Venezolano recibió el mejor regalo: compañeros le trajeron a su madre
Durante un mes, los trabajadores de La Patagua planearon en secreto la llegada de la mamá de su colega Ignacio Spagnolo. El emotivo reencuentro se dio en vísperas de Navidad, transformándose en el día más feliz del año para ambos.
Tras casi un año en Chile sin ver a su familia, el joven venezolano Ignacio Spagnolo recibió el mejor regalo de todos esta Navidad: el anhelado reencuentro con su madre.
Ignacio, de 23 años, llegó a San Antonio en busca de un mejor futuro y rápidamente se ganó el cariño de sus compañeros de la botillería y distribuidora La Patagua, quienes decidieron darle la emotiva sorpresa.
El plan comenzó a hilvanarse hace más de un mes, pero la noche del 24 fue el momento clave. Ese día, Ignacio fue invitado a cenar donde su amigo Sebastián Fernández, artífice intelectual del regalo.
El joven llegó a la casa y su amigo le hizo vendarse los ojos para entregarle un presente que supuestamente le había traído de Santiago. Al destaparse, se encontró con su madre, Laura Ruiz. El abrazo fue inmediato e inseparable, madre e hijo no contuvieron la emoción y lloraron juntos.
"Lo que menos me iba a imaginar es que este muchacho (Sebastián) iba a inventar traerme. Estoy muy agradecida de cómo han tratado a mi hijo en este país y todo lo que hicieron para que yo viniera", afirma Laura, sin dejar de mirar a su primogénito, con quien estará hasta fines de enero.
Ignacio, por su parte, sigue impresionado con lo sucedido. "No tengo palabras. Fue algo impresionante. Yo nunca me esperé esto, ha sido lo mejor de este año", expresa.
El plan secreto
Sebastián, quien acogió a Ignacio en su casa por unos meses, comenzó a orquestar el plan.
"Se me ocurrió la idea y le pedí ayuda a mi papá, pero no nos alcanzaba a los dos. Entonces, mi papá me dijo que conversara con los compañeros del trabajo y con más gente que conocía a Nacho, porque lo conoce harta gente", dice.
Le contó de su propósito a sus jefes y compañeros, quienes no dudaron en cooperar con la noble causa, ya que el "Nacho" -como le dicen- se ha ganado un lugar en sus corazones.
"El Nacho tiene una gran personalidad, es extrovertido, tira la talla y siempre está contento", destaca Sebastián.
Durante más de un mes, los trabajadores mantuvieron el plan en el más estricto silencio. "Me distancié de Nacho para que no sospechara nada. Todos guardaron el secreto", comenta el artífice.
Ellos no eran los únicos cómplices. Desde Venezuela la familia de Ignacio apoyó la causa. "Nosotros estamos siempre hablando por WhatsApp. Cuando viajé iba a estar más de seis horas sin conexión, por lo que mis otros hijos recuperaron un viejo audio de WhatsaApp y se lo mandaron para que no se diera cuenta", manifiesta Laura.
"En ningún momento llegué a sospechar. Todos estaban con la secreteadera y les preguntaba 'hermano, ¿por qué me están secreteando tanto?', pero todos me esquivaban. El día de Navidad estaba enojado y triste, porque mi mamá no me respondía y yo pensaba '¡pero cómo no me contesta en plena Navidad!'. Ese día estuve bravo con todos", dice Ignacio.
Tras la sorpresa, comprendió la extraña actitud de todos. "Se dio cuenta y le pedía perdón a todos, porque había discutido con varios ese día", declara su madre.
Ignacio está agradecido por el gesto de todos, sobre todo de Sebastián y su familia. "Llegué a Chile en cero y Sebastián me ofreció ir a vivir con él, porque yo estaba en aprietos. Él me conoció y a los 15 días me abrió la puerta de su casa, eso es extremadamente fuerte", cuenta.
El joven recuerda con cariño que "el papá de Sebastián, don Cristián, me dijo 'usted aquí no va a estar alquilando, usted es un hijo mío' y me lo demostró. ¡Qué mejor demostración que esto que me hicieron vivir!", afirma sobre el inesperado reencuentro.
