Las inolvidables anécdotas de uno de los portuarios más antiguos de San Antonio
Manuel González comenzó a trabajar en el terminal en 1945, cuando tenía 20 años. En ese tiempo debía ordenar las cargas a mano y ni siquiera usaban guantes. Hoy, a sus 94, recuerda cómo funcionaba el puerto en ese entonces.
Asus 94 años, Manuel Francisco González González recuerda perfectamente cómo funcionaba el puerto de San Antonio a mediados de la década del 40. "Entré a trabajar como movilizador el 1 de junio de 1945 cuando el trabajo era bien duro", afirma.
González, quien entonces tenía 20 años, cuenta que "era todo a mano. Atendíamos a los buques, echándoles y sacándoles mercadería para las bodegas o los camiones. El cobre, que pesaba 25 kilos cada lingote, venía a granel, por lo que lo sacábamos al hombro y armábamos las lingas de cobre (amarras para apilar y transportar la carga)".
Durante 30 años, él se dedicó a estas labores. "Soy uno de los más antiguos, parece que allá en Santo Domingo quedan dos compañeros, los demás se han ido todos", cuenta este ex movilizador portuario.
Peligros
González relata que a mediados del siglo pasado las condiciones eran muy precarias en el terminal local. "Estuvimos ganando muy poca plata, regalando el trabajo", expresa.
Al bajo sueldo, dice, se sumaban los peligros a los que estaban expuestos y las largas jornadas de trabajo. "No teníamos horarios. Los buques venían apurados y trabajaban hasta el remate. Nosotros entrábamos a las 7 de la mañana en ese tiempo y podíamos trabajar hasta las 7 del otro día. Las 24 horas adentro".
Sobre las condiciones laborales, señala que "trabajábamos en los barriales, poniendo tablas para pisar y pasar la mercadería. En los muelles muchas veces cayeron personas para abajo porque los tablones que había estaban podridos o separados. El alumbrado era malo, todo era malo".
"Gracias a Dios nunca tuve un accidente, yo era joven y alcanzaba a reaccionar bien", manifiesta, pero no todos corrieron su suerte. "Vi morir a gente cargando cobre en los buques. En una ocasión estaban cargando una linga arriba, que pesaba 1.200 kilos, desde seis metros de altura. Abajo había un hombre agachado, poniendo unos chinguillos para echarle carga, cuando se corta el cable y le cae la linga en la espalda. Murió altiro".
Gran huelga
Este nonagenario fue parte de una gran huelga ocurrida en la primera mitad de los 50, en el gobierno de Carlos Ibáñez del Campo.
"Los buenos dirigentes elaboraron un proyecto de tarifas de carga de cada mercadería. Supongamos que en ese tiempo pagaban 100 pesos a 10 trabajadores por cada tonelada, y con la nueva tarifa iba a subir a 500. El gobierno dijo cómo van a a ganar tanto estos trabajadores, pero ellos no venían a ver cómo nos ganábamos la plata".
Agrega que como el gobierno no aceptó, se fueron a huelga. "Duró más de un mes. Los buques estaban esperando para atracar y trataron de reventar el movimiento, pagándole a otras personas para que trabajaran, pero no los dejábamos entrar al puerto. Estaban todos los puertos de Chile paralizados".
Hasta que lograron que aceptaran la tarifa y años después, "por el '60, vino la modernización de los muelles y nos dieron ropa de trabajo, porque antes no nos daban ni guantes, se nos hacían tira las manos con las cargas".
Tras trabajar en las cuadrillas, ascendió a capataz y luego de jubilar, a sus 30 años de servicio, pasó a enseñar a los nuevos movilizadores. Por todo esto, en 2013 recibió un reconocimiento por su contribución al desarrollo del Puerto San Antonio.
Las Dunas
González recuerda estas anécdotas desde su casa en Las Dunas, donde también es uno de los vecinos más antiguos. "Antes estos eran puros arenales y matas de choches (arbustos). Limpiaron los terrenos para hacer la población",
En el barrio, González y su esposa María Inés Barrueta (90) fueron muy activos. "Yo salía a cazar conejos, liebres, perdices y tórtolas. Cuando fue el golpe prohibieron las armas y los dueños de los fundos no permitían salir a cazar. Luego se publicó una ley que decía que la única forma de salir a cazar era formando un club. Así formamos el club Los Gavilanes, donde había vecinos de la población y de otros lugares. Después que cazábamos, mi esposa cocinaba y compartíamos con los vecinos", recuerda en presencia de su señora, cuya memoria ha comenzado a olvidar esos tiempos a causa del alzheimer.
Con María, con quien lleva 74 años de casado, tuvo siete hijos, cuatro mujeres y tres hombres. "De los varones solo nos queda uno. Juan Carlos era militar y falleció en un accidente en Chuquicamata. El otro chico, Manuel Eduardo, desapareció en noviembre de 1971 y nunca más lo volvimos a ver. El era el mayor, tenía 27 años", dice González, sin profundizar en estos grandes dolores.
"Llevamos 51 años aquí en Las Dunas y aquí nos quedamos", afirma con una sonrisa en el rostro el vecino y uno de los portuarios más antiguos de este puerto.