El kinesiólogo que dejó de ejercer para abrir un food truck
Diego Marín no estudió gastronomía por miedo a no encontrar trabajo, hace un año comenzó a dedicarse al rubro de la comida y notó que su creencia no era tan real.
Diego Marín (30) se licenció de cuarto medio en 2006 en el Instituto del Puerto, época en la que pensó que la carrera de kinesiología no era tan solicitada.
Comenzó a estudiar dicha carrera en la Universidad Andrés Bello en 2007, sabiendo que le gustaba la gastronomía. Sin embargo, sus propios miedos lo llevaron a no escogerla.
-¿Por qué estudió kinesiología?
-Me daba miedo estudiar gastronomía, que es algo que siempre me ha gustado. Me puse a pensar en otras carreras, mi mamá es enfermera y mi hermana es doctora y por otro lado mi papá es ingeniero. Sabía que no quería dedicarme a los números y estaba igual ligado al área de salud, por ellas dos, entonces conocía a chiquillos de generaciones más grandes de mi colegio y supe de la carrera de kinesiología, en ese tiempo como que recién estaba entrando en su boom la carrera y la escogí.
-¿Por qué el miedo a estudiar gastronomía?
-Porque pensaba que quizás no iba a tener trabajo si me dedicaba a eso, igual las cosas no resultaron de forma muy contraria con la kinesiología.
Cambio de rubro
Cuando Marín se tituló en 2013 comenzó a trabajar en la Mutual de Seguridad en Viña del Mar en distintas funciones como kinesiólogo, lo que duró entre tres años.
Pasó el tiempo y decidió volver a San Antonio, en 2016, para ejercer como kinesiólogo fue cuando optó por comenzar un emprendimiento.
-¿Cuál fue el plan al volver a San Antonio?
-Cuando volví quería trabajar como kinesiólogo igual, entonces comencé a trabajar con un colega, pusimos un gimnasio aquí en calle Huallipén, pero al pasar el tiempo el asunto se volvió insostenible y tuvimos que cerrar.
-¿Qué hizo entonces?
-En ese momento me di cuenta que era hora de comenzar a trabajar en algo que me apasionaba, que era la comida. Así que con mi papá decidimos comenzar con un restaurante en Algarrobo, que es donde vivo ahora, pero había que invertir mucho y no lo teníamos.
-¿Tuvieron que darle un giro?
-Exacto, buscando llegamos a que un food truck quizás era una mejor opción, teniendo en cuenta el enfoque que le queríamos dar. Ahí llegamos a la micro, que es del recorrido de San Antonio, pero que fue dada de baja por los años de servicio. Con mi papá estuvimos remodelándola por casi tres meses.
La Liebre
En septiembre de 2018, Marín abrió su food truck, ubicado en Gregorio Mira frente a la caja de compensación La Araucana con ayuda de su padre y su esposa.
-¿Su familia fue un apoyo grande?
-Sí, mi esposa es educadora de párvulos y no estaba trabajando así que ella me podía ayudar con la caja y mi papá me ayudó a arreglar la micro para que quedara totalmente equipada.
-¿Por qué su esposa dejó de trabajar con usted?
-Porque La Liebre nos fue dando más ingresos y consiguió abrir su propio jardín infantil, entonces prefiero que ella se siga dedicando a su área y yo en lo que me apasiona.
-¿Cuál es el enfoque del proyecto?
-Queríamos dejar de lado lo típico de la comida rápida y los completos, que es algo que me gusta mucho, pero queríamos llevar el tema del food truck a un nivel superior, algo un poco más gourmet y con una presentación bonita y así salir un poco de la base típica del carro.
-¿Buscaba romper un estigma se podría decir?
-Sí, totalmente, queríamos que la gente no tuviera miedo de venir a comer a un carro. Contamos con todas las normas de higiene necesarias. Había que hacer que la gente dejara de pensar que comer en un carro era malo y además entregar algo que quizás no se da mucho en San Antonio, desde el punto de vista más gourmet de un food truck.
-¿Qué tal la recepción del público?
-Al principio costó un poco porque la gente piensa harto que se va a enfermar comiendo en un carrito, pero de a poco fuimos subiendo la clientela.
La familia
Hace tres años, Diego Marín, se casó y es padre de un niño de tres años. Por lo mismo, ha tenido que compatibilizar su trabajo en La Liebre con su vida en Algarrobo.
-¿Fue un cambio muy drástico pasar de estar trabajando como kinesiólogo a dedicarse a la cocina?
-Fue un cambio, de todos modos, pero cuando nos juntábamos con mi familia, yo siempre terminaba cocinando y todos me decían que me quedaba bien lo que hacía, ellos me animaban a seguir aprendiendo de cocina por lo que me fue más fácil cuando empezamos con esto.
-¿No fue tan sorpresivo entonces para su familia?
-No, siempre supieron que esto me gustaba, de hecho cuando aún estaba en la universidad, los fines de semana que podía, hacia sushi y pasta para vender.
-¿Hay que compatibilizar mucho con el tema del food truck?
-Sí, igual un poco, sobre todo por el tema de las distancias. Además tengo un hijo chico que siempre quieren estar jugando, pero me las arreglo.
-¿Y con los horarios?
-Trato de organizarlo todo lo mejor que puedo, está el tema de que trabajo solo y por ende tengo que yo mismo ir a comprar cuando falta algo y todo. Por el momento trato de seguir la línea de estar desde el mediodía hasta las nueve de la noche, pero hay veces en que a las ocho no anda nadie, sobre todo cuando empieza a hacer frío.
-Cuando quedó sin trabajo como kinesiólogo, ¿sintió que estaba llegando a lo que no quería llegar si estudiaba gastronomía?
-Sí, había arrancado, por así decirlo, de la gastronomía para no quedar sin trabajo, pero me estaba pasando eso mismo con la carrera que estudié que creí que no me daría eso. Ahí fue cuando dije que no iba a quedarme otra vez sin trabajo y me decidí por la cocina.
-¿Cree que fue una buena decisión?
-Sí, me gusta la kinesiología, también por eso la estudié, pero cuando me dediqué a ella no me fue tan bien como sí me ha ido con La Liebre. Hoy tenemos una alianza con el Centro Cultural, en la que ellos nos mandan su calendario mensual y así nosotros les podemos decir a cuáles eventos asistir con el carro.