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Juez fue rescatado por carabineros Turba propinó cobarde paliza a conocido árbitro

Robinson Romero cobró un penal que desató la ira de jugadores e hinchas de Unión Libertad, club que necesitaba ganar para campeonar.
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Robinson Romero es, por lejos, el árbitro con mejor desempeño dentro de la Asociación de Fútbol de Cartagena. Lleva 13 años como réferi amateur y dentro de su currículo figuran dos finales de copa Litoral, una final de copa Anfa y otra final de un Nacional. Por eso, el fin de semana pasado fue designado para dirigir el trascendental pleito de primera adulta entre Juventud Arellano y Unión Libertad, en la cancha de El Peral.

El duelo era clave para Unión Libertad, pues un triunfo le permitía quedarse con el título de la tabla general.

El encuentro estaba de meta y ponga, pero dentro de los rangos normales. A los 25 minutos del segundo tiempo todo cambió. El marcador iba 2-2 cuando Robinson Romero (38 años) tocó su pito para sancionar un penal a favor de Juventud Arellano.

Quedó la escoba. El hombre de negro fue insultado no sólo por los jugadores, sino también por los enfervorizados hinchas de Unión Libertad, que venían cómo el codiciado título se les empezaba a escapar de las manos.

Tras varios tensos segundos, Juventud Arellano cobró la falta y anotó el 3-2 a su favor. Lo que vino después fue un bochornoso y violento espectáculo que tuvo al juez Robinson Romero como principal víctima.

"El árbitro del partido fue agredido por una turba de jugadores e hinchas que le propinaron golpes de pies y puños en el rostro y diferentes partes del cuerpo", contó ayer el capitán de la Segunda Comisaría de Cartagena, Leonardo Alache, quien estuvo presente en el procedimiento.

Según el oficial policial, justo cuando se iniciaban los incidentes "alguien llamó a la Central de Comunicaciones informando de la situación, lo que permitió que un carro (de la tenencia) de Las Cruces se trasladara rápidamente al lugar".

Cuando los carabineros llegaron a la cancha de El Peral, el árbitro permanecía en el suelo en medio de un torbellino de combos y patadas, mientras unos pocos trataban de apaciguar los caldeados ánimos. En un segundo Robinson Romero se pudo poner de pie y corrió despavorido hacia el furgón policial como una manera desesperada de poner fin a su suplicio. Recién ahí pudo respirar más aliviado, aunque algunos miembros de la barra seguían con intenciones de agredirlo.

Carabineros tuvo que pedir refuerzos. Cinco patrullas arribaron al recinto para apagar la tensión. El réferi y los dos asistentes -que también fueron golpeados- tuvieron que ser sacados en un furgón policial y trasladados a la posta para constatar lesiones.

testimonio

"No me gusta dar entrevistas, pero si me atreví a hablar y a mostrar mi cara es para que esto no vuelva a pasar en ninguna cancha de Cartagena", aclara de entrada el protagonista de este negro capítulo del fútbol cartagenino.

Las secuelas de la golpiza están a la vista. Tiene dos hematomas que le desfiguraron el rostro, uno en su ojo derecho y el otro en el labio.

"Aún no entiendo la razón de tanta violencia. Era un partido normal, apenas había mostrado cuatro tarjetas amarillas y el penal había sido claro. Yo soy de Cartagena y muchos de los que me pegaron me conocen desde chico", reconoce el afectado.

"Me duele que ocurran estas cosas por mi mujer y mis dos hijos, que me pidieron que no siga arbitrando. Yo no vivo del arbitraje (trabaja como gasfiter), pero es mi pasión. No tengo miedo.

-¿Va a seguir arbitrando?

-Sí, quiero seguir.

-¿Lo habían golpeado antes?

-Nunca.

-Todavía me estarían pegando.

Pese a que el árbitro Robinson Romero no pudo distinguir a sus agresores, Carabineros puso la denuncia ante la Fiscalía identificando a varias de las personas que habrían participado en la golpiza.

"Quiero agradecer a carabineros, a la barra de la Arellano y al jugador de Unión Libertad Jorge Silva, que fue uno de los pocos que trató de defenderme", dijo el réferi.

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