La historia de la cocinera más querida por los camioneros
Desde niña, Myriam Sanhueza tuvo que trabajar para salir adelante. Encarnadora, promotora y ejecutiva de banco han sido algunos de los oficios que ha desarrollado esta esforzada mujer, que hoy se luce como emprendedora.
Hace siete años, Myriam Sanhueza Romo (46) decidió cambiar la oficina y los trajes de dos piezas para cumplir uno de sus sueños: ser su propia jefa.
"Estaba cansada de los trabajos formales y tenía ganas de buscar algo nuevo. Justo mi hermana, que vendía almuerzos en el puerto, se iba a ir a otra ciudad y me dijo que probara suerte cocinando. Siempre me ha gustado cocinar, pero no me atrevía, porque es distinto hacerlo para cuatro que para cuarenta personas", comenta.
Después de darle un par de vueltas a la idea, se convenció. "Probé en octubre del 2011, si les gusta mi mano -me dije- me quedo, si no, me busco otra pega. Y me fue bien, me compraban las colaciones más rápido que a mi hermana y eso que ella cocina rico también", afirma.
Desde entonces, se levanta temprano para estar a las 8 de la mañana "con la cocina funcionando" y así llevarle comida casera a los transportistas, sus clientes predilectos.
A las 11 horas, va a entregar las colaciones. "Se las dejo directo en sus oficinas", dice bromeando porque se las lleva a los camiones.
En estos años se ha ganado el cariño de todos. "Yo voy siempre. Puede estar lloviendo una semana, pero igual llego a entregar los pedidos, por lo que me he ganado una clientela fiel. De hecho, desde una empresa me regalaron un traje térmico, porque me veían vendiendo bajo la lluvia".
El cambio
Antes de instalarse en el puerto, tenía una vasta experiencia como ejecutiva de ventas en un banco y como jefa de local de empresas de telefonía celular.
-¿Cómo fue pasar de la oficina a vender en la calle en un ambiente de hombres?
-Fue un cambio radical, al principio pensé que no me iba a acostumbrar, porque cuando entré era mucho piropo, mucho regalo, los argentinos sobre todo que son muy caballeros y galantes. Ellos venían con mucha pachorra, pero yo les decía "no, no, no, acá vengo a trabajar, no a buscar esposo, porque ya tengo marido y familia".
Los primeros cinco meses se le hicieron complejos, señala, pero aprendió que "tenía que ir más cubierta y no tan provocativa para que no se prestara para malos entendidos, siempre de bajo perfil, no como cuando trabajaba en el banco ni de promotora".
Años mozos
En su juventud, fue promotora de grandes marcas en San Antonio.
"De lunes a viernes estaba en el banco y sábado y domingo trabajaba como promotora. También fui modelo de lencería, entonces antes todos me veían con el destape", recuerda.
Afirma que "fui la mejor promotora de esa época y la mejor pagada, porque yo tenía disponibilidad inmediata. Me llamaban y yo estaba lista para ir a las discos y a los eventos. Anduve por todos lados. Trabajé durante siete años como promotora, paralelamente a mi trabajo en el banco".
-¿Y cuándo descansaba?
-Nunca, siempre he sido súper trabajólica. Así obtuve mi primer departamento a mis 25 años. Todo lo juntaba para tener mi casita.
-¿Por qué era tan importante ese sueño?
-Porque desde niña tuve que valérmelas sola.
Difícil infancia
A los 12 años, Myriam Sanhueza llegó a San Antonio desde Valparaíso, donde nació, y se vio obligada a trabajar, porque no contaba con el respaldo de su familia.
"Tuve que autovalerme, porque la vida me trató un poco mal en ese tiempo. Toda la gente que me conoce de hace años sabe que toda la vida he trabajado", comenta sin profundizar en su historia de infancia.
Manifiesta que "partí encarnando a los 12 años, para poder costear mi comida y tener mis cosas. Traté de seguir estudiando en la medida que se podía, porque antes no era como ahora, que tienes más alternativas".
