Una pascuense apasionada por el trabajo social y el Litoral Central
Oriunda de Isla de Pascua, Regina Carmen Becerra Hito llegó hace casi tres décadas a la zona. Aquí crió a sus hijos y conoció una labor que le permite entregar lo mejor de sí para ayudar a quienes más lo necesitan.
Regina Carmen Becerra Hito es una vecina atípica de Las Cruces, la preciosa localidad emplazada en la comuna de El Tabo. Esta mujer rapanui de estampa imponente, sonrisa contagiosa y amabilidad a prueba de todo, no pasa inadvertida en ningún lado. Ella se hace sentir.
Llegó siguiendo el amor hace casi 30 años a una localidad mágica, la misma que el archirreconocido antipoeta Nicanor Parra escogió para vivir sus últimos años, antes de decir, en enero pasado, "voy y vuelvo".
La historia de vida de Carmen, como la conocen en el balneario y en su familia, es entretenida, con momentos de muchas alegrías y también de dolor, pero a la cual le quedan cientos de páginas por escribir.
Nació en la paradisíaca Isla de Pascua, en el sector de Hanga Piko, conocido como la Bahía Escondida, pero desde muy temprana edad conoció el continente. Los viajes se hacían recurrente para ella, ya que fue criada por sus abuelos Eduardo Lara y Regina Aguilera, quienes finalmente terminaron dándole su actual nombre, ya que fue bautizada originalmente como Ere, cuyo significado en la isla es "familia".
"En la isla existe una tradición que los padres pueden entregar a sus hijos para que sean criados por otras personas, y a mí me criaron las mismas personas que criaron a mi papá. Por eso desde los ocho meses comencé a viajar a San Javier (Región del Maule) y cada cierto tiempo regresaba a la isla. Me vine definitivamente a los 21 años a estudiar a Santiago, pero finalmente opté por ponerme a trabajar para subsistir", confiesa sobre su instalación definitiva en el territorio continental.
Como su nombre original lo indica, Carmen es una gran amante de su familia y de sus dos hijos, Claudio y José Ignacio, ambos estudiantes de ingeniería en informática y quienes nacieron de la relación que mantiene hace 26 años con Osvaldo Román, concejal de la comuna tabina. Y hace un par de años otro varón llegó a su vida con el nacimiento de su nieto Gaspar Ignacio.
Pasión por Las Cruces
Carmen confiesa que en un principio no fue fácil radicarse en Las Cruces porque no tenía amigos ni familiares. Todos sus seres queridos están en Isla de Pascua y San Javier, pero con el tiempo logró asimilar la situación, adaptarse y comenzar a generar redes de amistades y sociales.
"Nos vinimos a Las Cruces porque mi suegra estaba enferma, pero ella no terminó por acostumbrarse y regresó a Santiago. Con Osvaldo nos quedamos, empezamos a trabajar en lo que fuera necesario y comenzamos a construir amistades. Hoy estoy muy feliz aquí. Me encanta vivir en Las Cruces porque es tranquilo, los vecinos son muy amables y con los años uno termina enamorándose del balneario", sostiene, aunque reconoce que algún día le gustaría regresar a su isla natal.
Su lado social
Trabajando codo a codo con su esposo, Carmen conoció una faceta social que le encantó y a la que le empezó a dedicar más tiempo, una vez que sus retoños fueron creciendo.
Comenzó enseñando sus habilidades manuales en diferentes talleres, siempre teniendo como motivo principal la cultura de la Isla de Pascua. También empezó a dictar clases sobre baile polinésico y a gestionar beneficios sociales para los vecinos que no están pasando por un buen momento.
"Conocí una labor social que me fue gustando cada día más y que no voy a dejar. Me encanta estar cerca de la gente, y trabajar para darle una solución a sus problemas. Todos en nuestro interior tenemos un trabajador social que lucha por el bienestar de los demás", afirma.
-¿Por qué eligió la labor social?
-Me ha tocado ver muchas realidades, y las más crudas son las que te motivan a trabajar por buscar un cambio. Vengo de una familia humilde, trabajadora. Todo lo que hemos conseguido es fruto de mucho esfuerzo y sacrificio, y eso me llevó a dar lo mejor de mí para que los demás puedan tener un mejor pasar.
Carmen enfatiza que "si bien existen muchas vías de ayuda, generalmente nunca son suficientes y uno tiene que ir generando otras opciones, muchas veces las colaboraciones son aportes que generamos como familia. Mis hijos siempre nos han visto ayudando a los demás y lo tienen muy asimilado. Ellos también son sumamente solidarios, no dudan en dar lo que tienen si le falta algo a alguien.
¿Le llena el alma lo que realiza?
-Me entrega una satisfacción enorme. En general, los vecinos de la provincia son agradecidos. A mí me motiva la labor social y me duele demasiado ver a un abuelito sufriendo, con muchas carencias y que no tiene a ningún familiar cercano que lo ayude. No me comprometo con nada que no vaya a cumplir, y si llego a comprometerme con algo, voy a hacer todo lo que esté a mi alcance para cumplir. Cada día trato de dar lo mejor de mí y me la juego por cumplir con mi labor y mi compromiso.
Isla hay una sola
Por más que lleve más de la mitad de su vida viviendo en el continente, Carmen añora día a día su amada isla. Sin ir más lejos, quienes conocen su casa no dudan en fotografiarse con los moais que tiene en su patio, los cuales fueron tallados por su tío Fernando Hito Atamu, quien años más tarde desaparecería en altamar realizando sus labores como pescador.
"La Isla de Pascua siempre tiene un lugar importante en mi corazón, cada vez que las condiciones están trato de regresar a visitar a la familia. Me gustaría algún día volver y ahí generar un emprendimiento. Tengo la fortuna que mis hijos han conocido la isla, a mis tíos y primos y quedaron enamorados. Ellos siempre dicen que una vez que terminen de estudiar quieren irse a trabajar allá. La isla tiene un encanto único y por eso los turistas que van no desean regresar", cuenta sobre su enorme cariño por la tierra que la vio nacer.
Celosa de su terruño como buena isleña, Carmen valora que políticas como la denominada Ley Rapa Nui, que fija un plazo máximo de 30 días de permanencia para las visitas de chilenos y extranjeros a la isla, resguarden los intereses y patrimonio de los oriundos del territorio insular. "Los rapanui somos desconfiados, amamos nuestra isla y no queremos que nadie dañe nuestro patrimonio. En los últimos años hemos visto acciones así de turistas y no queremos que se repitan. Todo lo que se haga para resguardar la identidad de la isla es bien recibido", expone.
Carmen es una agradecida de la vida y lo que ha construido sobre la base de esfuerzo y trabajo. "Siento el cariño de la gente y eso es el mejor reconocimiento", confiesa antes de partir a realizar lo que más le gusta: ayudar a quienes más lo necesitan.