La entrevista más difícil: mimo cuenta cómo son los choferes sanantoninos
¿Cómo hablar con alguien que no emite palabras?, ¿cómo entender lo que piensa? La tarea resultó más complicada de lo que se esperaba.
El mimo mira el semáforo, observa la luz roja y sale al frente de los autos.
Es una actitud temeraria, que raya en la locura, porque no podría saber si algún conductor distraído pisa el pedal del freno más tarde de lo que pensaba.
Pero eso al mimo no le importa, abre bien los ojos, sonríe en forma desmesurada y lanza tres bolitas al aire con las cuales realiza malabares.
Como si fuera la pista del circo más importante del mundo, como si frente a él estuviera la audiencia más encopetada de la comarca o como si en sus ajustadas maniobras se le fuera la vida, el artista callejero se esmera en lograr su mejor perfomance.
Pero el espectáculo es breve, intenso, pero efímero... fugaz.
Son 20 segundos en los que los estresados conductores de vehículos de San Antonio reciben un espectáculo circense en pleno Barros Luco con Curicó.
Sin bajarse de sus automóviles los conductores se convierten en el público de este joven mimo sanantonino que busca hacerse un camino en este arte en el que las palabras están demás.
Acto seguido y luego de atrapar con maestría la última bolita que quedaba en el aire, el artista se saca el sombrero, vuelve a exponer la mejor de sus sonrisas, y con ademán elegante y gentil ofrece su sombrero a los choferes para recibir el premio merecido, el que en forma de monedas reconocerá si su presentación ha sido satisfactoria o no.
El mimo recorre rápido entre los coches, salta, gesticula, corre, se cae y se vuelve a parar. Va de allá para acá, de acá para allá. Todo en los escasos segundos que tiene desde la luz roja a la verde.
Luego, cual torero que esquiva a un furioso animal, se hace a un lado y las máquinas de fierro con gente en su interior, continúan su camino hacia Llolleo. ¡Tarea cumplida!
Ya vendrán nuevas ocasiones en esta tarde en la ciudad-puerto para encantar a las personas en el camino a casa.
¿Conversación?
Me acerco al mimo a un costado del bandejón central en Barros Luco. Se sorprende, abre nuevamente los ojos, pero luego coloca una mirada inquisidora.
¿Cómo estás?, le pregunto.
Enseguida hace una sonrisa y muestra los dientes. Levanta el brazo derecho, empuña la mano y levanta el pulgar en signo de aprobación. A la vez abre más los ojos y mueve las cejas arriba y abajo. Todo intercalado con un insistente pitido. ¡¡¡tuit!!! ¡¡¡tuit!!! ¡¡¡tuit!!! ¡¡¡tuiiiiit!!!
Ah ya, fácil, entiendo que está bien, pienso. ¿Cómo ha estado la tarde?, vuelvo a preguntar.
Frunce un poco el ceño, repite ¡¡¡tuit!!! ¡¡¡tuit!!! ¡¡¡tuit!!! y abre la palma de su mano, la lleva a la altura del pecho y la mueve de derecha a izquierda dos veces.
Otra vez fácil. La cosa ha estado más o menos nomás a esta hora de la tarde. ¿Quién dijo que no se podía hablar con un mimo?
-¿A qué hora llegaste a trabajar?
-¡¡¡Tuit!!!, ¡¡¡tuit!!! y un largo ¡¡¡tuiiiiiiiit!!! En su mano muestra cuatro dedos y luego hace ademán de partirse por la mitad.
¿Habrá que escribirlo? Las cuatro y media. Obvio.
Enseguida el mimo se pone inquieto, mira insistentemente el semáforo. Hace el ruidito ese ¡¡¡tuit!!! ¡¡¡tuit!!! ¡¡¡tuit!!! que a estas alturas comienza a ser medio persistente...
Luz Roja. Hora de actuar.
Esta vez son las clavas el instrumento de sus malabares. Lanza una, dos... tres al aire y levanta la cabeza al cielo sin perder de vista los elementos.
Se da vueltas. Más rápido, más lento. Otra vez más rápido.
Hay sonrisas en los conductores de los colectivos a Tejas Verdes y La Campiña, al igual que en la micro que va a Llolleo.
Algunos niños se pegan al vidrio de la máquina, apuntan con el dedo y se ríen.