La cocinera estudiaba en la Escuela 4 del Grupo Escolar. "Yo prácticamente vivía en el colegio, tengo muy buenos recuerdos del colegio y del inspector don Carlos, una excelente persona. Él sabía que yo trabajaba de muy chica. Siempre andaba pasada a sardina y a pescado y con las manos rotas e infectadas, muchas veces no podía agarrar ni el lápiz. Él me preguntó por qué trabajaba y le expliqué que tenía que comer, entonces me dijo que de lunes a viernes podía comer en la escuela".
De esos años con las encarnadoras, recuerda que "me cuidaban y me decían 'niña, no tienes que quedarte acá, tienes que seguir estudiando'", pero ella no pudo cumplir esa meta hasta muchos años después.
Sin estudios
Aunque su deseo era seguir estudiando, a los 14 años quedó embarazada.
"Tuve que seguir trabajando y dejar los estudios, porque no tenía quién me cuidara al niño. Nunca dejé de trabajar por mis hijos", expresa la emprendedora, que hoy tiene un hijo de 30 y otro de 18 años, a quien espera ayudar a conseguir un título universitario.
Con los años optó a trabajos más estables, aunque guardaba un secreto. "Yo era ejecutiva de ventas de un banco y tenía solo mi licencia de 8º básico, cuando mis ex jefes lean eso se van a sorprender", señala riendo.
-¿Cómo lo hizo para obtener esos trabajos, entonces?
-Entraba y por la pura facha quedaba trabajando. Si tú me preguntas por el currículum, yo ni siquiera lo hacía. Yo siempre decía que tenía cuarto medio sacado, pero nunca me lo revisaron ni me pidieron los papeles.
Pero no solo quedaba en los trabajos, sino que lograba el reconocimiento. "En todos estos años si en algo me he destacado es que siempre he logrado ser la mejor. Yo, una simple mortal con 8 básico, manejaba la calculadora científica mejor que muchas de mis compañeras que tenían estudios o iban a la universidad. No necesité el cuarto medio para estar en un banco y ahí me di cuenta que esa sabiduría te la entrega la calle, la de aprender y adquirir las herramientas necesarias rápidamente".
La clave para estos logros, según ella, fue su inteligencia y que "siempre he tenido mucho carácter, porque la vida me ha maltratado y eso me ha obligado a ser así".
Vida plena
Desde que comenzó su emprendimiento, ha tomado diversas capacitaciones y ganado fondos para mantener su negocio. En este periodo, además, encontró la oportunidad de cumplir un sueño pendiente.
"A pesar de tantas vivencias malas cuando pequeña, en la vida siempre me he encontrado con gente interesante que me dio sorpresas buenas, entre ellos está la señorita Ximena, secretaria del municipio, quien se interesó por mí y me convenció de que sacara mi educación media", reconoce.
Myriam aceptó el desafío. "Ni siquiera lo quería hacer para trabajar, era algo para mí, un regalo para mí, que me sirvió mucho. Aprobé mis cuatro años. Cuando fue la licenciatura lloraba como niña chica. Éramos siete los inscritos y solo dos pasamos", expresa orgullosa.
A sus 46 años, la emprendedora agradece todo lo que ha aprendido en su trayectoria laboral y sobre todo lo que le ha dejado su negocio.
"Esta experiencia me ha enseñado a creer en mí misma, forjar mi propio futuro y sentirme siempre muy segura. A veces me dicen que no vaya a vender, porque hay paro en el puerto, pero yo les digo que no importa, por último a los pelícanos les vendo. Yo me creo el cuento, creo en mi negocio y mucho en mí. Me siento más fuerte que antes", confiesa.
Después de años de esfuerzos, esta bella mujer por fin siente que la vida la está recompensando. "Ahora estoy en una etapa de mi vida en que estoy recibiendo todo lo bueno, estoy muy feliz, tanto que me cuesta creerlo", afirma dichosa la emprendedora.