El dirigente haitiano que lucha por los derechos de sus compatriotas
Dalondy Joseph es poeta y vicepresidente de la Agrupación de Haitianos de San Antonio. A dos años de su arribo, cuenta que se encontró con un Chile muy distinto al que le habían pintado en su país natal.
Dalondy Joseph, poeta de 25 años, llegó en 2016 a Chile e inmediatamente se enfocó en aprender castellano con rapidez.
A diferencia de la mayoría de sus compatriotas, él no pretendía trabajar en Chile, sino estudiar. En Haití cursaba contabilidad y computación, y le dijeron que acá era más fácil estudiar que en su país. Al llegar, se encontró con un sistema educacional privatizado y un alto costo de la vida. Hoy trabaja en una empresa minera y desde la Agrupación de Haitianos de San Antonio colabora con aquellos que tienen dificultades por el idioma y con quienes buscan justicia en casos de abusos laborales.
-¿Qué imagen tenía de Chile antes de venir?
-Yo no sabía casi nada. Un amigo me convenció de venir, pero lo que me contó era muy distinto a lo que encontré al llegar. Me dijo que era fácil continuar los estudios aquí y nada que ver. Tengo ganas, pero ahora no puedo porque es muy caro y necesito trabajar.
En Haití también le dijeron que en Chile era fácil encontrar empleo y que los sueltos eran mejores que en el resto del continente. "Pero las cosas son muy diferentes. A veces me da pena. Tengo un amigo del sur que no tiene ni para comer porque no está trabajando, cuando puedo yo le mando un poco de plata. Muchos haitianos nunca han conseguido trabajos estables, solo pololitos. Ahora que sé como funciona el país yo le he dicho a mis amigos en Haití que no vengan, ni por estudios ni por trabajo".
-¿Por qué formaron la agrupación en San Antonio?
-El lema en nuestra bandera es "la unión hace la fuerza". No es posible moverse solo, agruparnos era una necesidad. Desde septiembre de 2016 se empezaron a hacer reuniones en San Antonio, yo me uní el año pasado. Ya tenemos reconocimiento como agrupación y estamos gestionando realizar proyectos en las municipalidades. Hay muchas personas que quieren organizarse, pero por la dificultad económica que tienen les cuesta. Cuando uno no tiene trabajo la vida es muy precaria.
-¿Cuáles son los principales problemas a los que se enfrentan los haitianos en San Antonio?
-Hay jefes que tienen que pagar las imposiciones y no lo hacen. Algunos en el momento de postular para la residencia definitiva se dan cuenta que no tienen los pagos al día y eso les perjudica durante la tramitación. En San Antonio hay mezcla de culturas, y cada persona viene con sus costumbres distintas. Para mí el mayor problema es que parece que entre chilenos y haitianos hubiera una frontera, falta unión entre nuestros pueblos. Yo creo que si pudiéramos establecer vínculos, compartir nuestras culturas, ambos podríamos aprender del otro.
-¿Tiene amigos chilenos?
-Sí, tengo hartos de los trabajos que he tenido, y también personas que he encontrado en la calle y me han caído bien. Hablar español me abrió las posibilidades. En todo el mundo hay buenas y malas personas, pero la mayoría de la gente con la que me he encontrado son buenas personas.
-¿Qué le diría a los chilenos que dice "los haitianos vienen a quitarnos nuestro trabajo"?
-Depende de la persona. Yo tengo una forma de vivir en la que trato de entender a la persona que tengo al frente. Pero no creo que las empresas tengan más haitianos que chilenos. El idioma hace que puedan entenderse mejor con los jefes.
-Usted escribe poesía, ¿de qué trata su obra?
-Mis poemas son siempre muy revolucionarios. En Haití yo vivía en la región de Artibonite, en el norte, y era miembro de un Baz, un grupo político de base. Con el trabajo social que hacíamos le quitamos popularidad al alcalde, nos amenazaron e inventaron calumnias sobre nuestro grupo, entonces comencé a escribir para contar la verdad. Escribí mi primer poema en un papelógrafo y estuve recorriendo la ciudad leyendo en la calle a la gente y en algunos programas de radio. Yo hago acción política a través de la poesía. A mí me gusta la política para construir, no para destruir.
-¿Le gustaría volver a Haití?
-Quiero especializarme en electricidad, saber producir energía limpia y así podré ayudar en Haití, pero igual me gustaría tener mi casita aquí en San Antonio.
Espacios culturales
Dalondy Joseph cuenta que estableció una amistad con Leonel Pinela, el presidente de la CUT en San Antonio, de quien está muy agradecido por su apoyo. "Ambos pensamos que si se sabe más de nuestra historia y cultura en Chile, puede ir disminuyendo de a poco la distancia para construir un puente entre nosotros".
Con ese propósito revela que junto a algunos compatriotas y al Laboratorio Escénico, Teatro, Testimonio y Memoria trabajarán, a partir del próximo mes, en una puesta en escena intercultural, que se presentará en el Centro Cultural de San Antonio.
"Somos un pueblo muy valiente. No hay que olvidar que cuando en Haití se consiguió la libertad, ayudamos a liberar a casi todo el continente americano. La idea es que la obra sea intercultural y podamos realizarla en distintas partes de Chile.
-¿Qué lo motiva a trabajar por la interculturalidad en San Antonio?
-En cualquier lugar donde voy, estoy listo para aprender la cultura nueva, pero sin olvidar la mía. Hay prejuicios por desconocimiento del otro, por ejemplo, muchos haitianos andan con chalas en la calle, y la gente piensa que es porque no tienen zapatos. Pero es porque allá hace calor y su uso es cultural. Me gustaría que todos en el mundo estén unidos, sin racismo ni discriminación. Podemos tener diferente color de piel, pero el mismo color de sangre.
-¿Qué opina de la situación política-económica de Haití en la actualidad?
-Haití tiene harta plata. Producíamos la mitad del café que consumía el mundo y teníamos más oro que piedras. Hoy tenemos agua, pero mucha se pierde en el mar y la tierra para cultivar no está aprovechada. Haití es el primer país al que hicieron pagar por su independencia (21 mil millones de dólares). Francia tiene una deuda con nosotros. Somos una tierra mística y empezamos a perder el poder cuando cambiaron los colores de la bandera: el negro y rojo representaban la muerte y la sangre que nos dieron la libertad.
Fiel a su estilo revolucionario, plantea que "los gobiernos de su país solo piensan en su bolsillo. Hay una élite política que se queda con la plata. Ellos compran cosas afuera para vender en Haití y se gastan fortunas en propiedades en el extranjero. El gobierno paga a diputados y senadores para votar leyes desfavorables al pueblo. Actualmente circula muy poca plata en las manos de cada haitiano, la población tiene que levantarse y hacer una nueva revolución. En un poema yo me pregunto cuándo vamos a tener otro Jean-Jacques Dessaline (el padre de la patria), que no va a tener miedo de caminar bajo el sol y la luna para liberar a nuestro pueblo.