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Una historia de esfuerzo y sacrificio extendido por más de cuatro décadas llegará a su fin durante los últimos días de septiembre. La tradicional amasandería Alejandrina, ubicada en la esquina de avenida El Molo y La Marina, cerrará sus cortinas metálicas para siempre, dejando un eterno recuerdo entre los sanantoninos principalmente que viven o trabajan en el sector de Barrancas.
Justamente Alejandrina Amelia Seifer Muñoz, la actual dueña del negocio que lleva su nombre, comenta que quiere empezar a vivir otra etapa de su vida. Desea aprovechar de descansar, de cambiar su rutina que de lunes a domingo realizó por más de 40 años. "Una de las primeras cosas que haré será viajar, porque tengo muchas ganas de conocer otros países", reconoce la mujer que hace algunos años sufrió un infarto y tuvo que ser operada del corazón, dejando secuelas en su salud.
A sus 66 años de edad (9 de noviembre de 1952), cree que el tiempo dedicado a la amasandería ya fue el suficiente. Además, la seguridad en el sector la tenían preocupada. "Nos entraron a robar muchas veces en el último tiempo, se podría decir que durante los últimos dos o tres años sufrimos muchos robos en el local. La última vez se llevaron todos los chocolates. La verdad que eso tambén afecta, porque hasta pusimos alarmas y seguros y entraron a robar igual. Así que todos esos motivos también van pasando la cuenta", reconoce la comerciante.
Desde santiago
Alejandrina Seifer llegó a vivir a los 16 años a San Antonio, proveniente desde la comuna de Las Rejas, en Santiago.
"Allá hice la educación en un colegio público de Las Rejas y cuando tenía 16 años nos vinimos a la casa de mis abuelos maternos en San Antonio en el sector de Cerro Arena. Veníamos todos los veranos, por eso que nos gustaba esta zona hasta que finalmente nos vinimos. Mi primer trabajo acá fue acompañar a mi abuelito, de nombre Domingo Muñoz, que era vendedor de diarios. Íbamos al hospital por ejemplo y le dejábamos el periodico a todos los doctores y trabajadores", recuerda.
-¿Cómo recuerda aquel San Antonio de aquella época?
-Era muy diferente al de ahora. Donde más íbamos era al Paseo Bellamar, porque era lo más bonito. Llolleo también era muy lindo, aunque no tenía mucho comercio, si era muy bonita la plaza y todo el sector, con casas bastante lindas.
Amor sanantonino
Hasta que cuando tenía cerca de 20 años de edad, la mujer conoció a quien sería su marido y compañero de toda la vida en lo emocional y laboral.
"Trabajé con mi abuelo hasta que me enamoré, cuando conocí a mi marido, José Coño Henao. Nos vimos en un malón, que era lo que se hacía por esos años. Estuvimos pololeando un año y medio y después nos casamos", explica la señora Alejandrina.
Don José Coño era panadero desde chico y siempre tuvo la inquietud de dedicarse al comercio. "Lo primero que pusimos fue una fuente de soda en la población Barros Luco, comenzando la década de los 70. Lo que más se cocinaba eran los peroles, que era muy apatecido. Como estaba la Asociación de Fútbol de San Antonio al frente, ellos venían todos al local y les hacíamos pescados fritos o cosas que pedían", hace memoria.
Tras esta experiencia, se cambiaron defintivamente al local donde se instalaron hasta el día de hoy, en la esquina de El Molo con La Marina. "Antes funcionaba un local parecido que se llamaba 'El Trece'. Hasta que llegamos con mi marido y nos pusimos con el negocio, ya que vimos esta tremenda oportunidad", cuenta la comerciante.
-¿Cómo fueron los primeros años del negocio?
-My buenos, porque la gente nos empezó a conocer y a preferirnos. Lo que más se pedía eran los berlines, de hecho hay gente que hasta el día de hoy viene a comprarlos. Todo lo cocinabamos con mi marido, porque era un lugar pequeño y había que hacer de todo. Abríamos de lunes a domingo bien temprano, así que era harto el trabajo que se hacía.