Instituto Psicopedagógico y su compromiso con los niños
Miriam Cortés, directora del establecimiento, valoró el compromiso de los docentes y apoderados que se involucran con pasión en la enseñanza de sus retoños. "Somos una gran familiar", sostuvo.
Sangre, sudor y muchas lágrimas. Así puede reflejarse el esfuerzo que entregaron los más de 50 docentes que desde el nacimiento del Instituto Psicopedagógico de San Antonio han sido parte de esta noble labor educativa y social, preparando a niños y jóvenes con distintas capacidades diferentes para desenvolverse con amor y fortaleza en una sociedad egoísta y poco amigable.
El establecimiento ubicado en calle Cuatro Sur celebró sus 37 años de vida y tiró "la casa por la ventana".
Además festejaron la adjudicación de una serie de fondos concursables que permitirán adquirir implementos para tener a niños más cómodos, disciplinados y con ganas de aprender cada día más.
Como bien reflejó la emoción de su directora, Miriam Cortés, durante su alocución en el festejo frente a los padres y apoderados, la historia de este noble establecimiento está compuesta por una serie oscilaciones, de momentos complicados que el grupo docente y la sociedad administrativa supo enfrentar con fortaleza, superarlos y no decaer en la tarea encomendada.
En el banco
La tía Miriam, como le dicen parte de los cien alumnos que se reparten entre la jornada diurna y de tarde, contó los momentos más significativos de estos 37 años de vida y los desafíos que vendrán para la institución.
El Instituto Psicopedagógico comenzó a funcionar el año 1981. El 20 de octubre se realizó la primera lección, con un total de quince alumnos provenientes de distintos sectores de la provincia, "fuimos el primer colegio particular en trabajar con niños con capacidades diferentes", contó con orgullo la docente quien con anterioridad trabajo en un colegio especial administrado por el Ministerio de Educación antes de convertirse en municipalizados.
En esa época, el establecimiento se ubicaba en una casona de la calle 21 de Mayo y fue gracias a un esfuerzo de cinco docentes que se la jugaron por trabajar en la inclusión y dar un espacio en la sociedad a niños que arrastraban enfermedades que les dificultaban integrarse con sus pares y familias.
Miriam recuerda que la idea de empezar a trabajar con niños con capacidades distintas surgió cuando con unos colegas y amigos esperaba en la fila del Banco del Estado para cobrar su sueldo. "Nos juntábamos todos los profesores a cobrar en el banco los viernes de fin de mes. Ahí surgieron varias amistades y la idea de empezar este desafío. No fue fácil, tuvimos que financiar de nuestro bolsillo el arriendo de la casa donde comenzamos, pero con el paso del tiempo creo que cumplimos con nuestro rol social de formar a niños y jóvenes, con habilidades para sociabilizar y ganarse un espacio. No todos pueden hacerlo, lamentablemente, pero tenemos como horizonte que los alumnos aprendan a ser personas de bien y autovalentes", remarcó sobre los objetivos priorizados de la institución de educación especial.
A la ubicación donde están hoy, en pleno centro de Barrancas a pasos del Centro de Justicia de San Antonio y el Registro Civil, llegaron luego del devastador terremoto de 1985 con epicentro en Algarrobo que dañó severamente las instalaciones donde funcionaban. "Era un riesgo permanecer ahí, por los daños en la calle y la casa, así que buscamos un lugar y compramos el terreno donde estamos hoy", detalló la directora de la institución que nació bajo el nombre de Escuela Particular N° 26.
Vocación por educar
Cinco fueron los fundadores que dieron vida a este proyecto educacional que últimamente adoptó la modalidad de corporación sin fines de lucro para continuar y adaptarse a la nueva legislación. Solamente dos continúan ligados a tiempo completo: Luisa Muñoz y Miriam, mientras que Gladys Hernández y Miguel Ramírez siguen aportando. En el recuerdo, está todo el cariño y empuje que entregó Marianela Adaro a los profesores y alumnos mientras formó parte de la institución. Hoy la directora, quien ya superó los 40 años de docencia se mantiene con la misma energía del primer día y decidida a entregar la oportunidad a más niños y jóvenes de formarse para ser mejores personas.
