La hinchada
"La pobreza consiste en sentirse pobre".
EMERSON
La temporada había sido terrible en lo administrativo, sueldos impagos, malas condiciones para entrenar y un plantel muy corto y vapuleado por las lesiones. Sin embargo, la esperanzadora campaña que cumplía el equipo en lo deportivo atenuaba circunstancias adversas, como las casi cinco horas que habían soportado a bordo de una micro pequeña de recorrido rural para pelear la punta con su más cercano perseguidor en la tabla, en calidad de visita.
-¡Ya poh, don Leo, pónganse las pilas! Esto es una vergüenza -reclamaban demacrados los jugadores, desde el fondo de la chatarra.
-Tranquilo, muchachos. Ganamos hoy y la próxima semana llenamos con nuestra gente. Se pagan los sueldos. Se arreglan las cosas -respondía contrariado el dirigente.
-Llevamos meses con el mismo discurso. Ganamos y ganamos y nada. Sinvergüenzas de mierda -refunfuñaba el capitán.
Don Leo ya se acercaba a los ochenta años, pero su pasión por el club lo había hecho dedicarse cien por ciento a la dirigencia.
Era jubilado de la Armada y por eso amaba a los Náuticos F. C. Casi treinta temporadas sin fallar a ningún partido, ni siquiera a un entrenamiento.
El viejo dio las coordenadas al chofer para acercarse al estadio de Los Libertadores F.C., había estado muchas veces ahí y en tantos estadios más que se conocía todos los accesos.
La vergonzosa micro rural se acercó a la entrada principal del recinto. El longevo descendió primero, como era la costumbre, para avisar a los guardias del estadio del arribo del equipo visitante. En ese momento se acercó un hombre alto y obeso que abrió levemente el portón y observó por la abertura al viejo y a la góndola de fondo, señalando con autoridad:
-No, señor. La hinchada entra por atrás.
-Pero… -replicó el dirigente, pero la voz del corpulento no lo dejó terminar.
-¡Es por atrás dije! -Cerró bruscamente el portón en las barbas de Don Leo, generando la burla general del plantel. Fue un momento memorable. Ese instante no tenía precio.