La luchadora emprendedora que montó su propia pescadería
En el local Santa Ana las mujeres ejercen el poder. Lideradas por María Inés Leiva, ellas hacen de todo: manejan, cargan, negocian, filetean y cobran. Y les va muy bien.
En sus inicios María Inés Leiva San Martín, nacida y criada en San Antonio, hija de pescador, se desempeñó en la pesca artesanal como encarnadora. Ella, una mujer inserta en un rubro de hombres como la pesca, se había puesto una coraza para sobrellevar la rudeza del ambiente.
"A los 15 años estaba en la caleta, arriba de los botes. Fue una experiencia traumática porque iba con mi hijo y él se mareaba". En ese entonces a María Inés le pagaban 1.500 pesos por cada mil anzuelos. "Era una vida difícil, además fui mamá a los 15 años y me tuve que hacer cargo de mis hermanos", recuerda esta luchadora mujer con la paz que da la perspectiva del tiempo.
En taxi a las brisas
Para ganarse la vida luego se dedicó a vender pescado en el balneario de Rocas de Santo Domingo. Iba a pie, con una caja de pescado fresco a cuestas. Así se fue haciendo una creciente clientela hasta que conoció en 1994 al chef Carlo Von Mühlenbrock.
"Le pedí un vaso de agua y le ofrecí el pescado que me quedaba", cuenta. Luego entablaron conversación y el mediático cocinero le contó que recién había llegado a trabajar en un restaurant en el exclusivo Condominio Las Brisas. Entonces quedaron de acuerdo en que la primera entrega sería un lenguado y unos choritos. "Más caro me salía el taxi a Las Brisas que el pedido", confiesa entre risas la matriarca de la Pescadería Santa Ana.
El pago de ese taxi fue la mejor inversión que María Inés Leiva pudo hacer. Al llegar al condominio la presentaron a la administración y le ofrecieron el local de pescadería del centro comercial.
El mandato era hacer una pescadería de lujo. "Al principio estaba sola y no había gente en el condominio porque recién se estaban instalando las casas".
Los primeros años fueron duros hasta que le dieron los pedidos del Club House. Así se convirtió en proveedora de un restaurant con demanda permanente. En este desafío la apoyaron sus hermanos. "A Las Brisas llegué como un diamante en bruto. Me daba miedo relacionarme con la gente pudiente del sector", confidencia.
Ya han pasado 24 años desde el incierto comienzo y María Inés es muy querida en el centro comercial. "Con el tiempo me fui puliendo, la recepción de la gente siempre fue buena. Además, me vieron trabajando, porque nunca dejé de limpiar pescado".
Así entonces la gente fue tomando confianza y María Inés también se fue adaptando a su clientela. "Hubo que enseñarles a comer pescado fresco porque la mayoría estaba habituado al pescado congelado. Tuve que aclararles que el congrio era rojo y no blanco. En la pescadería damos todo listo para llegar y cocinar. El cliente paga la atención. Por ejemplo, las machas las damos desconchadas y los erizos sacados", explica con convicción.
Con su amiga
Hace 23 años María Inés trabaja con su amiga Regina, quien le tutela la caja de la pescadería. "Íbamos juntas a entregar pedidos a Santiago", recuerda.
La pescadería atiende los sábado, domingo y festivos durante el año. En verano abre todos los días. El principal proveedor de la pescadería es su hijo, Claudio Belmar, el mismo niño que fue tan difícil de criar cuando ella sólo tenía 15 años y frecuentaba la caleta de pescadores.
Claudio aprendió a su lado, se crió en los devenires de la venta de pescado y actualmente es de los principales proveedores de frutos del mar de San Antonio. "Mi hijo floreció en su actividad empresarial. Es un gran apoyo y me viene a dejar el pescado directo a la pescadería. No me tengo que mover de mi escritorio", cuenta con satisfacción la madre.
Las mujeres roncan
En las labores de la pescadería trabajan sólo mujeres. Ellas cargan, manejan, filetean, negocian y cobran. La hija de María Inés, María Teresa de Jesús Saavedra, es estudiante de Derecho en la Universidad de Viña del Mar. De lunes a viernes asiste a clases y los fines de semana se viene de vuelta a San Antonio para ayudar a su madre en los quehaceres de la pescadería. Con toda naturalidad cambia los libros por el delantal de trabajo y se pone a desconchar mariscos. "Llegué a la pescadería con sólo un año. Mi madre me enseñó a filetear", narra orgullosa la hija.
Desde pequeña sabe todo lo relacionado con el negocio y este esfuerzo que hace semanalmente le da los recursos para ser independiente. La "Mari", como la conocen en la pescadería, estudia leyes porque era el deseo de su madre y tiene vocación de justicia. "Uno nunca tiene que olvidar de donde viene. Aunque estudies la carrera más formal, ignorar las raíces no es de humanos", asevera la joven de 24 años.
La otra hija se llama Claudia, es contadora y también consiguió trabajo en el condominio Las Brisas. Hace cuatro años María Inés montó un bazar en el mismo centro comercial, a un costado de su pescadería. Los mismos clientes la fueron surtiendo de mercadería. Empezaron como una tienda de artículos deportivos pero ahora tienen de todo un poco: juguetes, muñecas, ropa, artículos para el hogar, hasta condones, dice entre risas esta emprendedora sanantonina.
En televisión
El trabajo como emprendedora de María Inés Leiva ha sido reconocido en los medios de comunicación. Ha tenido participación en sets de televisión y figuración en la prensa escrita.
"He estado con mis pescados en el Buenos Días a Todos y en Mucho Gusto. También salí en el diario La Tercera, en el suplemento de Mujer a Mujer, como emprendedora destacada de San Antonio". En la pescadería también ha atendido a clientes célebres como la actual alcaldesa de Providencia, Evelyn Matthei. "Si le tengo que pegar una chuchada, se la pego", cuenta María Inés para graficar la confianza que ha alcanzado con sus clientes.
Matriarca
María Inés Leiva ha sabido enfrentar la adversidad y siempre ha sorteado los obstáculos trabajando. También ha sabido ser paciente y apostar al largo plazo, como se puede ver en los valores que les trasmitió a sus hijos que han continuado su legado. María Inés es una mujer perseverante que se hizo fuerte en la rudeza del ambiente. Por su huella, hecha con esfuerzo y sacrificio, caminan sus afectos más cercanos.
-¿Qué se necesita para ser emprendedora?
-Hay que ser perseverante, guerrera, luchadora, responsable. Desde siempre fui emprendedora. He podido superar todo, lluvia o terremoto, siempre estoy ahí. No hay que dejar de luchar para tener lo de uno. En el futuro imagino que mi familia mantendrá el trabajo, cuidándolo y haciéndolo crecer.
-¿Qué le recomendaría a la gente cuando compra pescado?
-Que sepa elegir dónde comprar y que busque calidad por sobre cantidad. La gente está comiendo más saludable y a nosotros nos conocen porque vendemos bueno. A la pescadería llegan de todas partes, de Rocas de Santo Domingo, de Rapel, incluso ha llegado gente de Talca a comprar pescado. Nuestros alimentos tienen garantía, si algo sale malo se devuelve inmediatamente. Lo importante es que la gente aprenda a comer pescado porque es saludable.