Después de la tormenta, aún no llega la calma para las familias del campamento
A un año del brutal desalojo que sufrieron, continúan viviendo en igual e incluso peores condiciones que antes.
10 de abril de 2013. 8 de la mañana. Efectivos de Fuerzas Especiales de Carabineros de Valparaíso, apoyados por una máquina retroexcavadora, comienzan a destruir de manera implacable las cerca de 40 precarias viviendas que conformaban el campamento Seguir Avanzando, en la parte más alta del cerro Bellavista, justo en el límite entre las comunas de San Antonio y Cartagena.
Se ven imágenes dramáticas. Hombres, mujeres, jóvenes y niños gritando y llorando para que la fuerza policial no aniquile sus hogares. Pero no hay vuelta atrás. Los policías tienen la instrucción de cumplir el decreto emanado de la autoridad gubernamental, que ordenaba desalojar el terreno perteneciente al Serviu.
Entre las mujeres que lloran está Jéssica Sánchez (53 años), quien no puede resistir tanto dolor y en pocos minutos se desmaya al menos cuatro veces.
un año después
El jueves se cumplirá un año exacto del brutal desalojo que transformó en un montón de tablas inservibles lo que antes era un campamento ilegal. Y las cosas están lejos de mejorar para las cinco familias que, obligadas por la pobreza, tuvieron que seguir viviendo en chozas a pocos metros del terreno donde estaba el campamento y donde ahora se construyen unas canchas de fútbol y una pista de bicicross.
Jéssica Sánchez y sus dos hijas, Denisse (14) y Daniza (20), conforman una de esas cinco familias. Un reciente diagnóstico de la Casa Azul señala que Jéssica padece "un trastorno depresivo mayor severo y rasgos limítrofes de personalidad".
La enfermedad la detonó la muerte de su padre, Manuel Sánchez, hace un año y dos meses, y el desalojo de la toma terminó pegándole un golpe de nocaut. "Este último año ha sido horrible. En vez de mejorarme, he empeorado. Hay días que no tengo ganas de nada. Me siento muy mal", confiesa.
Jéssica está abatida. Dice que lo más denigrante para ella y sus dos hijas no es cocinar en la calle ni mojarse enteras cada vez que llueve, sino no tener un baño ni un pozo negro para hacer las necesidades básicas.
"Cuando empezaron a construir la cancha, a principios de enero pasado, nos sacaron el agua, la ducha y el baño que teníamos ahí al frente. Ahora tenemos que defecar en un tarro y esperar que oscurezca para ir a botarlo bien lejos. ¿Usted cree que es digno estar comiendo con el tarro por ahí cerca? Parecemos animales", se queja la mujer, quien hasta antes del desalojo trabajaba en una boutique del centro de San Antonio.
Ahora lleva más de un año con licencia médica. Vive con el sueldo mínimo, aunque ha pasado varios meses sin un peso en los bolsillos cuando le rechazan las licencias. "Estamos comiendo fideos casi todos los días", dice Denisse interrumpiendo a su madre.
"Siento una importancia muy grande. A la empresa que destruyó el baño, le pedí que nos hicieran un hoyo para hacer un pozo negro, pero siempre se fueron de negativa. No quisieron", cuenta con rabia.
"Yo no sé qué esperan las autoridades para darnos una solución definitiva a todas las familias que vivimos aquí. No podemos pasar otro invierno en estas condiciones", manifiesta. Y agrega: "sólo les pido que vengan a ver cómo estamos viviendo. Tengo mucha fe en este nuevo gobierno y espero que las cosas comiencen a cambiar".
En medio de tanta oscuridad, apareció una luz de esperanza en la vida de Jéssica. "Debido a mi enfermedad, el jefe del Serviu (Matías Eyzaguirre) me incluyó en un programa especial para acceder a una vivienda. Murió un caballero que estaba postulando a una casa y me la van a dar a mí. Ojalá me la entreguen luego, porque el frío aquí en el cerro no se soporta en el invierno", asegura.
-¿Qué le pediría a las nuevas autoridades de Gobierno?
-Que nos ayuden porque hasta ahora nadie se inmuta por nosotros.
PROMESAS INCUMPLIDAS
José Miranda (47), maestro eléctrico de oficio, es el presidente del campamento Seguir Avanzando. Desde antes del desalojo ha sido acusado por parte de autoridades del gobierno de la Alianza de tener una propiedad y de aprovecharse de la situación para adueñarse de una segunda vivienda. Él lo niega tajantemente.
"Si tuviera otra casa, no estaría luchando por una vivienda. Eso es mentira y lo puedo demostrar. Lo que sí es cierto es que ahora estoy viviendo de allegado en la casa de mi suegra", sentencia Miranda.
