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El inmenso dolor de una madre tras perder lo más preciado de su vida: su único hijo

María Santana (40) carga con una pesada mochila. Hace justo un año, Guillermo Leiva, su hijo de 16 años, se suicidó en San Antonio.
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El 8 de septiembre de 2012 será una fecha muy difícil de olvidar para María Santana (40). A las 19.14 horas de ese sábado, su único hijo, Guillermo Leiva (16), decidió quitarse la vida, luego de sufrir un quiebre amoroso.

Esa tarde el estudiante de tercero medio de la Escuela Industrial de San Antonio (Eisa) llegó hasta la casa de su abuelo, ubicada en calle Lauro Barros, en el centro de la ciudad, con una sola intención: tomar el revólver que se encontraba escondido en el dormitorio del segundo piso de la casa y terminar con su vida.

"Guillermo llegó bien a la casa de mi papá. Estuvo con mis hermanos conversando, pero nadie notó nada raro en él. Como todos estaban haciendo sus cosas, mi hijo aprovechó esa instancia para subir al segundo piso. Revolvió todas las cosas hasta que encontró la pistola que mi papá mantenía bien escondida. De ahí hizo un llamado telefónico de 18 segundos y después se mató", contó María, quien no puede aguantar la pena al recordar a su hijo.

"Cuando llegué al hospital, uno de mis hermanos, quien hace un año atrás había perdido a uno de sus hijos a causa de un accidente donde también hubo un arma involucrada, me trató de calmar, diciéndome que todo estaba bien, que mi hijo se iba a salvar, pero lo único que yo escuchaba era el sonido de las máquinas con las que trataban de reanimar a Guillermo", recuerda sobre ese terrible momento.

Y agrega: "veía a todos moverse de un lado para otro, pero sin entender nada. Hasta que de repente no sentí más el pito de la máquina y todo quedó en silencio. En ese momento salió una doctora y una enfermera. Me llevaron hasta una sala y me dijeron que habían hecho todo lo posible por estabilizar a mi hijo para trasladarlo a Valparaíso, pero que había fallecido producto de un infarto", relató.

En ese instante, la madre sintió que su corazón se apretaba. Su único hijo, por quien luchaba todos los días, por quien era capaz de dar la vida, se había ido para siempre.

"En ese momento, no entendía por qué Guillermo se había hecho ese daño, qué le había pasado para tomar esa determinación. El estaba en tratamiento ya que desde algún tiempo estaba con depresión, pero el terapeuta y el siquiatra me dijeron que estaba mejor, además yo lo veía bien", explicó.

"Me sentía tan culpable de no saber qué le pasaba a mi hijo. De no haber podido ayudarlo, de no haberme dado cuenta que estaba sufriendo. Se me vino todo el mundo abajo, pero lo que más me dolía era entender el porqué mi hijo se hizo daño de esta forma", explicó.

"Cuando entré a despedirme de Guillermo, lo besé por todos lados y lo apreté bien fuerte. Sabía que esa sería la última vez que estaría junto a él. En un momento le tomé la cabeza y me di cuenta como sangraba. No podía parar de llorar, por qué mi hijo se había hecho esto, ¡por qué! A lo mejor era mi culpa porque le pinté un mundo de fantasía porque yo quería lo mejor para él. Era lo único que tenía. Yo fui mamá soltera por eso mi única motivación siempre fue Guillermo. Todo era para él", contó.

un año

El domingo pasado se cumplió un año desde la muerte de Guillermo, y a pesar de que María ha tratado de seguir adelante con su vida, el dolor y la tristeza no la dejan ni por un segundo.

Cuando llega a su casa, después de su trabajo como supervisora de mantención en la Caja de Compensación La Araucana, su dolor vuelve a aparecer.

"Apenas abro la puerta de mi casa lo primero que veo es la foto de mi hijo. Voy a su pieza, que está tal cual como él la dejó. Veo sus cosas, su Facebook, su ropa, escucho la música que tenía en su computador. Incluso a veces duermo con su pijama para sentir su olor y me pongo a llorar, pero después me secó las lágrimas y me doy ánimo porque sé que él será quien me dé la fuerza para seguir adelante", confesó.

"Mi familia, los amigos de mi hijo, mis compañeros de trabajo han sido muy importantes para mí porque ellos me dicen que debo seguir adelante porque mi angelito está orgulloso de mí, pero a veces no me dan ganas ni de levantarme", reconoció.

