Cronología del auge y caída de la fábrica de Maersk y sus 1.209 trabajadores
En ocho años se escribió una historia que hoy busca un final alternativo a ese triste desenlace que es la cesantía.
En el año 2010, la transnacional danesa Maersk se cercioró de que sería necesario ampliar su capacidad de producción de contenedores refrigerados. En Chile, los ejecutivos de la filial de la compañía advirtieron que esa era una oportunidad para que una fábrica similar a la que existe en China se instalara en nuestro país. Casi dos años después, la compañía echó a andar aquel anhelo que contó con el apoyo del Gobierno del Presidente Sebastián Piñera. Se trataba de la primera y única de estas usinas que habría en Latinoamérica.
En 2013, los príncipes de Dinamarca, Frederik y Mary, se veían felices caminando sobre el terreno en que se construiría, en Malvilla, la fábrica de contenedores de Maersk Container Industry San Antonio (Mcis). Ella llevaba un ramo de flores en sus manos mientras el gerente general que la compañía tenía en ese tiempo, Francis Mc Cawley, les explicaba lo grandioso que sería el proyecto que daría empleo a cerca de dos mil personas, 30% de ellas mujeres. Aquella vez, el 12 de marzo de ese año, hubo un cóctel a la altura de la realeza. Trescientos cincuenta invitados se codearon con los herederos al trono danés. Nadie dudaba de que el plan comercial de la gigante Maersk se haría realidad en un puerto acostumbrado a pasar penurias y a enfrentar al dolor y la pobreza de su gente. Los eternos complejos de inferioridad de la comuna quedarían enterrados.
El alcalde Omar Vera, el entonces gobernador provincial de San Antonio, Mauricio Araneda, y la ministra del Trabajo de esa época, Evelyn Matthei, acompañaron a los ejecutivos de Mcis a compartir con los príncipes la ceremonia mediante la cual se inauguraron las obras de edificación de la planta.
"Este es un gran logro y es algo que tenemos que cuidar", sostuvo, aquella vez, el ex gerente general de San Antonio Terminal Internacional (STI), Alberto Bórquez, quien estuvo presente en el acto junto a las autoridades y los príncipes. Sus palabras, según algunos, hoy suenan premonitorias.
"Me la jugué entera, hablé con el Presidente Piñera y el ministro Longueira, y entre todos ellos hablamos con la gente de Maersk. Espero que realmente San Antonio tire para arriba con esto porque eso es lo que más deseo en mi corazón", resaltó Evelyn Matthei, quien anunciaba también que se invertirían más de 3.500 millones de pesos por parte del Estado en capacitar al personal que operaría en la fábrica. Efectivamente, la ex secretaria de Estado y hoy alcaldesa de Providencia fue de las más activas promotoras de la iniciativa.
Sería una jornada de alegría y eso lo reflejó la sonrisa de la princesa Mary, que se llevó de regalo un collar mapuche de plata en recuerdo de su paso por San Antonio. Una nota periodística de ese tiempo señalaba que, de esta manera, San Antonio dejaría de ser la Cenicienta para vivir su feliz cuento de hadas y así dejar en el olvido al fantasma del desempleo.
Los líderes
En febrero de 2014, Mcis dio a conocer la contratación de los cien primeros trabajadores de la planta. "Ellos van a ser los líderes de grupos, los que van a guiar al resto", afirmó Mc Cawley esa vez. "La bolita está andando, vean la infraestructura y cómo vamos", añadió el ejecutivo al referirse al avance de las obras de construcción de la fábrica. Él mismo dijo que el primer contenedor podría estar listo en junio de ese año.
Para octubre de 2014 se gestó el primer hecho que llamó la atención en este proyecto. La compañía anunció una serie de medidas y cambios en la plana ejecutiva de la fábrica de contenedores. Lo primero fue cesar a Francis MC Cawley como gerente general.
