Ciclista de 70 años se fue hasta Leyda en su triciclo por aniversario de El Líder
El deportista Antonio Oyarce una vez más se volvió a superar. Esta vez recorrió 43 kilómetros en tres horas.
En la vida de Antonio Oyarce hay algo que lo impulsa a ir más allá, exigiéndose física y mentalmente.
Ese algo lo dará a conocer en esta crónica.
Sin esa ayuda extra uno no se explica cómo este hombre de 70 años, puede autoimponerse pruebas ciclistas que lo ponen en el límite de sus fuerzas.
Esta vez en homenaje a los 27 años de Diario El Líder que se cumplen hoy, el ciclista sanantonino se propuso realizar el recorrido desde las oficinas de este matutino en Barros Luco hasta la localidad de Leyda, todo a bordo de su fiel triciclo que lo ha acompañado desde por los últimos 30 años.
prueba
La mañana amaneció fría, por eso Antonio Oyarce se había abrigado más de lo habitual. Tomó un desayuno con un contundente ulpo para hacerse de energías, se colocó un casco sobre su jockey de ciclista, se acomodó el buzo largo y se aseguró con un par de guantes extras sobre los habituales utilizados en las pruebas deportivas.
Esta vez tenía en mente recorrer más de 40 kilómetros sólo en la mañana y para ello llegó lleno de energía a la hora acordada.
-¿Estamos, Antonio?
-Sí, estamos listos para salir a la ruta.
Y partió Antonio Oyarce con el ímpetu de un joven quinceañero. La idea era que nos encontraríamos en Lo Gallardo.
Pasaron algunos minutos y de pronto suena mi celular.
Era Antonio...
-¿Dónde está. Supongo que llegando a Lo Gallardo?
-No, no sabe nada don Roberto. Resulta que tuve un accidente.
-¿En serio? ¿está bien?
-Sí, gracias a Dios a mí no me pasó nada, pero el triciclo quedó bastante dañado.
-¿Qué le pasó?
-Pura mala suerte nomás. Lo que pasa es que yo le tengo puesto una barra que actúa como seguro del triciclo y se soltó. El fierro se metió en la rueda izquierda y me di vuelta de campana. Fue la media caída, quedé colgado, me pegué en la canilla, pero estoy bien. Una rueda se rompió entera. ¿Qué hacemos?
-Sí, yo creo que sí.
-Entonces lleve el triciclo de inmediato donde un mecánico amigo...
Entonces, Antonio Oyarce, lejos de amilanarse, enderezó como pudo los rayos retorcidos de la rueda de su triciclo y partió al taller de Germán Bustos, ahí en Avenida Chile.
Bustos es heredero de una tradición ciclista que comenzó con su padre Pedro Bustos y que ahora él se encarga de mantener y que su hijo tendrá la responsabilidad de perpetuar.
Gracias a la experiencia de Germán Bustos las ruedas quedaron en óptimas condiciones y el triciclo puso volver a la ruta.
"Este arreglo puede parecer sencillo, pero hay que saber hacerlo, porque las ruedas deben quedar firmes y lo que es más importante, derechas. Eso sólo se logra con la experiencia porque no hay ningún libro que te diga cómo hacerlo", dice el mecánico con orgullo.
La sonrisa volvió al rostro de Antonio Oyarce y por un momento, dibujó más arrugas en su rostro delgado.
Así las cosas, a las 12.20 horas, Antonio Oyarce se puso en marcha con la vista fija en el camino hacia Lo Gallardo por donde enfilaría hacia Leyda.
en la ruta
Antonio Oyarce está acostumbrado a las largas distancias a bordo de su triciclo. En su trayectoria deportiva que comenzó como ciclista tradicional, se cuentan viajes a San Fernando, Navidad, Lago Rapel, Algarrobo, Melipilla, entre otros.
Todo aquello suma miles de kilómetros.
El sanantonino avanza rápido por Lo Gallardo, haciéndole el quite a los perros que aparecen en la ruta, a los baches, los lomos de toro y por sobre todo, a los camiones que transitan habitualmente por este camino.
Por su costado pasan los autos, pasan las micros y los camiones. Algunos hacen sonar sus bocinas como entendiendo que aquel hombre delgado que pedalea frenético en un extraño triciclo, tiene algo de especial.
Oyarce los saluda con un movimiento de cabeza y se mantiene pedaleando, pedaleando y pedaleando.
Nosotros lo seguimos de cerca, atentos a su avance, cuando pronto aparecería la parte más difícil del trayecto.
Se trata de lo peor que puede encontrar un ciclista en el camino: las cuestas.
Y la subida de San Juan, kilómetros antes del tranque, es la primera valla difícil para este deportista (dejando de lado el porrazo que se mandó al principio de esta historia) y está dispuesto a superarla.
