Pablo Jesús Gómez
Cuando Roberto Álvarez tenía apenas cinco años de edad (4 de octubre de 1945), comenzó a vivir un romance eterno con los colores del Club Deportivo El Tabo, institución que actualmente se desempeña en la asociación de fútbol de Cartagena.
"Es mi club de toda la vida. Desde que tengo memoria que iba a la cancha antigua que estaba en la playa de El Tabo, en el Complejo 5. Ahí se jugaba el campeonato y yo que era chico iba a mirar y ayudaba a rayar la cancha al caballero que lo hacía, quien se llamaba Francisco Vidal. La cancha me quedaba a media cuadra de la casa, ya que donde estaba la Casa de la Cultura vivíamos con mi madre Raquel Álvarez y mis abuelos maternos, Segundo Álvarez Maldonado e Isidora Pérez", recuerda Roberto.
Sus estudios escolares los realizó en la escuela número 13 de El Tabo, donde estuvo hasta sexto básico, ya que su abuelito Segundo lo llevó a trabajar a la construcción, una práctica que era bien común en aquella época.
"Me dediqué a trabajar en la construcción, donde me llevó mi abuelo, a quien le tenía mucho cariño, ya que me enseño muchos valores y no podía decirle que no. Yo tenía cerca de 14 años y la verdad que era normal que los jóvenes se pusieran a trabajar, la gente antigua tenía esa idea que no era tan necesario estudiar. Trabajé con mi abuelo hasta que se enfermó y tuvo que jubilarse, por lo que yo tuve que independizarme y trabajar con unos tíos maternos", hace memoria el tabino que hasta el día de hoy de desempeña con vigencia en el área de la construcción.
Justamente don Segundo Álvarez fue uno de los impulsores para que Roberto se hiciera hincha del Club Deportivo El Tabo. "Mi familia toda es fanática del fútbol, todos los Álvarez están ligados al club El Tabo, el que fue fundado el 2 de febrero de 1936. Ya cuando tenía la edad para jugar, me inscribieron de inmediato en las series infantiles. Ahí pasé luego a juvenil, adultos, séniors y hasta el final en los superseniors. Cuando tenía 15 años, me subieron al primer equipo gracias a un permiso médico que pedían como autorización en esa época para que pudiera jugar un juvenil", detalla Álvarez, quien se desempeñaba principalmente como defensa central y como mediocampista de contención.
Su amor por el Club Deportivo El Tabo se reflejó también en su entusiasmo para jugar y saltar a la cancha hasta el año pasado, cuando tenía ya sobre los 70 años de edad (nació el 4 de octubre de 1945, y va a cumplir 73 años). "Jugaba en los superseniors con 71 años. Fue una bonita experiencia porque además tuve el privilegio de compartir en esta categoría con dos de mis hijos: Roberto y Andrés. Me hubiera gustado también haber jugado con el tercer hijo, Carlos, pero ya con ese no alcanzó", afirma Roberto Álvarez, quien junto a su señora Sara Espinoza Cerda tuvieron cinco hijos, cuatro hombres y una mujer, y el próximo año cumplirán nada menos que 50 años de casados, por lo que esperan celebrar en grande las Bodas de Oro.
Álvarez explica que dentro de su familia "todos somos futboleros. Los cuatro hijos han jugado en el Club Deportivo El Tabo y mi hija muchas veces nos acompaña. La verdad que para nosotros un domingo sin ir a la cancha es terrible. Yo ese día me levantó a eso de las ocho de la mañana y estoy todo el día en la cancha, ya sea de local o de visita. Y también cuando jugamos de local marco la cancha temprano, porque es algo que me gusta y que aprendí desde chico".
Dentro de su larga trayectoria en el fútbol amateur, Roberto Álvarez también sumó pasos como dirigente del club de toda su vida. "Fui presidente durante varios años y hasta el año pasado que estaba en la directiva, ya que hay que dar un paso para la juventud. Lo único que no he sido es secretario y tesorero, pero en lo demás he estado en todo tratando de ayudar", reconoce.
Actualmente la sede del Club Deportivo El Tabo se encuentra en las calles San Martín y Serrano. "Estamos hace 20 años más menos ahí. Nosotros tenemos ahí también un gimnasio, el que llevamos muchos años sin ser terminado, porque ese proyecto está a medias. Fue hecho por los socios y dirigentes, sobre todo con la ayuda de don Manuel Núñez y ahora da pena que todavía no se termine, que se moje cuando llueve, y otras cosas que podrían mejorarse. Por eso que mi gran sueño es que ojalá el gimnasio del club sea terminado como corresponde, espero poder ver aquella obra terminada", admite Álvarez.
-¿Qué tal ha sido su vida en El Tabo don Roberto?
-Ha sido buena, he disfrutado harto, aparte que soy bien conocido. No tengo enemigos acá en El Tabo, solamente amigos. Mi casa está abierta para todos, siempre los tabinos son bienvenidos acá en el pasaje Santa Julia que es donde vivo. Lo único que sí, es que se añora esa El Tabo antiguo. Me recuerdo muchas cosas, como los veraneantes, las fiestas de la primavera, muchas tradiciones que lamentablemente se han perdido. Incluso hasta las ramadas no son como antes, ya que se hacían en el sector del complejo 5, y mientras jugábamos estaba la gente almorzando, bailando cueca, se hacían carreras a la chilena.
¿Todos lo conocen como "El Peineta", cuál es el motivo de este apodo tan popular?
-Cuando niño siempre andaba con una peineta que me pasaban mis abuelos, porque yo era crespo y quería tener el pelo liso peinándome y por eso que surgió ese apodo. Con los años eso sí la cosa cambió, porque se me puso el pelo blanco. Donde voy me dicen "Peineta", en todas las canchas del Litoral Central.
¿Algún recuerdo que tenga en todos estos años en el Club Deportivo El Tabo?
-Me gustaría recordar a aquellos más viejos el club, los que ya partieron. Ellos me ayudaron mucho a ser dirigentes, como don Hernán, don René, personas a las que yo admiraba por el cariño con el que se entregaban al club, algo que hoy cuesta tanto. Cuesta que quieran a la camiseta, porque ponerse la camiseta y vestirla es quererla, hay que tenerle amor. En Cartagena años atrás siempre existía la gente que rayaba la cancha, que pasaba las camisetas, que cobraban la entrada, y ahora eso cada vez ha ido disminuyendo. La juventud debería involucrarse más, sobre todo que ahora hay más medios: antes llevábamos en carretilla las bebidas, era sacrificado, pero era algo muy bonito.