Mc Cawley fue reemplazado por el ejecutivo danés Brian Nielsen, que había sido el gerente general de otra planta similar a la de San Antonio existente en Qingdao, China. "Estos son sólo hechos positivos; desde el punto de vista de la planta, ahora viene una etapa de revisión robusta de cómo estamos y de la maquinaria, y a producir contenedores en el primer semestre del próximo año de primera calidad como el mercado exige", sostuvo Mc Cawley en su despedida.
Sería solo en noviembre de 2015 que Mcis despachó los primeros contenedores refrigerados y se dijo que se fabricarían hasta unos 40.000 al año.
Estandares de calidad
En marzo de 2017, el gerente general de Mcis, Ronnie Jensen, asumido en 2015, contó a Revista Nuestro Mar que "la fábrica está actualmente estabilizando su producción mientras continúa con mejoras en procesos, equipos y capacitación de empleados para asegurar que la cultura de seguridad se refuerce, los estándares de calidad se logren completamente y las cifras de producción se incrementen de manera constante".
En esa entrevista, Jensen no dio cuenta de problemas graves que tuviera la empresa para mantener a flote la planta. "La instalación de la fábrica aquí en San Antonio fue concebida como una decisión estratégica de largo plazo para aumentar nuestra capacidad de producción y poder entregar contenedores refrigerados directamente de la fábrica al campo en una región de alta demanda", enfatizó.
Aun así, Jensen dio a entender que se requería afinar la administración interna para lograr esos objetivos. "Tenemos que consolidar una fuerza laboral estable y mejorar nuestras cifras de asistencia. Además, tenemos que asegurar una organización sostenible para nuestra fábrica y para eso estamos trabajando duro en aumentar nuestras cifras de producción de manera significativa, y en reducir nuestros costos".
La huelga
Bárbara Figueroa, presidenta de la Central Unitaria de Trabajadores (CUT), se reunió en marzo de 2017 con los dirigentes del Sindicato N° 2 de Mcis y comprometió su apoyo a los trabajadores que, en el segundo semestre, tendrían que negociar el contrato colectivo con la empresa. Alejandro Villatoro, presidente de esa organización sindical, recalcó aquella vez que para enfrentar ese proceso harían efectiva su "política gremial que siempre ha sido el diálogo".
El 11 de octubre de 2017, tras meses de conversaciones ineficaces, los trabajadores de los sindicatos 1 y 2 de Mcis iniciaron la huelga legal. El conflicto, que duraría 15 días, no estuvo exento de enfrentamientos entre los trabajadores y las Fuerzas Especiales de Carabineros. Hubo detenidos, pedradas, imputaciones de fuerza desmedida. Con una marcha familiar, los operarios reclamaron por sus derechos.
La empresa siempre insistió en que esperaba llegar a "un acuerdo que asegure la viabilidad y sostenibilidad del negocio, así como también los puestos de trabajo en San Antonio". Por segunda vez en el mismo año, se hizo mención a los conceptos relacionados con el carácter sostenible y viable que debía poseer el negocio.
En la Inspección del Trabajo de San Antonio, el 3 de noviembre de 2017, los timoneles de ambas organizaciones sindicales firmaron el convenio colectivo que puso fin a la huelga legal. "Esto es no es una victoria para nosotros como dirigentes porque aspirábamos a mucho más", dijo Carlos García, presidente del Sindicato N° 1 tras el término del paro.
Previo a la huelga de 2017, sindicatos y empresa ya se habían enfrentado ante la justicia laboral. Después de aquel conflicto, cuando debían restablecerse las confianzas entre las partes, la distancia de ellas se acrecentó con una serie de demandas que los dirigentes interpusieron contra la compañía ante los tribunales. De hecho, el 13 de junio pasado el presidente del Sindicato N° 2, Alejandro Villatoro, reveló a Diario El Líder que habían ganado uno de los últimos casos por los que denunciaron a los ejecutivos de la fábrica.