El dirigente está molesto no sólo por esas acusaciones en su contra, sino también por las discriminaciones y las promesas incumplidos que han soportado en el último año.
"Se nos dijo que éramos de Santiago, pero el mismo gobierno corroboró que todos éramos de la provincia. En abril la diputada (María José) Hoffmann organizó una mesa de trabajo en la Intendencia y el Gobierno se comprometió a muchas cosas, pero no cumplió ninguna", reclama.
"Nos dijeron que nos harían la ficha de protección social, que nos visitarían periódicamente. Incluso en agosto pasado la diputada Hoffmann nos dijo que seríamos los únicos chilenos beneficiados con subsidio habitacional, compra de terreno y mediaguas, pero todo fue un tongo. Nada se concretó", alega.
Miranda recuerda que gracias a las gestiones del consejero Roy Crichton y el diputado Víctor Torres asistieron a una sesión de plenario del Gobierno Regional, donde expusieron su caso.
"Fuimos más de 10 veces a Valparaíso. El consejero Manuel Millones (UDI) nos dijo que sólo teníamos que conseguir un terreno porque el Gobierno Regional ya había aprobado los recursos para comprarlo. Cuatro veces llevamos al dueño del terreno que queríamos comprar, junto a todos los documentos, pero la venta nunca se concretó. Y todavía no sabemos el porqué".
Un personero de la Alianza que pidió no ser identificado revela que tras enterarse de que el Serviu estaba de la compra del terreno, el propietario subió el precio, lo que terminó frustrando la negociación. "Efectivamente estaban los recursos para el predio y las mediaguas, pero la responsabilidad de buscar un terreno a un precio de mercado era de los dirigentes de la toma. Y eso no se hizo. Estas personas, a diferencia de lo que ocurrió con Villa Génesis, no quisieron seguir el conducto regular que hacen todos los chilenos vulnerables para tener su casa propia. De lo contrario, también podrían haber postulado a subsidios como lo hicieron las familias de la Génesis", señala la fuente, que siguió de cerca todo el proceso.
José Miranda insiste en que el tema no pasó por ellos. "Esperamos siete meses para que nos compraran el terreno. Siempre (las autoridades) nos decían que estábamos listos, pero al final no pasó absolutamente nada, todo se cayó. De los únicos que recibimos muestras de solidaridad fue de los vecinos de acá del sector, que nos ayudaron para el invierno pasado. Don Roy el diputado Torres también nos trajeron ropa y frazadas".
lo mas duro
El dirigente aún no puede sacarse de la cabeza el sufrimiento de las familias cada vez que llovió durante el invierno pasado. "Había 22 familias viviendo en carpas para el invierno pasado. Muchas se tuvieron que ir porque los niños se enfermaron y no podían seguir viviendo en esas condiciones".
Miranda dice que recién empezaron a ser escuchados nuevamente a partir del 21 de noviembre pasado, cuando Canal 13 emitió un amplio reportaje con sus pellejerías y su misería.
"Al otro día nos convocaron a una reunión en Valparaíso y ahí nos confirmaron que la compra del terreno se había caído. Nos rompieron toda la ilusión que habíamos acumulado en los últimos meses. Fuimos todos engañados", indica.
a la espera
Hace un par de semanas y gracias a las gestiones del alcalde Omar Vera, el municipio instaló un estanque de agua en el campamento donde hoy habitan las cinco familias que no tuvieron otro lugar donde mudarse.
Miranda cuenta, con algo de alegría, que el alcalde también se comprometió a entregarles cinco mediaguas que serán instaladas en un terreno, a pocos metros de las actuales chozas que ocupan, que ya fue desmalezado, aplanado y rellenado con maicillo para recibir las viviendas de emergencia.
"Esta será una solución provisoria mientras salen las casas definitivas. El noviembre, después del reportaje en Canal 13, el Serviu nos abrió las puertas y don Matías Eyzaguirre (jefe del organismo) nos postuló a subsidios de reemplazo a las familias que quedamos", explica.
-¿Y en qué consiste este subsidio de reemplazo?
-En que podemos acceder a viviendas definitivas en la medida que otros postulantes fallezcan o renuncien a la vivienda. Ya salieron dos subsidios (uno es de la señora Jéssica Sánchez y el otro de una madre con cáncer) y los otros estamos esperando. Yo estoy en el número siete de la lista, con la esperanza de que pronto nos pueda salir la casa propia, al igual que todas las familias del campamento.
-¿Qué llamado le haría al actual Gobierno?
-Estoy en contacto con la seremi de Vivienda. Sólo le pido que conozcan nuestro caso, porque nuestra gente no puede seguir esperando.
"Esperamos siete meses para que nos compraran el terreno. Siempre (las autoridades) nos decían que estábamos listos, pero al final no pasó absolutamente nada, todo se cayó", José Miranda, presidente del campamento