Pasan 20 segundos y¡ tataaaan!, listo.
Otra vez ¡¡¡tuit!!!, ¡¡¡tuit!!!, ¡¡¡tuit!!!, ¡¡¡tuit!!! y el sombrero.
Recibe monedas mientras el reportero gráfico del diario le toma fotografías.
Caen unas cuantas moneditas y los autos emprenden el rumbo. Hasta el próximo semáforo.
Ahí viene otra vez el joven sonriente mostrando los dientes y el sonido molestoso: ¡¡¡tuit!!!, ¡¡¡tuit!!!, ¡¡¡tuit!!!
-¿Qué es eso que tienes en la boca?
- ¡¡¡Tuit!!!, ¡¡¡tuit!!! Abre la boca y es un aparato plástico con el que hace los sonidos.
En lo avanzado de esta conversación ya se le puede entender algo de lo que dice. Lo usa porque es más fácil comunicarse con la gente. Sin ningún sonido la cosa se complica.
Lo dice. Pero en realidad interpreto que eso es lo que dice porque entremedio hace una serie de movimientos de manos y de pies, junto con abrir y cerrar de ojos y levantadas de cejas.
Coloca la cara más seria de la tarde, inclina las cejas y baja la boca. Cara larga.
-¿Pesados?
Pone el rostro más largo y con las manos hace señas como si fuera conduciendo furiosamente un auto.
-¿Estresados?
Repentinamente se alegra, salta, levanta otra vez su pulgar y lo lleva hacia el cielo una y otra vez.
-¡¡¡Tuit!!!, ¡¡¡tuit!!!, ¡¡¡tuit!!! dice el mimo en señal afirmativa. Gesticula otras cosas también, pero francamente no le entendí.
-Pero en general ¿son buena onda?
El mimo ríe y da a entender que sí. ¡¡¡tuit!!!, ¡¡¡tuit!!!, ¡¡¡tuit!!!
jóvenes años
Ya se le ha pasado un par de semáforos al mimo, pero no le importa. Está contento porque primera vez que lo entrevistan para el diario.
Se ríe, se siente satisfecho.
-Te ves joven ¿qué edad tienes?
Responde de inmediato, Levanta las palmas de las manos y las mueve brevemente, como haciendo la señal de esperar. Luego dice ¡¡¡tuit!!!, ¡¡¡tuit!!!, ¡¡¡tuit!!! y logró entender algo.
-¿16? ¿16 años?, le pregunto.
El artista salta de alegría, le entendí de inmediato.
-¿Tan joven?
¡¡¡Tuit!!!. Bueno, para qué voy a poner que dice ¡¡¡tuit!!!, ¡¡¡tuit!!!, ¡¡¡tuit!!! si se entiende a estas alturas que el mimo hace ese ruidito que ya resulta cargante. Pero él es feliz porque insiste con eso.
Enseguida hace unos gestos. Levanta los codos, los trata de juntar. Abre y cierra los ojos, gira la cabeza...
-Me pillaste, no entiendo...
Vuelve a insistir en los mismos movimientos, casi como espasmos. Parece decir que no importa ser tan joven.
Hace una señal en el corazón como queriendo comunicar que eso es lo que le gusta. Es lo que le viene desde su interior.
-¿Todos dan platita aquí?, insisto mientras sigue moviendo los brazos y las manos.
Por la cara que puso el mimo, parece que no. Se agita, levanta las manos y parece reclamar algo, a la vez que mueve la cara como mirando hacia el lado y haciéndose el loco.
-¿Hay quienes se hacen los desentendidos para no dar una moneda?
La cara que puso el mimo es de alegría. Eso es lo que quería decir. ¡¡¡Tuit!!!, ¡¡¡tuit!!!
-¿Pero lo importante es el arte o la moneda?
Otra vez cara seria. Gira, se encoge, levanta las manos.
-¿Las dos cosas?, le digo...
-Y el dedo meñique en alto da a entender que sí, el arte es más importante.
-Gracias mimo, te felicito por la conversación...
El joven se relaja, baja los brazos y pasa su mano por la frente como diciendo: ¡uf, por fin!
Luego dice ¡¡¡tuit!!!, ¡¡¡tuit!!! ¡¡¡tuiiitttt!!!!