Un día después de que aquel dirigente se mostrara conforme con el avance que esa causa judicial había tenido en los tribunales de San Antonio, Mcis citó a todos los trabajadores a una reunión extraordinaria en el gimnasio José Rojas Zamora. A las 17 horas comenzó esa cita y en sólo cinco minutos, el gerente general Ronnie Jensen les contó a sus empleados que se decretaba el cierre irreversible de la fábrica, que todos serían despedidos y que les pagarían sus respectivos finiquitos y que incluso recibirían más dinero de lo que establece la ley chilena.
Ese 14 de junio el sueño de miles de trabajadores se derrumbó. La imagen de San Antonio como "importante polo de desarrollo" se vio trastocada y, lo peor, es que nadie pudo anticipar aquel dramático escenario. Antes de esto, nadie pensó o quiso pensar en lo frágil que puede ser el pilar que sostiene a una empresa cuando la relación con sus trabajadores se transforma en un eterno conflicto. Y aunque ahora muchos son expertos en analizar el cese de las operaciones de la fábrica y los tristes efectos que esto tiene para las familias de los operarios, nadie tampoco sabe qué fue lo que falló y son muy pocos los mea culpa que se han hecho.
El día del cierre
La tarde del 14 de junio fue fría. Nublado el cielo, casi de lluvia, era ideal para estar abrigado y en familia en casa. Pero el panorama asomaba distinto para los trabajadores de Maersk. Todo se fue a negro cuando Ronnie Jensen dijo, ante un gimnasio lleno de sus empleados, que la planta no iba más. "Salió Ronnie, que es el gerente general de la empresa, y avisaron que la fábrica se cierra por falta de clientes", contó Camila Castro, una sanantonina de 28 años que trabajó en Mcis.
Y mientras muchos trabajadores se abrazaban y lloraban por la pérdida de su fuente laboral, otros planificaban lo que harían para hacer frente a su nuevo estado de cesantes. "La noticia ha calado en el corazón de los trabajadores", admitió el dirigente Villatoro.
Los operarios, aún con su uniforme y parkas que llevan el logo de Maersk, leían un documento con las explicaciones de la empresa para ponerle fin a esta historia. En rigor, 1.209 personas fueron despedidas.
Mcis ha señalado que el negocio era inviable, que no contaba con los insumos que requería y que la alta competitividad en este rubro terminó por hundirla. Los dirigentes poco creen de aquellas posturas.
Villatoro, consultado por Diario El Líder, ese día descartó que la huelga legal haya sido el detonante del cierre, e incluso deslizó la idea de que la empresa "nunca, en sus cinco años que estuvo en San Antonio, supo manejar a los trabajadores ni las leyes laborales, siempre hubo un abuso, un amedrentamiento, una situación de terror dentro de la fábrica y eso se vivió hasta el día de hoy".
Luis Ojeda, uno de los primeros trabajadores que ingresó a la fábrica, lloró amargamente después de escuchar a Ronnie Jensen. "Es triste la noticia", expresó a El Líder al paso que reconoció que de parte de algunos operarios hubo "mucho derroche de material" y reconoció "a lo mejor no se le dio la importancia que teníamos que haberle dado" al trabajo.
Ojeda añadió que "nunca pensamos que esto se iba a cerrar, lo miramos como varios lo hicieron: ´es una buena pega, pagan bien, la empresa es grande´, pero llegó el momento en que se cerró y aquí estamos, hoy día como un cesante más en San Antonio".
Esta historia laboral, una de las más complejas que se haya escrito en los últimos años en San Antonio, no es tan terrible como cuando un trabajador se accidenta en el puerto y muere o como cuando un pescador fallece perdido en el mar, pero es una historia que llena de impotencia a los nuevos cesantes y sus familias. Es una historia que hoy busca un final alternativo y menos triste que el duro desenlace de esa aventura que dos príncipes hicieron pensar que esto sería un lindo cuento de hadas.