Le ganó al bullying y libra otra batalla
Rodolfo Mira Rubio tiene 32 años y desde niño ha luchado por integrarse de la mejor manera en la sociedad, ya que su escasa capacidad auditiva desde niño fue un impedimento para comunicarse con los demás, pero él tuvo el apoyo de la familia para salir adelante y enfrentar la adversidad.
No es fácil en la vida. Cada día hay batallas que librar, caminos oscuros por los cuales avanzar o amores por los que luchar. No es fácil la vida para quienes nacieron con todas sus capacidades físicas y mentales, menos fácil es para aquellos que desde niños cargan con esa mochila de tener una discapacidad.
Rodolfo Mira Rubio nació el 8 de enero de 1986 en San Antonio. Tiene 32 años. Su abuelo es René Mira Donoso, el histórico comerciante y militante de Renovación Nacional. Sus padres, René Mira Astete y Beatriz Rubio, lo criaron a él y sus tres hermanos, con mucho amor y nunca han dejado de darles a todos el cariño que los envuelve hasta ahora, pese a que ambos disolvieron el matrimonio.
Este sanantonino desde que era un niño debió enfrentar la sordera neurosensorial bilateral severa, que le imposibilitó oír cualquier sonido hasta los cuatro años. Recuerda que gracias al uso de un antiguo audífono que tuvo en el año 1990 pudo advertir los primeros sonidos. Fue en Villa Italia, donde vivía con su familia, que salió a dar un paseo con su padre y oyó los ladridos de los perros. Miró a su papá y le hizo un gesto en señal de que, por fin, el mundo de los sonidos se abría para él.
Empezó a cursar la educación básica en la escuela Villa Las Dunas, donde estuvo hasta séptimo básico. De esos años guarda buenos y malos recuerdos. "No fue fácil", admite al señalar que había niños que lo molestaban por su discapacidad. En tono burlesco, lo llamaban sordo. Eso, más la imposibilidad de comunicarse fluidamente con sus compañeros, lo alejaba del mundo, lo hizo ser una persona tímida. Sin embargo, aclara que los profesores de ese colegio siempre lo apoyaron para que pudiera integrarse.
René Mira Astete relata que "cuando nos dimos cuenta de la condición que tenía nuestro hijo, no sabíamos qué hacer, se nos venía el mundo abajo pensando en lo que le pasaba a Rodolfo. Él tenía un poco más de un año, era el menor de nuestros hijos. Fue así que escribimos a la Clínica John Tracy, que se dedica a la enseñanza de personas con pérdida auditiva y ellos nos enviaron una caja con libros con las instrucciones de cómo abordar el problema que teníamos en un país que, en ese minuto, menos desarrollado que hoy".
Con esa asesoría que llegó desde el extranjero, los papás de Rodolfo lograron los primeros avances. Poco a poco, cuando empezó a oír los primeros sonidos, el niño que era en ese entonces, supo que la vida no le sería fácil. Sacó garra, fuerza y temple.
"La mamá hizo un trabajo súper esforzado y le enseñó a decir las primeras palabras", rememora René Mira.
En la escuela Villa Las Dunas, lo acogieron de tal manera que crearon un programa de integración. Esto fue posible gracias al respaldo del Departamento de Educación Municipal de San Antonio. Clave fue el trabajo que realizó la fonoaudióloga Consuelo Soto, quien vino especialmente a San Antonio para asumir el desafío de educar a niños con estas dificultades. "Ella incluso se fue a vivir a nuestra casa porque le pagábamos en forma particular", revela René Mira.
Un cambio
El bullying, dice Rodolfo, lo sufrió cuando algunos de los nuevos compañeros que llegaron a su escuela no entendieron su realidad y lo sometieron a situaciones incómodas. Él resistió, pero sus padres prefirieron matricularlo en el colegio Movilizadores Portuarios, donde comenzó un nuevo ciclo.
"El bullying igual afecta pero pude salir adelante", confirma el joven.
Tras egresar de enseñanza media en el colegio Nuestra Señora de Pompeya, en San Antonio, Rodolfo partió al sur para estudiar la carrera de Contador Auditor en la Universidad de Concepción. Allá demostró que pese a su escasa capacidad auditiva, sus ganas por ganarle a la adversidad podían más. Trabajó de garzón y de junior en los tiempos libres que le daban las clases. En 2012, con su título en mano, se marchó a Santiago.
Hace algunas semanas, Rodolfo Mira, quien hoy trabaja en una institución de carácter social en la capital, participó en una reunión con sus compañeros y el director nacional del Servicio Nacional de la Discapacidad (Senadis), Daniel Concha. En ese encuentro tuvo la oportunidad de exponer parte de su experiencia personal en distintos ámbitos de la vida.
La carta
Sobre su presente, Rodolfo admite que su independencia económica es algo que lo enorgullece y que es fruto del respaldo que nunca dejó de recibir de parte de sus padres y hermanos. Está en busca de la felicidad y la batalla que da por estos días tiene que ver con la necesidad que, a su juicio, existe en Chile de que el Estado ayude a quienes presentan un alto de grado de pérdida auditiva. Argumenta que los audífonos son caros para la mayoría de las personas y que debería haber una política nacional enfocada en que intervenciones como el implante cloclear sean para todos los pacientes, no solo para algunos.
Gran parte de sus inquietudes las plasmó en una carta que envió al director de Senadis
"Para mí es imprescindible el uso de un potente audífono, cuyo valor bordea entre uno y cinco millones de pesos y con una duración efectiva de tres a cinco años, con lo que se hace realmente costoso, sobre todo al no tener otra opción más que adquirirlo con créditos, con lo que su valor aumenta casi al doble; por lo tanto, siempre he vivido endeudado lo que no me ha permitido reunir dinero para adquirir una vivienda propia. He tenido que arrendar piezas en cuya dinámica llevó ya cinco años", escribió en aquella misiva.
En dicha carta, Mira Rubio agrega que "en el mundo laboral también he tenido desafíos, ya que para mí no ha sido fácil la comunicación con la sociedad capitalina debido al ritmo acelerado de la ciudad y a la poca empatía de las personas. La desigualdad laboral de los discapacitados aún existe. El sueldo es la mitad de la del compañero de al lado, con el mismo trabajo y ambos con profesión universitaria. He sido despedido por ´necesidades de la empresa´ más de una vez, lo que me ha generado frustración y desilusión, pero aún así, no he bajado los brazos y sigo luchando en la búsqueda de mejores oportunidades, para solventar mis gastos y que todo el esfuerzo y sacrificio que he puesto al insertarme y tratar de pertenecer a este mundo de oyentes, no haya sido en vano".
"Estoy integrado en el mundo de los oyentes, en esta sociedad en que todos hablan rápido, lo que me dificulta la interacción con las demás personas. Mi sueño es tener un implante cloclear para poder oír mejor e interactuar mejor con la sociedad", resalta en la entrevista con Diario El Líder.
Este sanantonino confirma que no descansará hasta lograr que se creen más beneficios estatales para personas como él que requieren de complejas intervenciones médicas o costosos equipos auditivos.
No es fácil la vida para muchos, pero quizás no sea tan difícil pararse frente a la desdicha y buscar en el futuro los materiales para construir una fortaleza. Así lo hizo Rodolfo y ya ganó.