La ingeniera comercial que se hace la América vendiendo parcelas de agrado
Cintia Garín tiene un nutrido currículum profesional. Trabaja desde los 12 años. Primero lo hizo para estudiar en la universidad y luego para mantener a sus hijos. Su fuerza interna le permitió superar las adversidades de la vida.
Dicen que cuando se cierra una puerta se abre una ventana. Esta consigna se cumplió a cabalidad para la sanantonina Cintia Garín. Una vez que los cursos que realizaba en la Fundación Cades, la misma que ayudó a formar a cientos de trabajadores de la recién cerrada planta de contenedores Maersk, terminaron su ejecución se vio sumamente complicada con dos niños estudiantes y la mantención de su hogar.
Al quedar sin una estabilidad laboral, se vio obliga a una rápida reconversión, y mucho más "cuando otras personas dependen de ti y lo que haces día a día". Eso motivó a esta ingeniera comercial y en administración pública a buscar una rápida salida y la encontró en la Inmobiliaria M&M, la cual le abrió las puertas y volvió a cambiar su vida. Pasó de dictar cátedras formativas a vender parcelas de agrado en el extremo sur de la Quinta Región y en gran parte de la región del Libertador General Bernardo O'Higgins, con tan buen éxito que sólo saca cuentas alegres desde su elección y llegada a la empresa.
Sueños bien definidos
Con la autorización de sus padres, Cintia inició su vida laboral a los 12 años. Recuerda con alegría esa primera experiencia. "Fue en la tienda La Jirafa -es oriunda de Barrancas- y me pagaban con esquelas, lápices con colores y olores, y una mochila que me sirvió para ir a clases", sostiene Cintia, quien también trabajó en extintas empresas como en los supermercados Egas de Barrancas, donde hoy está el edificio de la Achs, y el Marmentini Letelier, donde anteriormente estuvo el gimnasio Esparta y luego los supermercados San Francisco y en la actualidad, el Tottus.
Ella es la hermana del medio en una familia con cinco integrantes, de padre constructor y madre dueña de casa. De pequeña tomó conciencia que debía trabajar si quería conseguir una carrera en la educación superior, una vez terminados sus estudios en el liceo Gabriela Mistral.
"Siempre trabajé. Fui promotora de diversas empresas y hasta trabajé en teams veraniegos de bikini, ¡qué horror! Mi meta era juntar dinero para más adelante costear mis estudios porque sabía que para mis padres sería difícil. Guardaba la mitad y el resto lo gastaba en cosas que me gustaban y aportaba en la casa", recuerda.
-¿La venta de parcelas de agrado es una experiencia muy distinta comparada con su vida laboral pasada?
-En anteriores oficios pude acercar instancias para que parte de la comunidad pudiera mejorar su vida y yo así dar mi aporte social, que cumplieran sus sueños y concretaran un cambio positivo para sus vidas. Esta es una experiencia completamente distinta que disfruto mucho y en familia, porque los fines de semana voy con Felipe (Jaque, su actual pareja) y los niños a ver las parcelas con los clientes y ese ambiente familiar contagia.
Cuenta que "mientras esperaba la ejecución de otros cursos, recibí la invitación de la empresa inmobiliaria para vender parcelas y en estos seis meses puedo ayudar a distintas personas a que concreten sus metas y sueños, ahora desde otra perspectiva: escogiendo un bien raíz heredable a sus familias, para inversión o descanso durante los fines de semana o vacaciones, ya que muchos clientes buscan desesperadamente arrancar de Santiago.
-¿Este empleo le permitió conectarte más con el campo?
-Desde el colegio estuve conectada con el medio ambiente. Me encanta el contacto con la naturaleza. Tuve que cambiar los tacos y el blazer por la ropa outdoor.. Al principio me dolían los pies por el uso de zapatillas, pero me acostumbre a ambos. Ir al trabajo me es sinónimo de ir bien arreglada, hacerlo con zapatillas me era extraño, costó la adaptación, pero era necesaria.
Caso Maersk
Cintia fue consultora y relatora de distintas Otec (organismos técnicos de capacitación) y en instituciones del Estado.
Antes de llegar a la venta de parcelas, participó de la formación de cientos de sanantoninos, muchos de los cuales terminaron trabajando en Maersk, empresa que la semana pasada concretó el cierre definitivo de su planta en San Antonio por diversos motivos. Al igual que casi la totalidad de los habitantes de la provincia, Cintia Garín lamenta la situación y el despido de más de mil 200 trabajadores, ya que repercutirá en el crecimiento que estaba sosteniendo la zona y en las familias afectadas.
"Es una situación lamentable por la cantidad de personas involucradas, tengo a amigos, conocidos y muchos alumnos que trabajaron allí. Todos los relatores hicimos un gran trabajo, entregando el máximo de nuestros conocimientos y capacidades; la fundación nos entregó todo lo necesario para la formación de los trabajadores. Sin embargo, no todos tenían el mismo interés en aprender y los que tenían mayores ganas eran los que terminaban los cursos y quedaban trabajando en Maersk u otras empresas", afirma.
Estos días se conocieron algunos aspectos que habrían repercutido en el cierre, como la supuesta falta de compromiso por parte de los trabajadores.
-¿Qué le parecen esas versiones?
-Sabemos de una alta rotación de trabajadores. Puede que algunos no hayan dado en el ancho de las responsabilidades y tuvieron que irse, pero no creo que haya sido una causa fundamental para generar el cierre de la empresa. Pienso que la diferencia de mentalidades jamás logró llegar a un equilibrio y eso a lo largo del proceso pudo ser significativo. Los chilenos y los sanantoninos piensan muy distinto a los extranjeros y, en especial, a quienes vienen de un país desarrollado. Lo vimos en las entrevistas respecto a las expectativas laborales. Está bien que quieran ganar el máximo, pero los sueldos no siempre están acordes a la realidad propia y del mercado laboral. Para eso se requiere compromiso y esfuerzo.
-Como relatora y capacitadora, ¿qué se debería hacer ahora?
-Lo que pasó es una pena porque no están todas las condiciones para reubicar en su totalidad a los trabajadores. Hay que redireccionar a las empresas y a los trabajadores en las áreas de crecimiento que experimentará la provincia, como el megapuerto y otras obras que se ejecutaran en los próximos años.
Cintia confiesa que "lo que más me preocupa del cierre de la planta son las mujeres, porque ellas se abrieron un espacio donde los hombres son mayoría. Capacitamos a muchas mujeres soldadoras calificadas, en 3G, en tratamiento metalizado, control numérico computarizado y robótica. Los conocimientos están y las empresas deben seguir creyendo en el trabajo de nuestras mujeres, porque podemos ser un aporte en donde estemos y demostrar que el mundo laboral no es exclusivo para los varones. Será complejo, pero ahí se deben apuntar los esfuerzos.
Por último, la ingeniera sanantonina propone que "debemos desde muy temprana edad prepararnos para rendir al máximo en cada situación, en llegar a la hora, ser responsables en nuestras obligaciones y tener la capacidad de superación. Así es como se puede dar un giro de tuerca en la vida".