El dolor de una madre a 10 años del salvaje crimen de su hijo
Margarita González confiesa que no hay un solo segundo en que no evoque el recuerdo de su retoño, Alejandro Martínez, quien murió a los 19 años tras recibir 12 puñaladas en una plaza de Llolleo.
Margarita González Velásquez (61) confiesa que ese 9 de noviembre de 2008 quedará dando vueltas en su cabeza hasta el último respiro que dé en su vida. Ese día, exactamente a las 13.45 horas, por los altoparlantes del servicio de Urgencias del hospital Carlos van Buren de Valparaíso llamaron a los familiares de Alejandro Martínez, de solo 19 años.
Ella partió corriendo hacia el acceso. "Yo pensé que me iban a decir que lo trasladarían a la UTI para que se siguiera recuperando", recuerda sobre la escena ocurrida hace 10 años.
Pero sus pensamientos estaban muy lejos de la realidad. Las puertas de Urgencias se abrieron y desde el interior salió un médico que, sin anestesia, le dio la noticia que nunca hubiese querido escuchar: su hijo, su amado hijo, su regalón, su "Janito", acababa de fallecer.
Ultimas horas
La madrugada de ese 9 de noviembre de 2008 Alejandro Martínez se juntó con unos ex compañeros de la Escuela Industrial -había egresado el año anterior de cuarto medio- en el desaparecido pub Habanos, en la avenida Barros Luco.
La teoría de Margarita González, asistente de párvulos jubilada del jardín El Velerito, es que su hijo, cerca de las 4 de la mañana, emprendió rumbo a su casa, en la Viuda 10 de Llolleo, acompañado de algunos conocidos. Por alguna razón que nunca fue esclarecida, en un punto del trayecto el joven decidió seguir caminando solo. Ya estaba a pocas cuadras de su hogar.
Paralelamente, cerca de la ruta que hacía Alejandro Martínez, había una fiesta que terminó en una descomunal riña. Uno de los grupos en conflicto tomó armas blancas y salió en persecución de los individuos con los que tenían la disputa.
Según Margarita González, los sujetos se encontraron casualmente con su hijo en el sector de Cristo Rey de Llolleo y lo confundieron con uno de los tipos que había protagonizado la pelea en la fiesta. En la plazoleta del pasaje Creusa, el ex alumno de la Eisa fue atacado de la manera más bestial. Recibió 12 puñaladas en distintas partes de su cuerpo. Cuatro de ellas fueron mortales, pues dañaron sus órganos vitales.
Nueve horas después del salvaje ataque, el joven llolleíno dejó de existir en el servicio de Urgencias del Van Buren, hasta donde había sido trasladado tras recibir las primeras atenciones en el Claudio Vicuña.
"Ya han pasado 10 años. Son 120 meses y más de 3 mil 650 días en que no veo, no escucho ni puedo tocar a mi hijo. Estos 10 años han sido una eternidad para mí", reflexiona la madre, como si hubiese contado uno a uno los días transcurridos desde el golpe más duro que le ha dado el destino.
Poca sensibilidad
Con una pena y un dolor que se reflejan en cada centímetro de su rostro, Margarita González asegura que a pesar del paso de los años, resulta imposible encontrar un real consuelo para llenar el inmenso vacío que dejó la abrupta partida de su hijo, un joven lleno de sueños y proyectos.
"Aún no asimilo su muerte ni cómo se fue de este mundo", dice, mientras se queja de la poca sensibilidad que tiene la gente y la sociedad en general con las personas que, como ella, han perdido a un hijo de la forma más brutal.
"A veces cuando alguien está enfermo, uno puede encontrar una explicación para la muerte, pero mi hijo estaba sano y con toda la vida por delante".
Su sufrimiento se acrecienta todavía más al pensar que los condenados por el homicidio, que recibieron penas de entre 8 y 10 años de cárcel, ya están en libertad, mientras ella sigue cargando el mayor dolor que puede padecer una madre. "Es que la muerte de un hijo es antinatura. Uno siempre espera que los hijos la vean morir a uno, pero no uno a sus hijos".
-¿Siente que los autores del crimen recibieron penas muy bajas?
