Los rescates que marcaron a uno de los salvavidas más experimentados
El cartagenino José Leandro Olivares comenzó a los 17 años con la misión de rescatar a quienes se aventuran sin cuidado en el mar. En muchos casos se quedó esperando las gracias.
"Una vez me tocó rescatar el cuerpo de un marino que se ahogó aquí. Era un joven que estaba en la Escuela Naval, había entrado recién. Nadie sabía que se había ahogado, hasta que lo echaron de menos. Fue un drama, estaba toda la familia aquí. Era algo muy fuerte que cuesta aceptar", dice José Leandro Olivares (52) en Cartagena.
Es un día de semana, cientos de personas llegan a la playa cartagenina para disfrutar del refrescante mar y de las olas, que en esta ocasión están inusualmente altas.
Veraneantes de todas las edades, colores y tamaños abarrotan esta playa, Olivares los mira con atención buscando a quien pudiera estar cometiendo alguna imprudencia. Hasta el momento, el verano ha sido tranquilo, no han tenido rescates de importancia y quiere que siga siendo así, no por flojera u otra cosa, sino por la seguridad de las personas.
El salvavidas José Leandro Olivares es nacido y criado en Cartagena. Es más, ha vivido prácticamente toda su vida frente al mar en el sector de Playa Chica, así es que siempre ha tenido el ruido de las olas y la inmensidad azul de las aguas como telón de fondo. Por eso cada vez que se aleja de este paisaje, siente la necesidad de regresar a la brevedad.
"Llevo 18 años en Playa Grande, pero en general tengo 29 temporadas en esta labor", señala y recuerda que siempre quiso ser salvavidas, porque eran importantes, porque atraían las miradas de las chiquillas y en la playa, tenían un poder que era interesante.
Dice que conoce muy bien las corrientes de la Playa Grande. Sabe dónde están los pozones más peligrosos y por dónde es más fácil internarse en el mar. Todas cosas que un especialistas en rescate debiera manejar al dedillo, no así lo miles de despreocupados visitantes.
Está tranquilo, se acomoda la chaqueta fosforescente amarilla y mira hacia el horizonte. Dice que a lo largo de su carrera le ha tocado participar en muchas acciones de riesgo; la mayoría con saldos positivos, vidas que se salvan, caras que sonríen, expresiones de alivio y de agradecimiento.
Pero son las muertes, las pérdidas, los dramas los que no salen de su mente.
"Aquí nos ha tocado vivir de todo. Hay que tener en cuenta la cantidad de gente que viene a esta playa. Y antes era más aún, ya que el tren llegaba a Cartagena. Calculo que en un fin de semana peak aquí se juntan 30 mil personas, y si es que no me quedo corto. Había mucha gente en estado etílico en la playa, en condiciones que no son como las de ahora. Entonces ocurrían varias emergencias que nos tenían bien atareados", comenta.
-¿Antes cuánta gente trabajaba en esta playa?
-Antes éramos cuatro personas para una extensión mayor a un kilómetro. De aquí más allá de la playa El Ensueño.
-¿Y si había una emergencia lejos?
-Teníamos que mandarnos los piques nomás. Corriendo.
-¿Qué situaciones de emergencia recuerda más?
-Hubo varias. En 1981 llevaba mi segundo año como salvavidas y se ahogó un marino. Era joven. Entró a nadar muy adentro y en el trayecto de regresó se empezó a ahogar. Nadie lo vio. A última hora lo sacamos. Fue una tremenda tragedia. Además hay otras…
-¿Cómo cuáles?
-Una vez se ahogó un niño en el sector de las rocas. Estuvo perdido durante todo el día. Lo buscamos, la familia estaba ahí desesperada, pero no había caso. Como a las 20 horas el mar lo sacó a flote. Me tocó salir a buscarlo y rescaté el cuerpo. Ahí me metí en un problema tremendo.
-¿Sacó el cuerpo y más encima tuvo problemas? ¿Con los familiares?
-Con la justicia. Se me llamó a atestiguar y quedé como que yo había sido prácticamente el causante del accidente. Fui citado al juzgado y parecía que yo era el culpable de todo. Me dijeron: qué estaba haciendo yo ahí cuando apareció el cuerpo, cómo sabía yo que iba a salir en ese lugar.
-¿Qué les dijo a las autoridades para convencerlos?
-Les conté que yo conocía bien la playa, que sabía de las corrientes y de los lugares donde se presentaban los mayores problemas, pero así y todo estuve como un año en los asuntos legales. Fue una mala experiencia porque yo sólo quería ayudar.
El maldito alcohol
El alcohol y el trago han sido una constante que aparece reiteradamente en el caso de emergencias en el mar. Por lo general, osados bañistas con copas de más en el cuerpo insisten en entrar al agua, aunque se les diga una y otra vez que algo les puede suceder. No hay caso… los curados son los peores.
Con varios de ellos debió lidiar Leandro Olivares. Algunos hacen caso y se van a pasar la mona a otro lugar, pero hay también aquellos que son más porfiados y no responden a nada. Esos son los que la pasan peor.
"Una vez llegó una delegación de San Bernardo. Era un equipo de fútbol que estaban celebrando algo parece. Todos llegaron con trago muy temprano. Esa persona era jefe de algo y cuando se vio en la playa se metió al agua. Lo sacaron la primera vez medio ahogado. Lo recuperaron, se volvió a meter y la tercera vez le dio un ataque al corazón y se ahogó. Cuando entramos a trabajar como a las 9 de la mañana esta persona estaba flotando en el mar sin que los demás que andaban con él pudieran hacer algo", dice.
-Fue un duro
espectáculo…
-Sí. No hizo caso y al final murió.
-Eso queda en la memoria…
-Claro y cuesta asumirlo. Hace un tiempo rescaté a una niñita que se estaba ahogando. Estaba mal, actué rápido y la saqué a la orilla. Los padres estaban llorando desesperados mientras le hacía las labores de reanimación. Gracias a Dios la pequeña reaccionó y respiró.
-Buena labor…
-Pero eso no fue todo. Al tiempo después llegó a la playa el papá de la niñita. Me vino a agradecer por lo que había hecho. Me abrazó y se puso a llorar desconsoladamente. Le dije que se calmara, que lo entendía, pero después me contó que la pequeña había muerto en un incendio. Su mamá en Santiago tenía que salir a trabajar y la había dejado encerrada con llave en la casa. Hubo un incendio y la niñita junto a su hermano murió. El hombre no lo podía asumir.
-Fuerte.
-Sí, hasta el día de hoy lo recuerdo.
-¿Leandro, le pasa mucho que la gente le agradece?
-No, muchas veces la gente no da ni siquiera las gracias por lo que uno hace, pero entiendo. Uno está para esto.
-¿Está para arriesgar la vida por los demás?
-Sí, al final vale la pena.
-¿Todavía?
-Sí, para mí todavía merece que me arriesgue por los demás.
