Es la única mujer en su trabajo y no se hace problemas con los piropos
María José Basagoitía Piñeiro tiene a más de cuarenta varones a su cargo, desafío al que logró adaptarse e incluso se atreve a disfrutar de un cariñoso halago. Eso sí, su hijo Tomás es su adoración máxima.
Trabaja sola con más de 40 hombres. Es la única mujer en el área donde se desenvuelve. Se ríe cada vez que recibe un piropo, lo agradece y manifiesta su rechazo absoluto a la satanización de esta forma de expresión popular. Ella es María José Basagoitía Piñeiro, una llolleína madre de Tomás (10) que a lo largo de su existencia ha realizado distintas labores, siempre entregando lo mejor de sí.
Si bien nació en la provincia de San Antonio, por motivos laborales de su padre, debió movilizarse junto a su familia a Ecuador, donde vivió de cerca el cambio cultural, la pobreza de dicho país y experimentó en carne propia el significado de ser migrante.
"Me encantó vivir allá, era todo felicidad. Estaba con mis padres y más chilenos que fueron llegando con sus familias a trabajar. Tenía un colegio donde estudiar y estábamos a cinco minutos de la playa. Vivíamos cerca de la Isla Galápagos, a 30 minutos en lancha, pero había muchas diferencias con Chile", comenta.
Como ejemplo, recuerda que "en la sala de clases no había mesas ni sillas, teníamos que sentarnos en el suelo y mis compañeritos no tenían zapatos. Con los años recién pude asimilar la pobreza que había. General Villamil es un lugar históricamente conocido por el tráfico de órganos, teníamos una seguridad especial para evitar que nos sucediera algo peligroso".
De regreso en San Antonio, continuó sus estudios en el liceo Gabriela Mistral. Tras su egreso de cuarto medio, se fue a recorrer el mundo.
Consiguió trabajo como tripulante de cabina para vuelos internacionales y durante tres años tuvo la oportunidad de recorrer países y conocer distintas culturas. "Fue maravilloso andar en otros países. Uno podía armarse una ruta propia. Cumplí mi objetivo que era salir a conocer el mundo y juntar plata para invertir en el futuro", cuenta sobre esta experiencia que la llevó a Italia, España, Inglaterra, Estados Unidos y América Latina.
Antes de convertirse en madre, fue agente de ventas de los primeros equipos celulares que llegaron a la ciudad puerto y, siendo la secretaria de agentes en el Banco de Chile, se enteró que Tomás venía en camino. También desempeñó labores en el servicio público, estuvo en el área de reclutamiento de la empresa Maersk en su proceso de instalación y hoy labora en el holding Servi Red.
Trabajo con varones
María José se codea diariamente en un mundo netamente varonil. Su presente es de mucho contacto con una serie de trabajadores que la rodean, la cuidan y de vez en cuando la piropean, pero siempre "con respeto", como dijo el "Mago" Valdivia.
-¿Cómo es trabajar sólo con hombres?, ¿tienen que moderarse al estar con una mujer cerca?
-Es la primera vez que me toca trabajar con tantos hombres. Cuando comenzó la construcción de la planta (de Maersk en Malvilla), había cerca de 70 varones trabajando, entre albañiles, soldadores y carpinteros. Había que saber ganárselos e inspirar respecto y lo primero que hice fue ganarme su confianza, porque para ellos también debió ser tema que una mujer estuviera a cargo. La forma de hablar y el trato tienen que ser distintos cuando hay una mujer entremedio, pero la que se tuvo que ambientar fui yo, porque eran mayoría.
De esa época, dice que "se estableció la diferencia entre las responsabilidades y pudimos convivir de buena manera. No digamos que éramos todos amigos, pero había un trato de mucho respeto. Jamás he tenido un problema con algún trabajador".
¿Es más fácil trabajar con hombres o mujeres?
