El relojero más antiguo de San Antonio dice que aún tiene cuerda para rato
Mario Riquelme Jones ha vivido entre manecillas, engranajes y pernos. En ellos descubrió una razón de vida.
En un costado del pequeño local 24 de la galería Mar del Pacífico de San Antonio, Mario Riquelme Jones, de 81 años, observa con detención un pequeño reloj y manipula con cuidado unos instrumentos de metal dignos de un cirujano.
Utiliza una lupa sobre su ojo derecho para ver mejor y una luz le brinda la luminosidad necesaria.
Con su mejor pulso coloca uno a uno los pernos, mientras un cliente lo espera ansioso a un costado del mesón.
El local de la Relojería y Joyería Riquelme es chico, bastante chico para las tres personas que allí laboran, pero no importa porque parece que aquí todo se hace en pequeño. Claro, porque se trabaja en relojes y en joyas que necesitan movimientos afinados y certeros.
En las paredes se puede ver un reloj cucú que funciona silenciosamente. Espero unos minutos pensando que de un momento a otro asomará un pájaro para que indique que una nueva hora ha comenzado, pero avanzan las manillas y del ave nunca se supo.
En la mesa de trabajo de Riquelme se aprecian unos lentes de gran aumento, unas pilas chicas redondas, cajas con tornillos, cables, herramientas extrañas, aparatos electrónicos para medir el voltaje y una serie de cosas propias de relojero que sólo ellos entienden.
Mario Riquelme se lleva el reloj que estaba reparando al oído, como para escuchar el latido del corazón mecánico de la diminuta máquina, lo sopla, lo vuelve a mirar y dice: ya, está listo.
Se lo entrega al cliente, éste lo mira con satisfacción -reconocía con anterioridad que hace años que estaba detenido- se lo pone en la muñeca, lo luce, recibe la boleta y se retira conforme.
Esa es la rutina que por más de 65 años ha cumplido Mario Riquelme Jones. Quizás muy similar a la que alguna vez soñó tener cuando por allá por los años 50 abrió su primer reloj y le "metió mano" para repararlo.
Riquelme reconoce que viene de una familia de relojeros. Es casi como una tradición. La comenzó su padre, un exfuncionario de Carabineros que una vez retirado, decidió aplicar sus conocimientos y habilidad para reparar relojes en su casa. Lo siguieron sus 3 tíos, al igual que él y obviamente, su hijo Mario Oscar.
Toda una vida ha dedicado Mario Riquelme Jones a, cual médico, recuperar la salud de relojes.
