Relato de una
Magaly Cabello sigue una tradición familiar que la llevó a trabajar en las difíciles labores del puerto de San Antonio.
La "orilla" es el término con el que los trabajadores portuarios identifican a las actividades que ocurren en el muelle, al costado de la nave y que están relacionadas con las labores de estiba y descarga de las mercancías. Esta denominación data de muchos años, desde la época en que todo el trabajo se realizaba en dicho lugar.
En San Antonio, la gente de orilla sabe de sacrificios, ya que además del esfuerzo físico que conllevan las faenas portuarias, hay también que sumar la exposición a los elementos de la naturaleza: el viento del invierno que recorre cada rincón del molo o la lluvia, por solo nombrar un par.
Cuando el puerto era aún un lugar donde las mujeres que realizaban trabajos operacionales se contaban con los dedos de una mano, Magaly Cabello (39) se adentró en este mundo hace casi una década, allá en 2009. Esta es parte de su historia.
En 2005 comenzó a trabajar como contratista para una empresa que exportaba fruta y ahí conoció los terminales, pero al equipo de Muellaje del Maipo llegó en 2009 y fue la cuarta mujer en ingresar a trabajar al muelle. Sin lugar a duda, una de las pioneras en la orilla.
-¿Recuerda su primer turno?
-Sí (sonríe), era un buque que traía fierro, una carga que requiere mucha atención. Yo nunca había trabajado en algo así y me habían asignado el rol de internadora de la carga. Afortunadamente, el resto de los portuarios nos orientó sobre lo que teníamos que hacer con la carga, pero al comienzo no sabía dónde ponerme para que una grúa no me pasara por encima y, pese a que la primera vez que trabajé fue en un tercer turno, recuerdo que las horas pasaron rápido.
-¿Por qué quiso ser portuaria?
-Mi papá trabajó un tiempo breve en el puerto, pero mis hermanos y tíos son de orilla, así que estaba consciente de que aquí no había mujeres y, por lo mismo, era algo que me llamaba mucho la atención, lo vi como un desafío.
-Pero se adentró en un mundo ultra masculino, hasta aquel entonces al menos…
-No fui la primera, ya que había tres trabajadoras portuarias cuando yo llegué a la orilla, pero sí tengo claro que era un lugar donde se acostumbraba a ver solamente a hombres y nosotras logramos abrirnos paso. Viéndolo en retrospectiva, fue bastante osado lo que hicimos.
-¿Qué tal los compañeros de trabajo?
-Al principio nos trataban con una distante cordialidad, pero conforme pasó el tiempo y se dieron cuenta que hacíamos los mismos turnos que ellos, nos transformamos en una más del equipo del muelle. Ahora, somos reconocidas por nuestra precisión y orden.
-¿Son "jotes" los portuarios?
-No, para nada, siempre nos tratan con respeto, pero a veces son un poco deslenguados y hablan como si no hubiese ninguna mujer presente (risas).
-¿Qué le gustaría para el puerto?
-El trabajo en la orilla es muy dinámico y los portuarios tienen poco tiempo para sentarse a reflexionar. Los turnos se suceden unos a otros y a veces no nos damos cuenta y ya se viene un nuevo fin de año. Por esto mismo, cuando un viejo se acoge a retiro o fallece, el resto parece seguir su rutina sin más. Me encantaría que tuviésemos una sede con recuerdos del pasado de cada uno por el muelle y un memorial donde recordar a nuestros viejitos que ya partieron.
-¿Es difícil trabajar en el puerto?
-Para mí, cuando mi hijo que hoy tiene 17 era más pequeño, me costaba mucho, porque la pega es la pega y a veces no había tiempo para mucho más. El ser portuaria no nos quita las responsabilidades que todas tenemos en nuestras casas y sobre todo con nuestros niños.
-¿Cuál ha sido el turno más complicado que ha tenido?
-Difícil pregunta, porque ha habido varios. Un turno donde hay un accidente siempre es difícil porque está la aflicción colectiva de todo el equipo por el compañero que está sufriendo. Los días de lluvia no son fáciles porque la visibilidad disminuye y hay que estar atenta a los movimientos de las máquinas y grúas. Pero si tuviese que elegir uno, quizás sería el tercer turno del 27F, la madrugada del último terremoto.
A mí me tocó estar trabajando en el Sitio 1 aquella noche cuando el muelle comenzó a moverse de manera ondulante, se hacía prácticamente imposible caminar, la luz se cortó a los pocos minutos y en cuanto pudimos nos desplazamos rápidamente a la salida. Pese a que nadie sabía con certeza qué iba a ocurrir después con el mar, un compañero de trabajo se devolvió varias veces a recorrer el terminal en camioneta para ver si había algún trabajador herido o que requiriese traslado. Fue un tercer turno que no olvidaremos.
-¿Cómo es la mujer portuaria?
-Las portuarias son aplicadas, perseverantes en las tareas que desarrollan en el puerto y muy pendientes de los detalles. Somos conocidas por hacer el trabajo con entusiasmo y bien. Además, la sensibilidad propia del género hace que seamos, muchas veces sin pedirlo, una ayuda para el diálogo entre compañeros que a veces están molestos o tiene una diferencia de opinión aparentemente insalvable, y también nos ha tocado hacer de consejeras cuando un colega tiene un problema con un hijo o algo complicado.