"El otro día soñé con él. Me venía a buscar al trabajo para que nos fuéramos a la casa. Desperté tan contenta porque pensé que me iba a venir a buscar".

María revela que su hijo era muy querido por todos sus compañeros, quienes hasta el día de hoy la visitan para recordar al "Yeyo", como cariñosamente lo llamaban.

"Sus compañeros jamás me han olvidado. Vienen a verme, toman once conmigo, me hacen compañía y eso me hace sentirme más cerca del "Yeyo". Mi hijo era una buena persona, con valores, educado, un caballero, además era mi regalón. A veces dormíamos juntos porque como era tan grande su cama se le hacía chica. Éramos solos los dos, nos hacíamos compañía", rememora.

"Hay cosas que extraño mucho... todos los días cuando salía a recreo, Guillermo me llamaba por celular. Yo subía al tercer piso del edificio donde trabajo porque desde ahí se ve el patio del colegio y como mi hijo era tan regrande yo veía como me hacía chao. Me decía que me quería, me preguntaba cómo estaba. Esas cosas son las que echo de menos. Sus besos o cuando ensayaba la cueca porque pertenecía a un conjunto folclórico. Me hace mucha falta", dice antes de soltar un amargo llanto.

depresión

Durante su adolescencia, Guillermo tuvo varios problemas de autoestima. El estudiante medía un metro 95 centímetros de estatura y esa situación se había convertido en un verdadero problema para él.

Pero la depresión que padecía se agudizó mucho más cuando su primo Hugo Santana Pino (20) murió durante la madrugada del 21 de agosto de 2011, luego de recibir un impacto de bala en su pecho.

El joven universitario estaba en la casa de un amigo, cuando otro joven llegó con un revólver, ya que supuestamente había sido amenazado por unos jóvenes de Llolleo.

Mientras les mostraba el arma a sus amigos, este se disparó de forma accidental, hiriendo de muerte a Hugo.

Este lamentable episodio marcó un antes y un después en la vida de Guillermo. "El sintió mucho la muerte de su primo. A veces yo entraba a su pieza y lo pillaba mirando fotos de Hugo. Eran bien cercanos".

salud mental

Cada vez que María se entera sobre el suicidio de algún joven sanantonino, su cabeza se llena de recuerdos y de tristeza.

A ella le preocupa la gran cantidad de jóvenes que se ha quitado la vida durante estos meses, sobre todo porque aseguró que "en esta ciudad se suicidan muchos jóvenes que ven en la muerte el único medio de escape", dijo.

Cabe recordar que en 2012, veinte jóvenes se quitaron la vida utilizando diversos métodos. En lo que va corrido de este año, las víctimas superan las 26.

"Cuando a mi hijo le diagnosticaron la depresión, de inmediato acudí hasta el colegio para hablar con el director y los profesores porque Guillermo empezó a bajar las notas. La verdad es que ellos hicieron bien poco. Incluso un inspector me dijo que en su tiempo no existía la depresión y que eso se llamaba flojera. A pesar de todos los exámenes y documentos que acreditaban la enfermedad de Guillermo, nadie lo ayudó", sentencia tajantemente esta madre.

María piensa que las personas que padecen de alguna enfermedad mental en la comuna, en especial los jóvenes, no reciben la atención que necesitan, y que las autoridades deberían tomar cartas en el asunto, principalmente porque "no es normal que los jóvenes, que tienen toda una vida por delante y muchos sueños por cumplir, se quiten la vida, truncando todos sus sueños y dejando a sus familias sumidas en la tristeza", recalca.

"Hay personas que están con depresión y el sicólogo o siquiatra los atiende cada tres meses, y eso no es posible", alerta.

"En los colegios, por ejemplo, se preocupan que los alumnos no falten a clases o que se saquen buenas notas, pero alguien se ha preguntado qué pasa con los estudiantes en sus casas o en sus familias, por qué los jóvenes deciden matarse".

"Me sentía tan culpable de no saber qué le pasaba a mi hijo. De no haber podido ayudarlo, de no haberme dado cuenta que estaba sufriendo"

"Mi familia, los amigos de mi hijo, mis compañeros de trabajo han sido muy importantes para mí porque ellos dicen que debo seguir adelante porque mi angelito está orgulloso de mí"

"Hay personas que están con depresión y el sicólogo y siquiatra los atiende cada tres meses, eso no es posible".

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