-Esta fuer la primera escuela especial, ¿cómo lograron permanecer en el tiempo?
-Partimos como una idea de un grupo de amigos profesores que buscamos integrar en la sociedad a los niños que tienen dificultad en aprendizaje producto de sus enfermedades. Para ello, siempre contamos con profesores especializados en temas de discapacidad, con sicólogo, kinesiólogo, asistente social, asistente de aula (dos por sala) y profesor de música. Es un lindo desafío educacional que nos permitió entregar todo lo que tenemos, tiempo y dedicación, pero valió la pena. Ver a los niños y jóvenes desenvolverse como uno más, que sean atentos, amables y educados nos permite decir que cumplimos la tarea.
En lo personal, Miriam asumió como un desafío propio el llevar adelante este modelo educativo y lo justificó señalando que "son personas tan abandonadas que necesitan atención y cariño, sacar lo mejor de ellos. Cuando los veo trabajar siento un enorme orgullo, como cuando los vienen a buscar de distintas empresas para un empleo. Verlos incorporado en la sociedad es un tremendo orgullo, puede que no aprenden un oficio, pero sabrán desempeñarse con sus pares".
Los momentos más duros siempre provienen de los padres de los alumnos, según expresó Cortés, "parte de la educación que realizamos es con los padres, enseñarles lo especial que son sus hijos, como entenderlos y apoyarlos. Con ellos, también se realiza un trabajo personalizado, parecido al del aula con los estudiantes. Muchos papás se recriminan y culpan por sus hijos, les cuesta aceptar esa realidad, otros son más aguerridos y van para adelante. Eso es parte de la educación integral que entregamos", dice.
Agrega que "la asistente social visita los hogares y está en permanente contacto con los apoderados. Ser padre de por sí es difícil y serlo de un niño especial significa un mayor trabajo, por eso cuidamos y queremos muchos a los papitos para que sepan la forma de apoyar a sus hijos".
¿Y el día a día?
La jornada comienza a las ocho de la mañana, llegan solos los más independientes, otros acompañados por sus padres o en furgón. Se comienza con un trabajo de temporalidad recordando el día, mes y año. Luego se preparan para tomar desayuno y tras lavarse las manos y dientes comienzan las clases. Las materias se dividen en las cuatro áreas cognitivas: Lenguaje, Matemáticas, Ciencias y Naturaleza que son integradas y agrupan según los tramos de edades cronológicas como estipula el ministerio. En el fondo, los niños tienen sus propios planes de trabajo, ya que cada uno presenta una capacidad de aprendizaje distinta.
Sociedad poco empática
La integración es un término y acción que lentamente se fue incorporando en el día a día, pero aún existen barreras que cuesta sobrepasar. En ese aspecto, Miriam Cortés es enfática en señalar que el miedo y el egoísmo son condiciones difíciles de revertir, "el desconocimiento también es una barrera. Estamos tratando de niños como cualquieras, pero con un problema de aprendizaje. A pesar de todos los esfuerzos que se realiza existe un miedo y egoísmo para querer aceptarlos como son: hijos, hermanos, nietos, sobrinos, como somos todos. Por verse distintos se les cataloga en forma distinta y así se les trata, nuestros niños son seres de rutinas y si se las cambias van a actuar diferente".
Las cuatro décadas de vida del establecimiento pionero en nuestra provincia, están a la vuelta de la esquina. Su cuerpo docente y administrativo trabaja todos los días con la misma energía y amor, incorporando al proceso educativo a los padres y madres.
"Somos una gran familia, nos queremos y luchamos para que cada uno esté lo mejor posible", concluyó la tía Miriam, a quien ni se le pasa por el frente la idea del retiro ya que "tenemos muchos desafíos por adelante, nuestros niños necesitan conocer y ser personas alegres, quiero transmitir ese mensaje mientras me sea posible. Vivo el día a día con ganas y entusiasmo, me levantó a las seis de la mañana y a las siete estoy en el colegio, apoyo a los papás en lo que sea necesario. Mi misión en esta vida es estar con los niños que son especiales para nosotros".