Los caminos de la vida del profesor Maximiliano Miranda
Con 36 años de labor como docente, este sanantonino adelanta que en cuatro años se irá a retiro. Lo que está lejos de hacer es olvidarse de su compañera: la política, que desde joven lo ha llevado por felices y, a veces, pedregosos destinos.
"Sagrado Corazón de Jesús en vos confío", es la frase que acompaña a un cuadro de la tradicional imagen de Jesucristo que usan los fieles de la religión católica y que cuelga en una de las paredes del escritorio del profesor de Matemáticas y concejal por San Antonio, Maximiliano Eugenio Miranda Hernández (61).
Así, a sus espaldas, en la oficina que ocupa en el colegio Fernández León, aquella figura sobresale en medio del color azul de la pared.
Miranda comenta que no es de misa dominical, pero sí se confiesa cristiano. El edil explica que ese cuadro religioso se lo regaló una colega profesora cuando se retiró del colegio.
Educación
Maximiliano Miranda ha estado desde niño ligado al colegio Fernández León, ex escuela Santo Tomás Aquino, donde estudió hasta séptimo básico para luego pasar al Instituto del Puerto, del cual egresó para luego partir a la Universidad de Chile a estudiar Pedagogía en Matemáticas.
Hijo de Jaime Miranda Zárate y Marta Elena Hernández, este hombre nació en Conchalí, Región Metropolitana. A los seis años llegó a San Antonio junto a sus padres y sus tres hermanos: Juan, Jaime y David.
En este puerto encontró el amor en los brazos de Vinka Lanyon, con quien se transformó en papá de Maximiliano, Guillermo y Javier.
Acá también consolidó su trayectoria como dirigente del Colegio de Profesores Provincial San Antonio, donde ocupó diversos cargos en 24 años.
Toda la familia vive junta en compañía de la madre del concejal.
Su padre, que falleció en 1989, era militante comunista y después del golpe militar de 1973 fue detenido por agentes del Ejército y llevado al regimiento de Tejas Verdes, donde fue torturado.
Los detalles de esos tristes pasajes, don Jaime Miranda se los llevó a la tumba. El profesor solo recuerda que el día en que su papá llegó a la casa después del injusto encarcelamiento, venía descalzo y solo tapado con una exigua manta.
El pequeño Maximiliano sintió alivio al verlo vivo y de regreso al seno familiar del cual había sido separado por los soldados.
La ciudad que vemos
Miranda ve en San Antonio a una ciudad que, muchas veces, no es apreciada positivamente por sus propios habitantes.
"A veces nos falta, independiente de los avances y de las comparaciones que podamos hacer entre una ciudad y otra. Nosotros tenemos no sé si una miopía, egoísmo o envidia, pero hay algo que no nos hace ver con propiedad las bondades que tiene San Antonio: el hecho de salir a la calle, encontrarse con todo el mundo, saludar y compartir hace que vivamos una vida mucho más relajada que en muchas otras ciudades, y eso para mí es un privilegio".
Reconoce que en San Antonio hay problemas como la cesantía o la congestión vehicular y espera que ambas situaciones tengan solución.
Sobre la construcción del Puerto de Gran Escala y la expansión portuaria, afirma que "con el tiempo va a generar espacios para el desarrollo y generar un impacto distinto en la economía local". Sin embargo, cree que es necesario que las autoridades del Estado dejen de demostrar "esa falta de visión" que impide que los proyectos se desarrollen con eficiencia y respeto por las personas.
Trabajo
Tras golpear muchas puertas para conseguir un empleo, en 1982 Miranda consiguió trabajo como profesor del Liceo Nacional de Llolleo; luego pasaría a ser parte del cuerpo docente de otros colegios hasta llegar al Instituto del Puerto y el colegio Fernández León.
En esa época, asegura, los profesores debían hacer clases en varios establecimientos para ganarse el sustento, que a pocos les alcanzaba y solo servía para comprar alimentación y pagar los servicios básicos.
Cuenta que siempre ha apoyado la defensa de los derechos y recuerda que, hace muchos años, incluso lo despidieron de un colegio cuando la directora supo que lideraba las acciones para conformar un sindicato.
Hoy, además de las clases de Matemáticas que les hace a los alumnos de tercero y cuarto medio, se suma su función de inspector general, lo que le significa una exigente labor en contacto con los estudiantes y también con sus padres y apoderados.
Lo que más disfruta de su tarea como docente es ver a los ex alumnos cuando estos han accedido a los estudios superiores y ya han formado su familia. Le da alegría verlos regresar al colegio Fernández León para matricular a sus hijos.
"La satisfacción del profesor es darse cuenta de que lo que sembró generó una buena cosecha. Como colegio, estamos entregando buenos jóvenes para mejorar un poco la sociedad, creo que serán elementos que van a contribuir bastante. Hay muchos que quisieran volver a San Antonio (a trabajar), pero lamentablemente los espacios de desarrollo personal y profesional a veces son escasos", comenta.
Agregó que "en la medida que se abran espacios para ellos, vamos a tener sanantoninos trabajando para San Antonio, que es una cuestión no menor porque al final de cuentas, cuando tú haces las cosas para ayudar al lugar en que vives, creo que hay un sentimiento que te obliga a hacerlo con mayor esfuerzo".
El día a día de un docente, dice Miranda, es también gratificante, sobre todo cuando con los padres buscan una solución a los problemas que puedan surgir.
Le quedan cuatro años para pensionarse. Él ya tomó la decisión de no continuar trabajando más allá de los 65 años. "Quiero retirarme, no porque no me guste sino porque creo que es una edad prudente y tiene que venir otra parte de mi desarrollo personal, de ocupar tiempo para mi familia", argumenta al señalar que piensa que se necesita "darle tiraje a la chimenea" para que otras generaciones asuman el desafío de implementar sus ideas y hayan cupos laborales para esos nuevos profesores recién titulados.
En su retiro espera compartir más con su esposa e hijos y gozar de las cosas simples de la vida, cosas como regalonear a su única nieta Antonella, cultivar los bellos copihues que crecen en el jardín de su casa o salir a pescar con sus amigos.
En noviembre pasado, Maximiliano Miranda tomó la única licencia médica en 36 años de trabajo incesante. Una afección al apéndice hizo que lo operaran. Esta semana regresó a su labor y se sintió reconfortado de caminar por el mismo patio que lo vio crecer y donde reparte enseñanzas a los alumnos.
La política
En la política hay que tener cuero duro, dicen los mismos políticos.
Maximiliano Miranda parece tenerlo claro porque siempre ha enfrentado cada crítica con firmeza y transparencia. Fue contendor del alcalde Omar Vera en dos ocasiones, pero no pudo ganarle y hoy cumple su segundo periodo como concejal.
Tiene un perfil crítico al interior del Concejo Municipal y en sus votaciones se esmera por argumentar con conocimiento de causa. Para eso estudia mucho los temas más relevantes.
En 2005, compitió para ser diputado, pero el escaño le fue esquivo.
Aunque no confirma que quiere ser candidato a alcalde en las próximas elecciones municipales de 2020, sí aclara que si el Partido Comunista se lo pide, él está disponible.
En su hogar, la familia ya le dijo que pese a que se retire del colegio, tiene permiso para elegir esa senda si así lo considera justo. "Este no es un camino cerrado, o sea, que deje la docencia a los 65 años no implica que pueda dejar la política y cierre un capítulo y desaparece Maximiliano Miranda del mapa. Podría darse eso o no, pero habrá que ver cómo evolucionan los tiempos".