El cumpleaños de la más bella
Audrey Hepburn quiso ser bailarina, sufrió desnutrición y enfermedades durante la Segunda Guerra Mundial y luego deslumbró al público y los directores de cine. Hasta su muerte, apoyó causas humanitarias en África.
El cine
Muy triste, debió optar por otra profesión. Ahí surgió la alternativa de ser actriz. Comenzó participando en filmes educativos en Holanda, hasta que en 1950 en Inglaterra filmó 'One wild oat', donde tuvo el simple papel de recepcionista. La película se estrenó en 1951, con éxito relativo, pero marcó el comienzo de la carrera profesional de la fina joven belga.
Unicef
La vida sufrida en su adolescencia la marcó para siempre, siendo incluso testigo de varios fusilamientos -un tío y un primo, entre ellos- en las calles de su barrio, y de la descarnada persecución y desalojo de muchas familias judías asentadas en Holanda.
Las voces más multitudinarias distinguen a Marilyn Monroe como la mujer más bella de todos los tiempos. Su sensualidad disfrazada de ingenuidad, sus imágenes inmortales, además del misticismo de su vida, la ponen en el primer lugar a la hora de determinar la lista de las más atractivas celebridades.
Tal es la devoción que provoca su estampa, que su rostro es ícono del arte y el diseño pop, y los rankings, con el afán de no quitarle el galardón, hasta perdonan que el color de su cabello no sea real, y que el lunar, que enloqueció a varones por más de una década fuera pintado.
Quizá por eso los ojos más expertos, en especial los de grandes diseñadores de modas, ubican a otra mujer a la cabeza de la nómina de las más hermosas. Y no se trata de una estadounidense de la época de oro del cine, sino de una hermosa y delgada niña nacida en Bélgica en 1929, y que este 4 de mayo estaría cumpliendo noventa años. Se trata de Audrey Hepburn.
La fina belga nació en Bruselas nueve décadas atrás. Proveniente de una noble familia -su madre era la baronesa Ella van Heemstra, hija del gobernador de Surinam, a su vez descendiente de Eduardo III de Inglaterra-, sufrió el que llamó 'el hecho más traumático de su vida', cuando su padre reconoció abiertamente ser par- tidario de Hitler y del régimen nazi.
Durante la Segunda Guerra Mundial, con sus padres divorciados, Audrey se concentró en sus estudios de piano y ballet en Arnhem, Países Bajos, los que complementó con los de idiomas, llegando a hablar, a los veintidós años, y de manera perfecta, inglés, francés, holandés e italiano, más un precario pero comprensible español.
A los quince años ya era una gran promesa del ballet. Y, si se daba la oportunidad, danzaba en secreto. El poco dinero obtenido en esos pequeños trabajos, Audrey lo entregaba a la resistencia holandesa. Cuando audicionó para bailarina de alta exigencia, la pésima alimentación sufrida durante la guerra le pasó la cuenta y su musculatura y articulaciones no pudieron responder a la demanda superior. Desde 1940, sufrió desnutrición, anemia y graves problemas respiratorios. Cierta vez dijo en una entrevista: 'Comíamos una rebanada de pan hecho con pétalos de tulipán y algo de sopa aguada elaborada con solo una papa'.
Un papel más importante fue el realizado en 1952 en el filme inglés 'The secret people', donde la mujer de rostro y cuerpo de quinceañera deslumbra en varias escenas de baile.
Un año después salta a la fama filmando 'Roman Holiday', nada menos que junto a Gregory Peck, en el que fuera su primer rol en el Hollywood que pronto caería rendido a su encanto y belleza.
Con 'Vacaciones en Roma' -y apenas 24 años- se convirtió en la primera actriz de la historia que ganó un Oscar, un Globo de Oro y un premio Bafta, por un mismo papel.
Filmó en una década un sinfín de películas, todas exitosas, y se dio el lujo de trabajar junto a leyendas como Humphrey Bogart, William Holden, Mel Ferrer -con quien se casaría posteriormente-, Fred Astaire, Maurice Chevalier, Gary Cooper, Peter O'Toole, Cary Grant y Sean Connery, entre otros.
Pero sin duda con Rex Harrison y George Peppard fue con quienes protagonizó los mayores éxitos de su carrera: 'My fair lady' y 'Desayuno en Tiffany's', respectivamente.
Este último filme marca un antes y un después en la ya despampanante fama de Hepburn, pues reemplazó en él a Marilyn Monroe, quien desestimó el rol por considerarlo muy complejo, pues no se trataba de la niña ingenua de siempre, sino de un protagónico de mucho drama, creado nada menos que por Truman Capote.
Desde mediados de los '60, se dedicó más al trabajo benéfico que al de Hollywood, interpretando apenas cuatro filmes desde 1968 hasta su muerte, un cuarto de siglo después.
Estos recuerdos grabados a fuego inculcaron en su corazón la obligatoriedad de aprovechar sus virtudes y fama para lograr beneficios para los demás, en especial hacia los más desposeídos.
Su día a día se centró en el trabajo contra la propagación del sida y la desnutrición infantil en el continente africano. Ella siempre creyó que el paso de la Segunda Guerra Mundial había sido flagelador en la vida de muchos europeos, hasta que conoció la realidad de África, en especial en Somalía, contrastes que le hicieron ver que sus padecimientos al menos llegaron a un momento en que tuvieron fin.
La actriz visitó muchas veces este continente, siempre tratando de aportar desde su trinchera y posibilidades. Estando gravemente enferma, desahuciada por su cuerpo médico, Audrey Hepburn fue por última vez a Somalía, en un gesto que hasta hoy se destaca en la Unicef.
En el año 2000, esta misma organización la homenajeó con un bello monumento en su entrada principal. En el acto de inauguración se reveló que la mujer más bella de la historia cooperaba en secreto con ellos desde 1955, es decir, casi desde que comenzara su ascendente carrera cinematográfica.
Su adicción al cigarro le cobró la vida a muy temprana edad. Tras décadas fumando tres cajetillas diarias, un descarnado cáncer de colon le arrebató la vida en enero de 1993.