Sanantonino cuenta cómo es trabajar todos los días con "la muerte"
Víctor Tobar Salas lleva casi diez años laborando en el rubro de las funerarias. Junto a su familia emprendió en un negocio que a nadie le gustaría contratar pero que, tarde o temprano, todos necesitarán.
¿Está preparado para morir o para que mueran sus seres queridos? Probablemente la respuesta será "no". Nadie está preparado lo suficiente para afrontar la muerte de cerca, excepto Víctor Tobar, un hombre que hizo de la muerte la manera de mantener a su familia y encontrar la estabilidad económica. Dice que no le afecta trabajar con los muertos. Y no es que esté acostumbrado. Nunca tuvo ningún problema con la muerte, y ya lleva diez años en el rubro.
Comienzos
Alex Tobar es el hermano menor de Víctor. Él trabajaba en una funeraria de Barrancas, y un día lo llevó a trabajar ahí. Como era costumbre, sus compañeros fueron a buscar un cuerpo a la morgue para continuar con el procedimiento habitual. Hicieron que Víctor entrara a la sala y que acompañara a los funcionarios a terminar la autopsia. "Siempre metían al primerizo a la sala de autopsia, esa era la costumbre que tenían ellos (los trabajadores de la funeraria) para ver si servía o no, y yo serví hasta el día de hoy", afirma con gracia.
Lo que no sabían sus compañeros era que el difunto era un muy buen amigo de Víctor. "Después me di cuenta que era él, por como son las autopsias. Los cuerpos los abren enteros, la cabeza, el torso, y uno los ve completamente ensangrentados. Mi amigo murió por un edema pulmonar, pero como lo encontraron fallecido y no tenía antecedentes médicos, tuvieron que abrirlo y hacerle la autopsia. Cuando empezaron a coserle la cara, me di cuenta que era Marcelo, mi amigo", rememora sin ningún aspaviento.
"Nunca me costó. No sé si tuve la buena o la mala suerte que la primera persona que vi fallecida en una cama de autopsia era un amigo mío, sin saberlo. Pero en general no tengo problemas con los muertos", añade.
Luego de su paso por la funeraria, él junto a sus hermanos y su padre, decidió independizarse. "Igual han costado estos nueve años como empresa. Este rubro no es como otra cosa, no es grato de vender. Algunas personas lo toman bien y otros mal, no es fácil vender el servicio, a nadie le gustaría tener que tomarlo", reconoce.
Lo de Víctor es pura experiencia que le ha dado el trabajo con los fallecidos. No estudió ni se ha capacitado en nada relacionado con los occisos, pero supo rescatar lo mejor de quienes le enseñaron, y también mejorar lo que no le gustaba de ellos. "De repente había compañeros que pescaban la cabeza y la torcían nomás. Sonaban todos los huesos. Los antiguos eran más sangre de pato. Yo siempre he tratado con cariño, con respeto a los difuntos, despacio y con delicadeza. De los que aprendí eran medios rústicos para hacer el trabajo", recuerda.
La funeraria de Tobar y su familia está ubicada en la calle Tacna 675, Barrancas. Ahí, en la casa de sus padres, nacieron y se criaron Víctor y sus hermanos. Como al principio de todo emprendimiento, no tenían el suficiente dinero como para arrendar un local, así que acondicionaron la casa de la familia, donde siguen viviendo sus padres. "Era el lugar que había. Cuando empezamos igual estábamos pobres, compramos una carroza y algunas urnas, por eso lo hicimos en la casa. Además, arrendar un lugar más céntrico es muy caro. Al principio no pensábamos vender más de uno o dos servicios al mes, y vendimos ocho. Ahora estamos promediando 15 servicios mensuales", detalla.
La casa funeraria tiene una oficina, un velatorio y las bodegas donde guardan y exhiben los ataúdes. Por el momento no tienen planes de cambiarse más al centro, ya que la clientela es fiel y ese lugar ha funcionado no solo para ellos, también para sus vecinos. Uno se puso con una florería y el del almacén de la esquina siempre pregunta cuándo hay velorios, porque le suben las ventas.
Trabajo de muerte
En una década dedicado a trabajar con la muerte, Víctor ha visto casi de todo. Uno de los momentos más complejos lo vivió cuando un fallecido tenía dos familias: la legal y la actual.
"El caballero estaba siendo velado en San Juan, con la que fue su familia en sus últimos años de vida. En eso, llega la esposa legal, de la que se había separado de hecho hace mucho rato, y nos dice que se lleva al muerto. Pescó el ataúd, y con otra empresa funeraria se lo llevó con Carabineros. Lo cambió hasta de servicio de cementerio, solo para que la segunda familia no lo pudiera ir a ver", relata sobre aquella anécdota.
El maquillaje es parte fundamental de su trabajo. Al morir, el cuerpo humano toma una coloración distinta, la que suele ser muy chocante para la familia. "El maquillaje que le aplicamos acá es simple, un poco de base, color, pestañas", cuenta el especialista.
Ahora, si los cadáveres vienen con heridas, cortes, cicatrices o alguna otra imperfección, también se trata de tapar. "A veces los rostros van cosidos, y uno trata de cubrir esas cosas lo más que se pueda para que la persona muerta se pueda ver bien. Hay otros casos en que simplemente la cara no se puede ver", explica Tobar desde la experiencia que le da su trabajo.
-¿Algún cliente suyo ha sufrido de catalepsia?
-No, nunca me ha revivido un muertito. Cuando fallecen en el domicilio, siempre tengo la precaución de que llamen a la ambulancia y constaten el fallecimiento. Yo no voy a llegar a un lugar donde me digan que falleció una persona y que tiene antecedentes médicos. Debe ir una persona especializada a constatar la muerte, como norma. Ha pasado que han entregado personas que no han estado fallecidas, no acá en San Antonio, en otras partes de Chile, lo he visto en la prensa.
Dolor de los vivos
La sala de velatorio es lo último que implementaron en la funeraria. Mientras las parroquias y otras empresas del rubro permiten el ingreso solo hasta cierta hora, la funeraria Tobar Hermanos habilita su salón las 24 horas, para que la familia pueda acompañar a su ser querido sin restricciones.
"Nosotros tenemos que darle fortaleza a la gente, y por eso les damos el servicio completo a las familias. Nos preocupamos de que inscriban al fallecido. Lo único que deben hacer ellos es ir al cementerio porque tienen que pagar. Nosotros hacemos toda la tramitación correspondiente y les ahorramos el trabajo en el momento del dolor. Si es una muerte judicial (muerte en accidente o no tiene antecedentes médicos) los llevamos al tribunal y al Servicio Médico Legal (SML) para que hagan todos los trámites con nosotros. La idea es que no estén solos o perdidos, porque las cosas no quedan todas juntas en el mismo edificio, hay que ir a SML en Llolleo, tribunales en Barrancas, y cuando se te muere un ser querido no es el mejor momento para hacer todo eso solo", finaliza.