Conquistador de paladares
A los 46 años, Cristián Marquina decidió dejar atrás todo lo que había conseguido en Santiago para instalarse en Llolleo con lo que mejor saber hacer: comida tradicional peruana en su restaurante "Máncora".
Cristián Leonardo Marquina Manríquez tenía 21 años cuando viajó durante tres días por tierra desde Perú hacia Chile con el propósito de adquirir experiencia laboral en su rubro: la gastronomía.
Tomó un bus en el terminal de Huacho (ciudad costera a una hora y media de Lima), la localidad en la que Cristián había crecido junto a su familia, y tras un día y medio de recorrido, estaba mostrando sus documentos en la frontera chilena que se encuentra en Arica. Después de otro día y medio arriba del bus, había logrado llegar a destino: la capital del país, Santiago.
Su arribo fue a mediados de la década de los noventa. Un panorama totalmente diferente al que existe actualmente en la capital era el que se podía encontrar con la gastronomía venida desde el país vecino.
Aún eran pocos los restaurantes que se veían en Santiago con lomos saltados o ajís de gallina entre sus platos estrellas y los fuertes condimentes tan característicos de estas preparaciones eran una barrera importante.
"Nos pedían que no hiciéramos los platos con tanto picante, pero eso es parte de la gastronomía peruana. Nos costaba encontrar el punto para que la comida quedara también al gusto de la gente en Chile, ya que en esos años no eran comunes aún los restaurantes peruanos", reconoce Cristián Marquina.
Una vida nueva
Instalado en Santiago, su primer trabajo fue en el restaurante "Costa Nazca", ubicado en Príncipe de Gales, en la comuna de La Reina. "Me vine a Chile por un tema de aventura, buscando nuevos horizontes y para ver si podía acostumbrarme a vivir fuera de mi país. Yo tenía pensado regresar en un año, pero se dieron las cosas en este país, ya que comencé a desarrollarme en el rubro de la gastronomía. Partí en la comuna de La Reina cuando éramos relativamente nuevos con el 'Costa Nazca'. La gente miraba y no se atrevía a entrar, y algunas semanas no entraba nadie, así que el comienzo fue complicado", reconoce.
Hasta que poco a poco, la comida peruana fue entrando en el paladar de los chilenos. "Había que conocer la comida y dimos la batalla hasta que pudimos conquistar a la gente. Se partió harto con lo tradicional, que es el ají de gallina, el ceviche y el lomo saltado. Ya después se fue innovando con los risottos, los tiraditos, las causas, piqueos fríos y piqueros calientes", explica el chef peruano.
Ya con una reputación bien ganada por la calidad de sus preparaciones, el restaurante "Costa Nazca" empezó a recibir visitantes del mundo del espectáculo, de la política y también del deporte. En sus mesas era común ver a Iván Zamorano, Cristián de la Fuente, Angélica Castro, incluso al animador "Don Francisco", quien le comentó a Cristián Marquina una apreciación que con el tiempo se haría realidad.
"Un día Don Francisco llegó al restaurante, ya que se hizo cliente de nosotros, y me dice que me siente con él a conversar un rato. Me dijo que una vez que los chilenos conocieran el sabor de la comida peruana, los restaurantes iban a empezar a llenarse. Y como es un visionario, dijo que iban a haber en 15 años más, 100 restaurantes peruanos, 10 buenos y 90 malos, pero todos con gente. Yo lo miré sorprendido y le dije que esa cifra era mucho. Y me dijo que me acordara de sus palabras, las que con el tiempo se fueron confirmando, ya que en el país actualmente hay cientos de restaurantes peruanos", reflexiona Cristián.
La misma presidenta
Además de figuras del espectáculo, varios políticos conocieron las preparaciones peruanas de Cristián Marquina, incluidas las figuras de los ex presidentes Eduardo Frei Ruiz-Tagle y Michelle Bachelet, y el actual Mandatario Sebastián Piñera.
"Recuerdo que la señora Bachelet llegó con su madre y su hija al restaurante 'Paijan' de Providencia, donde estaba trabajando en esos momentos. Pidieron chupe de camarones, lomo saltado y la Presidenta un tiradito de salmón. Cuando llegó la Presidenta era casi como en las películas gringas, que llegan los guardias de terno negro y arman un círculo de seguridad en el restaurante. Y bueno, ahí cada uno tenía una pequeña misión para que saliera todo bien y la comida estuviera perfecta", hace memoria el experimentado chef.
Tras su experiencia en el restaurante "Costa Nazca", Cristián pudo trabajar consecutivamente en el "Sol de Máncora", en Vitacura, donde estuvo un año y medio, y el mencionado "Paijan". Hasta que en 2013 decidió jugársela con su restaurante propio, el que bautizó como "Gusto y Sabores", y que se encontraba en la comuna de Puente Alto, en el camino hacia el Cajón del Maipo.
"Lo inauguramos el 22 de diciembre del 2013 y estuvimos ahí dos años. Nos fue bien, además que la gente de la zona lo recibió de buena forma. Era un negocio propio donde quería mostrar mi producto, que era bueno. Esa fue otra batalla que comencé a luchar y así empezó mi apuesta", detalla el emprendedor.
Rumbo al litoral
Hasta que en octubre del 2016, luego de cautivarse con varios paseos por el Litoral Central, Cristián Marquina decidió darle un vuelco a su vida y junto a su señora Andrea Pacheco y su hijo se mudaron hacia Llolleo, en San Antonio. Tras recibir una propuesta de un amigo que tenía un local en la calle Divina Providencia, quiso aceptar el desafío.
"Yo ya estaba tranquilo en Puente Alto, había formado lo que quería y tenía a mis clientes. Pero después mi amigo me insistió y me llevó a ver el local y la verdad que me cautivó el lugar. Y así fue que llegamos a acuerdo con mi amigo y nos vinimos con camas y petacas a Llolleo", confiesa.
El 16 de septiembre del 2016, Cristián Marquina junto a su señora abrió las cortinas del restaurante de comida peruano "Máncora" que se encuentra en Divina Providencia, en el centro de Llolleo.
"Hemos estado en la batalla, conquistando a los sanantoninos con nuestros platos y sabores. A la gente acá le gusta pedir el lomo saltado, la carne a la pimienta, y lo más importante para nosotros es que la gente salga conforme y feliz", afirma.
-¿Se imaginó que estaría más de dos décadas ya viviendo en Chile?
-Nunca en la vida pensé que la mitad de mis años los iba a vivir en Chile. Acá pasé mi juventud, mis alegrías y mis penas. Y aunque todos los años trato de viajar a Perú en vacaciones, al rato quiero regresar, porque acá me siento tranquilo.
-¿Trabaja junto a su familia en este emprendimiento?
-Así es, junto a mi señora Andrea, y con mi hijo de 22 años que estudió gastronomía en el Inacap y después se fue a Perú a reforzar las técnicas. Así que todo lo que ha aprendido lo pone a disposición del restaurante, ya que él maneja una cocina más nueva que se mezcla con la cocina antigua que hago yo, que le pongo el corazón y mi hijo le pone los adornos.
-¿Qué le ha parecido la vida en el Litoral Central?
-Estoy muy agradecido de cómo nos han recibido en la zona, por lo que estamos proyectándonos en seguir creciendo acá, porque la verdad que hemos tenido un buen trato de parte de todos los sanantoninos en estos dos años.