-Para mí es más fácil trabajar con hombres. Con ellos se puede conversar cada instancia, uno puede establecer un conocimiento mayor de la persona y la familia, que supera un mero trato laboral y son sumamente colaborativos, en todo sentido, desde las cosas básicas a las operacionales. Terminan siendo un gran apoyo para la labor que realizo.
De todas formas, cree que "trabajando con mujeres también puede existir ese tipo de trato, pero es más difícil establecer un grado de amistad o de afinidad. Existe más rivalidad en lo laboral y la envidia siempre es mayor, es tema en muchos trabajos. Los hombres son más relajados, no andan pendientes de si me manché la ropa o cuánto gano. Soy una más de ese grupo".
Los piropos
Trabajar exclusivamente con hombres, además de suponer un nuevo desafío laboral, posibilita que más de algún ingenioso o con una verborrea intrínseca haya soltado una que otra frase de galantería, lo cual hoy está en un juicio valórico y social inmenso. Pero María José señala que jamás se ha complicado con un piropo. Incluso menciona que los agradece y si la ocurrencia es demasiada devuelve el cumplido con una sonrisa.
-¿Cree que están satanizando a los piropos?. ¿Usted que trabaja sólo con hombres debe haber recibido más de uno?
-Son bastante piroperos, pero siempre es con respeto, jamás uno con groserías. A veces me río porque son ingeniosos en la construcción de la frase. No estoy de acuerdo con esas campañas de condenar rotundamente los piropos. Obviamente, que los grotescos deben ser eliminados y sancionados, pero es sumamente difícil establecer un criterio universal porque va a depender de la persona, del ánimo con que se encuentre en el momento y del rollo personal. Muchas veces llegué mal por algún problema y ese piropo lleno de cariño me cambió el ánimo y me hizo mejor el día.
María José asegura que "hay situaciones peores que un piropo, no es necesario que exageremos todas las cosas. Está bien que se dicten normas o pautas, pero nos estamos yendo al extremo. A quienes no les gusten los piropos mejor que no visiten el Caribe porque allá sí que son buenos para el piropo.
Culpas compartidas
"La Jose", como la llaman cariñosamente sus amigos y familiares, participó en el proceso de reclutamiento de trabajadores para la Maersk, mientras se construía la planta en Malvilla. Fue testigo privilegiado de los inicios del proyecto que terminó abruptamente. Considera que existen culpas compartidas que significaron el cierre y el adiós definitivo de la compañía danesa de nuestro territorio y ve con peligro que nuevas empresas de ese calibre arriben a la provincia.
"No se dejó la mejor imagen. Se fue la principal empresa de contenedores del mundo, no es menor. La imagen de San Antonio y de sus trabajadores no debe ser la mejor, uno lo ve en el día a día. Me ha tocado trabajar con muchos extranjeros y son cumplidores, llegan a la hora, se sacan la mugre las ocho horas y no andan a la semana entregando licencias o faltando sin motivos", afirma.
Piensa que los chilenos "tenemos mala fama como trabajadores y eso es consecuencia de nuestra educación e idiosincrasia. Así veo muy difícil que otra empresa gigante llegue a instalarse a San Antonio, lo pensarán al menos diez veces antes de invertir, considerando la actual situación. Se pueden hacer todos los esfuerzos y generar las condiciones para el arribo de grandes firmas, pero el capital humano será el discutido".
María José asegura que jamás se le pasó por la cabeza que la Maersk se iba a ir. "Es una situación muy dolorosa, pero aquí cada parte tiene que asumir sus culpas, esto no pasó necesariamente por la competencia de contenedores. Los trabajadores tenían sueldos mejores que el mercado, buses de acercamiento cerca de la casa y alimentación, no creo que otra empresa con esas condiciones llegue muy pronto. Me gustaría que así fuera, pero lo veo difícil".
Por estos días esta llolleína se encuentra disfrutando las vacaciones de invierno con su pequeño Tomás, con una serie de actividades que le permiten entregar sonrisas y vivir como siempre quiso: a concho.