El último caballito de palo del fotógrafo del paseo Bellamar
A sus 82 años, Jorge Escudero Montaner estuvo trabajando un mes y ocho días para dar "vida" al caballar de fantasía que quedará como herencia para uno de sus hijos.
Jorge Escudero Montaner tenía apenas 14 años cuando tomó la decisión más importante de su corta vida. "Me fui de la casa donde vivíamos en Rengo porque mi papá no me quería. Me pasaba retando todo el día porque yo era demasiado intruso", recuerda en el comedor de su pequeño departamento de la población Las Planicies de Bellavista, mientras una olla con comida espera su cocción exacta.
Un año antes de abandonar la vivienda familiar, el pequeño Jorge había aprendido de su propio padre la técnica para sacar fotografías en una antigua máquina de cajón. El aparato pertenecía a un señor que él le decía abuelo, pero que en realidad era un compañero de juerga de su progenitor.
Justo en ese tiempo el "abuelo" murió y la vetusta cámara quedó en la casa de la familia Escudero-Montaner en Rengo, en la Región de O'Higgins. Por eso, cuando decidió arrancar de su padre, lo primero que hizo fue agarrar la máquina de cajón y, sin decirle nada a nadie, emprendió rumbo al pueblo de San Fernando, específicamente a la casa de su tía Juanita. Ahí tendría cama y alimentación.
A trabajar
Apenas llegó a su nuevo hogar, su tía Juanita, a la que reconoce como su segunda madre, le enseñó a cocinar. Esos conocimientos le sirvieron para encontrar empleo al poco tiempo en el restaurante Oriente de San Fernando. "Ahí hacía aseo, pelaba gallinas, patos y papas", cuenta.
En sus días libres, sábado y domingo, se dedicaba a recorrer canchas de fútbol y los pueblos cercanos, siempre acompañado por su cámara de cajón.
"En esos tiempos las fotos eran grito y plata. Me acuerdo que para los pueblos la gente me invitaba a almorzar e incluso me daba hospedaje, aparte de pagarme un buen precio por las fotos", rememora sobre los tiempos mozos del oficio que lo hizo conocido en todos los alrededores de San Fernando.
"La gracia que tenía era que en cinco minutos la fotografía estaba lista y podía entregarla en el mismo momento. La gente quedaba muy contenta y agradecida de mis servicios". Y no solo eso. Su calidad de artista de la fotografía le permitía una buena llegada con el sexo opuesto. En esa época las pololas no le faltaban.
Rumbo a argentina
Tras cumplir con su servicio militar obligatorio, estuvo viviendo un tiempo en Santiago donde conoció a una mujer con la que decidió ir a probar suerte a Argentina. Su destino fue la localidad de Burzaco, ubicada dentro de la provincia de Buenos Aires.
"Allá me casé y tuve dos hijos, que me han dado siete nietos y dos bisnietos". Su paso por tierras trasandinas le sirvió para aprender otro oficio que lo ha acompañado durante gran parte de su vida: el de maestro de la construcción. También trabajó en una fábrica de productos plásticos.
Tras una década en Argentina, Jorge Escudero confiesa que enfermó de nostalgia. "Echaba de menos a mi familia, especialmente a mis hermanos y a mi mamá. Ya casi no quería comer y empecé a adelgazar".
Su regreso a Chile era inminente. Su esposa, por problemas del pasado, no quiso retornar al país, y a él no le quedó más remedio que emprender el camino de vuelta solo, dejando allá a su familia.
-¿Cómo se viajaba en ese tiempo a Buenos Aires?
-Tomaba un tren en la Estación Mapocho de Santiago hasta Los Andes. Y ahí nos subíamos a otro ferrocarril que cruzaba la Cordillera de Los Andes hasta Mendoza. Luego tomábamos otro tren que llegaba hasta la capital.
-¿Fue muy difícil dejar a su familia?
-Conversé con mi mujer. Le dije que ya no daba más y que volviéramos con los dos hijos, pero ella no quiso.
A san antonio
De regreso en Chile, se desempeñó durante largos años en la construcción, mientras seguía ganando dinero extra con la fotografía. "En Argentina un español me enseñó a ocupar las nuevas cámaras con negativos, así que no me quedé atrás en ese tema".
Al poco tiempo se enamoró de María Marín, con quien convivió varios años y de cuya relación nacieron tres hijos, los cuales viven en Santiago.
Durante muchos veranos, junto a un amigo de apellido Pacheco que tenía caballos de madera, vino al antiguo paseo Bellamar de San Antonio para ofrecer sus fotografías que causaban furor entre los niños que llegaban al principal punto turístico de la ciudad.
"La primera vez que vine a San Antonio fue a los 16 años, y de ahí no paré. Hasta hace 25 años, cuando definitivamente decidí quedarme en esta ciudad".
-¿Qué paseo Bellamar le gustaba más?, ¿el antiguo o el nuevo?
-El nuevo de todas maneras. El paseo y el mall le cambiaron toda la cara a ese sector de San Antonio, además de dar trabajo a mucha gente que antes estaba cesante. Hay personas que alegan porque el mall les tapa la vista al mar, pero no cuesta nada caminar un par de pasos para quedar frente al océano.
Personaje típico
En este último cuarto de siglo Jorge Escudero se ha transformado en un personaje típico del paseo Bellamar. A pesar del paso de los años, sus caballitos de palo siguen atrayendo a los turistas más pequeños, aunque no con la masividad de antaño.
Aprovechando sus conocimientos de carpintería adquiridos en el rubro de la construcción, durante las últimas décadas ha fabricado ocho caballos de fantasía para su negocio, los cuales fue vendiendo con el correr del tiempo. "Cada uno de esos caballos cuesta alrededor de 350 mil pesos actuales".
Con 82 años a cuestas (el próximo 10 de febrero cumplirá los 83), tiene claro que su oficio como fotógrafo está llegando a su recta final. De hecho, su edad y una hinchazón en su pierna derecha le impiden desplazarse con la agilidad de antes. Y, por lo mismo, baja solo dos días a la semana al paseo Bellamar para seguir retratando a las nuevas generaciones en su clásico caballito de palo.
"Estoy obligado a ir a trabajar un par de días porque la pensión que recibo (107 mil pesos) no me alcanza para vivir". Cada jornada laboral le significan entre 8 y 12 mil pesos que le permiten darse vuelta en la semana.
-De todas las ciudades donde ha vivido, ¿cuál le ha gustado más?
-En Pichilemu estuve casi 30 años y es ideal para vivir. Es un pueblo mucho más tranquilo que San Antonio.
-¿Algún sueño por cumplir, don Jorge?
-Me encantaría conocer la laguna San Rafael, pero eso es para los ricos, porque sale muy caro. Me gustaría tomarme un whiskycito con los hielos milenarios, jajaja.
Ultima misión
A fines del año pasado, Jorge Escudero se propuso uno de los últimos desafíos de su larga y recorrida existencia. "Quise hacer un último caballito de madera para dejárselo como herencia a uno de mis hijos que vive en Santiago. Para que lo coloque en el living y mis dos nietos puedan jugar con él".
La tarea no resultó sencilla. El octogenario fotógrafo fue hasta un matadero de Melipilla donde consiguió la piel, la cola y hasta las orejas de su nuevo caballar. Lo adornó con estribos, huasca y con una cómoda silla de montar. ¿El resultado? Un caballito muy similar a uno real.
Jorge Escudero está contento. Y se le nota. "Me demoré un mes y ocho días en hacerlo. Afortunadamente quedó muy bueno y será un bonito regalo para mi hijo, para que se acuerden de mí cuando ya no esté".