La distancia
El 16 de enero de este año Ignacio arribó desde San Sebastián de los Reyes, un pueblo del Estado Aragua de Venezuela, a San Antonio en busca de mejores oportunidades.
"La situación de Venezuela cada día empeoraba más. Yo soy el pilar de la familia y tenía que ver por mi mamá y hermanos. Siempre he trabajado, pero no me alcanzaba con lo que ganaba. Decidí migrar, le conté a mi mamá y me dijo 'vaya, hijo, en nombre de Dios, que usted donde vaya le va a ir bien'", manifiesta el joven.
Apoyo total
Sobre la partida de su retoño, Laura reflexiona que "en el momento que decidió irse fue duro, pero tú no le puedes quitar a tu hijo la oportunidad de tener otra calidad de vida, de tener mejoras en todo sentido, de que se coma y ponga lo que él quiera, porque allá no lo iba a tener. Toda mejora tiene un sacrificio, no me quedaba más que apoyarlo".
Como tantas otras madres de diversos rincones del mundo, Laura vive el dolor de la separación. "La ausencia de Nacho ha sido lo más difícil. A veces para uno ni siquiera la parte económica es importante. Tú no te comes una arepa feliz si no tienes a tu hijo a tu lado", dice.
Para Ignacio lo más complejo es convivir con la idea que "le pase algo a mi familia y no esté para ayudar. Lo estoy viviendo ahorita y es algo que no sé cómo expresar, es lo peor del mundo. Mi mamá llegó el 24 y a mi abuelita paterna, que es mi amor igual, le dio un infarto el 23. Me lo dijeron ayer (martes) y entonces ya cambió todo, yo estoy muy feliz, mi alegría es única, pero a la vez estoy muy triste por lo que estamos viviendo junto a mi mamá hoy".
Hoy madre e hijo enfrentan la incertidumbre lejos de su tierra sobre el estado de salud de su abuela paterna, quien estuvo junto a él desde sus complejos días de infancia.
Un milagro
Desde que nació, el joven tuvo que enfrentar pruebas complejas.
"Ignacio ha luchado mucho. Nació a los seis meses con una cardiopatía congénita y tenía tres comunicaciones interventriculares en el corazón, es decir, tres orificios que generaban que la sangre se le intoxicara en el cuerpo", comenta Laura.
A los siete meses le realizaron la primera intervención quirúrgica, al año le cerraron una arteria pulmonar y al año siguiente tuvo la operación más riesgosa de todas.
"Le hicieron una operación a corazón abierto, donde le tuvieron que sacar su corazoncito para ponerle una tela especial y volvieron a ponérselo. Vino un médico alemán a operarlo y cuando iba subiendo a pabellón mandó a decirme que él tenía todos los conocimientos científicos, pero si yo creía en alguien que le pidiera, como queriéndome decir que si todo salía bien era un milagro. Firmamos un libro que señalaba que había un 5% de posibilidades que saliera vivo de esa operación, sin embargo, yo lo firmé, porque estaba segura que él saldría de allí", rememora.
Tras la intervención, estuvo conectado a respiración artificial por dos meses y casi fallece por una infección. Luego de esto, el pronóstico no era alentador.
"Me decían que no iba a caminar, que no iba a tener dientes, que iba a ser muy flaquito y no iba a crecer. Pero mira, tiene una dentadura perfecta, mira el tamaño que tiene. Me decían que no iba a caminar y al año se puso a andar. Gracias a Dios después de eso nunca más ha tenido dificultades de salud", sostiene la madre.
Laura manifiesta que "nosotros vendimos la casa y el carro, quedamos en la calle con una cocina y una cama. Tocamos todas las puertas que pudimos hasta que conseguimos los recursos para operar a nuestro muchacho, que no es cualquier hijo, es un hijo al que tú le has dedicado toda la vida".
Ahora es Ignacio quien dedica toda su vida a la familia. Día a día se esfuerza por salir adelante y "más adelante traer a vivir a mi madre y hermanos a Chile, para que podamos crecer todo juntos", sostiene el luchador joven.