El matrimonio que mantiene vivo el arte de confeccionar volantines
Jaime Ramírez y Cristina Castillo llevan 13 años ofreciendo sus volantines hechos por ellos mismos durante el Mes de la Patria en la avenida El Peral.
En 1994, y prácticamente como una necesita laboral, el matrimonio compuesto por Jaime Ramírez y Cristina Castillo decidió jugársela por la fabricación de volantines para posteriormente salir a venderlos durante las celebraciones de Fiestas Patrias. Vivían en Talca, la ciudad de origen de ambos, y la primera vez que se instalaron con su negocio lo hicieron en la Alameda talquina.
"Allá trabajamos en otras cosas, los dos en algo nada que ver ni relacionado con los volantines. A mí de chico me gustaba este juego chileno y por eso nació esta idea que fue principalmente porque en ese tiempo estaba sin trabajo. Yo sabía armar volantines y eso me ayudó para comenzar a fabricarlos", recuerda Jaime Ramírez, agregando que su primer punto de ventas en Talca "estaba en calle 4 Norte en la Alameda. Los hacíamos en la casa y nos poníamos ahí a ofrecerlos durante la temporada. En ese sector existían como cuatro cuadras de pura venta de volantines, es parecido a lo que sucede en Santiago".
Cristina Castillo reconoce que el trabajo en Talca tenía una alta competencia, ya que en dicha ciudad de la Séptima Región existe una importante valoración del juego criollo del volantín.
"Allá hacíamos muchos volantines pero la verdad que ganábamos menos, porque había mucha competencia. Confeccionábamos entre mil y dos mil volantines por temporada, debido también a que es una zona de volantines con muchos artesanos que fabrican. Algunos ya a principios de agosto estaban empezando a vender sus volantines".
El matrimonio talquino empezaba en el mes de mayo con la confección, ya que tanto Jaime como Cristina tenían que, primero, rendir en sus trabajos particulares.
"Yo empezaba en mayo para tener un buen stock en Fiestas Patrias y mi marido cuando tenía tiempo colocaba los palillos y se iban armando los volantines", explica Cristina.
Cambio de vida
Hasta que en el 2005, una oferta de trabajo le surgió a Jaime Ramírez. Era para estar a cargo del cuidado de unas cabañas en El Tabo, por lo que tenía que dejar atrás su vida junto a su familia en Talca y mudarse con camas y petacas hacia el Litoral Central.
"Llegué a administrar las cabañas de Rocas de Córdova. Estuve desde el 2005 hasta el 2016 en esa función y actualmente trabajo como conserje en el condominio Rocas de Córdova", cuenta Ramírez, quien llegó a vivir a una casa en calle Costa Azul junto a su señora y sus dos hijos: Jaime y Fernanda.
Instalados ya en la provincia de San Antonio, el matrimonio siguió con la fabricación de volantines en su propia casa, como una forma de tener un ingreso extra y, además, para no perder el oficio que ya venían desarrollando desde Talca.
"Ya veníamos con la idea desde allá de seguir con la fabricación de los volantines, para tenerlo como una platita extra. Así que ahí continuamos armando volantines", detallan.
Respecto a la experiencia que han tenido durante estos 13 años que han trabajado durante Fiestas Patrias, Cristina Castillo asegura que "ha sido muy buena, y al contrario de lo que nos pasaba en Talca, acá hacemos menos unidades pero ganamos más. En Talca teníamos que hacer entregas a los almacenes, pero acá vendemos todo directo y nos sale más a cuenta. Y como invertimos en material y tiempo, tenemos un valor agregado, y la gente eso lo valora y no tiene problemas en pagar el precio que tiene cada modelo".
"Por ejemplo, un volantín grande sale 800 pesos, el más chico de bandera chilena vale 500 y los que son estampados, a los que solamente les pegamos el palillo, cuestan 300 pesos, y que son generalmente para los más pequeños que les gustan los monitos. Los que saben de volantines eligen los grandes, ya que se fijan en el trabajo del pegado, la calidad de los palillos y todos los detalles que ponemos con mucha dedicación, ya que nosotros nos esforzamos para entregar algo bueno y de calidad", añade la mujer.
Un buen "18"
Durante las celebraciones de Fiestas Patrias que terminaron la semana pasada, la familia Ramírez Castillo trabajó cuatro días en la venta de volantines, aprovechando la alta afluencia de público que se encontraba a lo largo del Litoral Central.
"Nos instalamos en la avenida El Peral, donde ya tenemos 13 años trabajando con el permiso de la Municipalidad de Cartagena. Además que como somos prácticamente los únicos que hacemos este tipo de trabajo, nos hemos ganado nuestro reconocimiento de parte de la gente. Muchos de nuestros compradores son santiaguinos y siempre nos felicitan por los volantines. De hecho, nos dicen que si fuéramos a vender a Santiago nos haríamos millonarios", reconoce entre risas Cristina Castillo.
Respecto al tiempo que se demoran en hacer un volantín, el experto Jaime Ramírez dice que "ahora que tenemos la práctica son cerca de 15 a 20 minutos. Además que tenemos todo para cortar el papel y nos hemos ido implementando con herramientas. El diseño tiene mucha dedicación y para nosotros es una parte importante dentro del proceso".
-Don Jaime, ¿les gustó venirse al Litoral junto a su familia y dejar Talca?
-Sí, estamos bien acá, porque es una taza de leche, muy tranquilo. Fue un buen cambio para nosotros. Lo que me proyecto es ojalá hacer siempre los volantines, además que recibo la ayuda de mi familia, porque la idea es que la tradición no se pierda. Me siento orgulloso que estén mis hijos atendiendo y trabajando con nosotros.
-¿Usted como especialista, cree que está bien la prohibición del "hilo curado"?
-Hay que prohibirlo, eso está bien. Antes en Talca nosotros hacíamos, porque no era tan sancionado. Allá teníamos las máquinas, era cuarzo molido que se trabajaba con cola fría. Vendíamos en cantidades, porque era lo que se utilizaba en ese tiempo, pero cuando empezaron los accidentes desarmamos la máquina, ya que las sanciones eran muy grandes.