no conocía a muchas personas, pero me fui integrando, participando de las actividades y cursos manuales que realizaban y que siempre me han gustado. Por diferencias que tuve con una socia dejé Las Vertientes y fui aceptada en El Progreso, donde hice tan buenas amigas que a los dos años me ofrecieron ser la presidenta. Al tiempo llegué a integrar la directiva de la unión comunal, donde estoy en mi segundo mandato. A pesar de que tengo la responsabilidad de velar por todos los centros de madres, siempre estoy trabajando por mi centro.
-Usted fue mamá joven. ¿Es muy difícil surgir con tanta responsabilidad a temprana edad?
-No es fácil, me duele cuando veo en la calle a una niñita de quince o menos años con un hijo en brazos o en su coche, porque al final está condicionando su futuro y el de ese bebé que no tiene la culpa. Cuesta mucho salir adelante. Cuando mi primera hija nació mi marido tuvo que dejar de estudiar en la universidad y ponerse a trabajar, yo mientras tanto cuidaba adultos mayores y en mis días libres vendía cosas. Todo lo que hemos conseguido ha sido en base a mucho esfuerzo y las niñitas no deberían pasar por eso, menos en tiempos como estos donde la información y métodos de cuidado están en todos lados. Yo pasé las mil y unas, nada en esta vida me tocó fácil, pero las mujeres tenemos esa fortaleza para sobreponernos a las adversidades y surgir a toda costa.
¿Qué significó para usted ser mamá?
-Es una labor muy dura, pero muy linda a la vez. No hay mayor alegría que la que nos entregan los hijos y ver a las mías realizadas profesionalmente me deja tranquila y con la satisfacción de la tarea cumplida. Yo postergué mis estudios hasta que las niñas estaban creciendo y por eso me saqué la mugre para que puedan llegar más allá de lo que uno consiguió. Ahora que tengo tiempo me gustaría apoyar en la crianza de un nieto, pero mis hijas aún no lo tienen en sus planes.
Con la sonrisa fácil, Mery reconoce que hoy vive más tranquila, y que disfruta de sus tiempos y espacio para entregar en su centro, dirigir la unión comunal y compartir con sus amigas, cuando lo amerita.
"La labor que realizamos en la unión comunal es súper linda, generamos un encuentro en base a la amistad y cariño que nos permite celebrar, compartir y crecer como personas y madres. No veo mi vida lejos de los centros, junto con ser mamá es una de las cosas más lindas que me ha tocado vivir, por eso sigo trabajando para que más y más madres quieran participar", concluye.