La dura realidad de quienes usan una silla de ruedas en San Antonio
La actividad "Ponte en mi lugar" es una iniciativa de la Dirección de Salud municipal para crear conciencia del día a día de aquellas personas que se movilizan en estos implementos y cómo la ciudad no los ayuda. Periodista de Diario Líder conoció en primera persona las dificultades y los riesgos que implica movilizarse de esta forma.
"Ponte en mi Lugar" se llamó la actividad organizada por el Programa de Discapacidad de la Dirección de Salud de la Municipalidad de San Antonio y en la que participó Diario El Líder
El desafío era recorrer en silla de ruedas la plaza de Llolleo, la única de la comuna que está acondicionada para transitar con este implemento imprescindible para quienes no pueden caminar por sí solos.
Al sentarse en una silla de ruedas cambia inmediatamente la perspectiva de las cosas y trasladarse de un lugar a otro se convierte en un desafío. Más que por el esfuerzo físico, se complica por las nulas condiciones que presentan las calles para un desplazamiento adecuado y lo que es más importante, seguro.
De hecho, Manuel Galindo, quien utiliza su silla a diario y que fue parte de esta actividad, casi fue atropellado cuando cruzaba por un paso de cebra. La vida en silla de ruedas no es nada fácil.
Ponte en mi lugar
Manuel quiso que la entrevista fuera en terreno real y llevó al equipo a cruzar las calles de Llolleo, una de las cosas más mínimas a las que él debe enfrentarse cada vez que sale de su casa a hacer algún trámite.
Cruzando por AvenidaProvidencia con Del Canelo, "Manolo" se aventura a pasar por el paso de peatones. El vehículo del primer carril frena como corresponde y "Manolo" le agradece con la mano.
Cuando se va acercando al segundo carril, en medio de la calle, otro auto pasa a toda velocidad sin verlo y sin importarle que un peatón con dificultades para desplazarse estuviera intentando llegar al otro lado.
"Manolo" no puede mover por sí mismo la silla, por lo que su madre, quién lo estaba llevando, también quedó expuesta al atropello.
El equipo completo del centro de rehabilitación que acompañaba en esta experiencia quedó en shock; sin embargo, no les parece extraño. La indolencia, es una palabra que suelen ocupar para definir ese tipo de conductas.
Sergio Rothen, kinesiólogo del Centro de Rehabilitación de Llolleo, no se sorprende con lo acontecido. "La gente es indolente. Los chilenos somos caritativos, no solidarios, porque para la Teletón todos donan plata, pero nadie es empático con los discapacitados el resto del año. La gente raya los colectivos llamado a cooperar, pero esos mismos choferes muchas veces no son capaces de tener consideración con las personas que andan en sillas de rueda o que tienen bastón".
Agregó que "tenemos casos de usuarios que al momento de bajarse de los colectivos han tenido accidentes porque el chofer ha partido sin que ellos desciendan por completo del vehículo, o que no los llevan porque van apurados, o que llegan tarde a alguna parte y tienen que esperar como 10 colectivos hasta que uno tenga la amabilidad de esperarlos un poco más o de ayudarles con la silla".
-¿Qué sucede luego de que un accidente obligue a una persona a usar silla de ruedas para desplazarse?
-Previa evaluación con el encargado, se ingresa al proyecto. Al paciente lo evalúa el equipo de profesionales y se arma un programa de objetivos, dependiendo de las capacidades de la persona. No todos los pacientes van a poder salir de una silla de ruedas, y eso se les dice desde el día uno si es necesario. No se les puede dar ninguna ventana a la esperanza, porque se podrían aferrar a ella, y desilusionar y se podrían frustrar mucho más cuando se den cuenta que no podrán volver a caminar. Para este tratamiento también es importante estar bien psicológicamente.
La rehabilitación no es solo para quienes pueden volver a caminar. Hay otras acciones de recuperación para devolver la dignidad a la persona.
"Algunos no pueden salir de la silla, pero sí pueden mejorar muchas cosas; por ejemplo, bañarse solo, lavarse los dientes, vestirse, pueden salir solos. Son objetivos que se van planteando entre profesional y usuario. Eso se logra y es muy significativo para los pacientes", comentó el profesional.
Recorrido
Luego de un significativo recorrido alrededor de la plaza llolleína, Manuel Galindo se sincera y agradece las oportunidades que ha tenido, a pesar de estar en una situación de discapacidad. "Yo soy un privilegiado. Mis hijos me ayudan a costear todos mis gastos, pude adaptar mi casa a la silla. Tengo todas mis necesidades cubiertas. Ahora mi hijo me regaló una taza especial para el baño. No todas las personas con discapacidad tienen los mismos privilegios, me siento un afortunado a pesar de mi condición".
Manolo
Manuel lleva siete años en silla de ruedas, luego de sufrir un grave accidente. Antes de eso, su vida era normal. Era el dueño de "La Picá de Manolo", una fuente de soda ubicada en el Mercado de San Antonio. El accidente lo dejó con una parálisis en las manos y dificultades para hablar. Actualmente se atiende en la Casa Amarilla, uno de los centros de rehabilitación que tiene la Municipalidad de San Antonio al servicio de sus vecinos.
"Me he encontrado con un grupo de gente que me ha ayudado mucho", señaló.
-¿Qué es lo más difícil de andar en silla de ruedas?
-Lejos lo más difícil es comprobar que la ciudad no está preparada para el paso de una silla. Para cruzar la calle hay muchas dificultades (eso lo comentó un poco antes de ser casi atropellado). Las rampas, si bien cumplen con la ley (las de la plaza de Llolleo), son empinadas, cuesta mucho subir. La caída es brusca, y puede generar un accidente.
-¿Alguna vez te volcaste o sufriste un accidente en la silla?
-No, soy súper cuidadoso para evitar caerme.
Accidente
Suena irónico, pero luego de esa ronda de preguntas, "Manolo" casi sufre un accidente. En un paso de cebra, en una plaza que cumple todas las normas para el desplazamiento con personas en silla de ruedas. Con su madre, con dos profesionales de la rehabilitación y una periodista cruzando junto a él.
Dos sillas de ruedas y tres peatones no bastaron para cruzar seguros la calle. Al imprudente conductor del vehículo no le importó nada.
Y es lo que más reclaman quienes viven a diario esta realidad. No importa si las rampas cumplen las normas o la ciudad completa adapta su infraestructura a las necesidades de todos quienes la habitan. La calle no será un lugar seguro si quienes caminan no se ponen en el lugar del otro. Las sillas de rueda, los autos, los ciclistas y los peatones deben aprender a convivir.
En esta experiencia en primera persona no esperaba tener que visualizar este tipo de incidentes.
En menos de 20 minutos de conversación, el entrevistado evidenció en carne propia, los riesgos de desplazarse por la ciudad.
El llamado de "Manolo" y los profesionales del centro, es a tener empatía real con los discapacitados.