-Yo no tengo rencor, porque no hay condena que te devuelva a tu hijo, pero se hace más difícil pensar que una vida no vale nada para la justicia. "Janito" es lo más importante en mi vida. Ellos (los condenados) estudiaron, se casaron e hicieron sus vidas. En cambio yo, no puedo estar con él. Me arrebataron lo más amado que tenía.
Muchas veces Margarita ve a los ex compañeros y amigos de Alejandro, varios de ellos con familia e hijos, y se imagina cómo estaría su hijo, ahora con 29 años de edad. "En otras oportunidades he visto a chicos que se parecen a él. Los sigo por detrás acordándome de él, pero no quiero que se den vuelta, porque sé que no será mi hijo".
Otra de las situaciones que la desconciertan es lo que ella llama la poca sensibilidad de la gente. "Muchas veces siento que las personas dicen 'otra vez viene esta señora con el mismo cuento de su hijo', como si ni siquiera quisieran escucharme. Y eso obviamente es doloroso".
Paranormal
La ex asistente de párvulos confidencia que no tiene sueños con su hijo, pero que pocos días después del crimen vivió una experiencia que podría catalogarse como paranormal.
"Dos semanas después del homicidio yo quería saber la hora exacta en que lo habían atacado. Yo le pregunté a él (Alejandro) y justo dos relojes que había en mi casa se paralizaron a la misma hora. Ambos quedaron marcando exactamente las 4.20 de la madrugada", relata.
-¿Ha tenido otras experiencias sobrenaturales?
-De ese tipo no, pero he visitado a parasicólogos y me dicen que él está bien, pero que se pone triste cuando yo estoy apenada. Otro vidente me señaló que Alejandro le decía que yo no le prendiera más velas, porque él no era un santo, y yo le respondí que le seguiría prendiendo porque soy su mamá y punto (ríe).
Renacer
En San Antonio, al igual que en varios puntos del país, existe Renacer, una agrupación que reúne a madres que han perdido a sus hijos.
El grupo, que se junta semanalmente en la casa de alguna de las integrantes, le ha sido de gran ayuda a Margarita, porque, como pocas veces, se siente realmente escuchada y comprendida en su gigantesco sufrimiento.
Sin embargo, se queja del escaso apoyo que recibe la entidad. A diferencia de grupos de otras regiones del país, estas madres sanantoninas no tienen asesoría profesional de sicólogos o siquiatras. Tampoco un lugar para las reuniones ni subvenciones municipales o estatales, porque ni siquiera han podido renovar la personalidad jurídica.
"Yo digo que somos un grupo invisible porque nadie nos quiere ver ni ayudar. Esto es como la Teletón, la gente solo puede sentir el dolor de una madre cuando le toca vivir ese mismo lado de la moneda. Recién ahí se entiende la importancia de ayudar. En general, siento que la sociedad es poco empática con nosotros, con pocos sentimientos", sostiene.
Juntarse con su hijo
Margarita tiene una hija y dos nietos, el mayor de 18 años, pero constantemente, a cada segundo, siente la ausencia de su "Janito".
"Mi mayor sueño es morirme para estar nuevamente con mi hijo en el más allá, pero tengo claro que el momento llegará cuando me llame el de arriba. He aprendido que las personas mueren cuando se olvidan, y yo a mi niño nunca lo olvidaré".
Margarita tampoco quiere que pase al olvido el Centro de Atención de Víctimas de Delitos Violentos, que se abrió en la gobernación provincial gracias a sus propias gestiones y para apoyar, precisamente, a víctimas como ella. Lamentablemente, el centro cerró en diciembre pasado. "Me gustaría que se reabriera porque así las víctimas podrían contar con abogado, sicólogo y asistente social. Los asesinos en este país tienen un abogado altiro, pero no así las víctimas".
-¿Qué ha sido lo más duro o difícil para usted en estos 10 años desde el crimen de Alejandro?
-No tenerlo conmigo de forma física y tratar de vivir normalmente algo que no es normal. Con lo que a mí me pasó, uno se da cuenta que el amor de madre va más allá de la vida misma y que dura de aquí hasta la eternidad.