Oyarce se baja del triciclo apenas empieza a ponerse empinado el camino. Empuja el armatoste y avanza.
Con una determinación que sorprende, el sanantonino da zancada tras zancada decidido a dejar atrás esos 1.300 metros de subida en un corto tiempo.
Mientras camina empujando su vehículo de fierro, nuevos camiones se asoman en su camino, pero él no se deja intimidar.
Desde la cima de la cuesta todo es más rápido y el triciclo traga y traga kilómetros.
La cuesta que está a un kilómetro del tranque en dirección hacia la Autopista del Sol, no es rival para este decidido deportista. Oyarce aprieta sus manos al fierro, se pone de pie sobre sus pedales y empieza un pedaleo endemoniado que lo llevará a sortear con éxito ese escollo en el camino.
Ya Leyda está más cerca, la meta parece ser una insignificante propuesta que está pronta a quedar atrás.
En la llegada al pueblo no hay fanfarrias, no hay pancartas, serpentinas, globos ni autoridades. No hay concejales, consejeros regionales, bomberos, ni carabineros, sólo el orgullo de Antonio Oyarce.
De ahí el regreso hasta Diario El Líder por la Autopista del Sol es pan comido. Un caramelo para Oyarce.
Misión cumplida
Oyarce arriba en perfectas condiciones a nuestras oficinas en Barros Luco 2170.
El contador de kilómetros y cronómetro dirá que en esta oportunidad Oyarce demoró 3 horas y 8 minutos en recorrer 44 kilómetros 786 metros.
-¿Cómo calificaría esta prueba deportiva?
-Bien, sólo el infortunio que tuve al comienzo. Cuando comencé e iba por Llolleo noté que el triciclo se cimbraba mucho. Pensaba parar, pero justo se trabó la rueda y me di vuelta.
-¿Qué tal los camiones que se encontró en el trayecto?
-Hubo hartos, pero los conductores se portaron bien. Me saludaban. Cuando un chofer empieza a tocar la bocina desde lejos es porque lo estoy molestando. Uno se da cuenta de eso y se hace a un lado.
-¿En qué iba pensando mientras pedaleaba por la carretera?
-Más que nada iba bien concentrado en lo que iba haciendo, porque manejar un triciclo es mucho más difícil que una bicicleta. Entonces, hay que tener mucho cuidado.
-Antonio, entre nosotros, ¿qué es lo que lo impulsa a hacer este tipo de pruebas para un hombre de 70 años?
-El sanantonino se pone serio. En sus ojos brota la emoción y se toma la barbilla. -Antes de todo mi fe en Dios -responde- Siempre pienso en el Señor antes de salir al camino. Eso es lo más importante.
-¿Me va a decir que su fe es lo que lo impulsa a dejar atrás el cansancio y el dolor?
-Sí, la fe es importante. Dios me da fuerza, ánimo y energía.
-Es su respaldo...
-Efectivamente. Pero le voy a contar algo...
-Ya, ¿qué sería?
-En ciclismo es esencial que a une le griten.
-Qué le griten ¿qué cosa? ¿garabatos?
-De todo, que lo motiven, que le den ánimos. Y claro, también salen sus garabatos, jaja.
-Pero a Ud, en medio de la nada ¿quién le grita?
-Me grito solo.
-Se echa garabatos Ud. mismo...
-Sí, incluso me reto. ¿Sabe cuál es el grito que tengo yo?
-No...
-Es: ¡¡Vamos Llanqui!! ¿Ud. se preguntará qué significa Llanqui?
-Exactamente, eso mismo le iba a preguntar.
-Es una historia antigua. Resulta que mi papá tenía un restorán que se llamaba Llanquiray. Estaba en Llolleo y se cayó para el terremoto de 1975. Ahí me bautizaron como Don Llanqui cuando competía en ciclismo... Entonces, yo me grito ¡¡¡Vamos Llanqui!!!, ¡¡¡Vamos Llanqui!!!, ¡¡¡No te rindas!!! ¡¡¡Dale!!!
-¿A grito pelado?
-Sí, jajaja.
-¿Le resulta?
-Pero claro. Me resultan los gritos y algunos salmos que repito constantemente. Por ejemplo, hay uno que dice "Alzaré mis ojos al monte, de donde vendrá mi socorro, mi socorro viene de Jehová, que hizo el cielo y la tierra"... Entonces yo lo acomodo: "Alzaré mis ojos a la montaña de donde viene la energía, mi energía viene de Jehová, que hizo la montaña y a mí para que subiera la montaña".
-¿Y le llegan energías?
-Sí. Lo grito fuerte y viera Ud. que llego hasta la cima de cuanta cuesta me encuentro en el camino, por más grande que sean.
Antonio Oyarce es un hombre de fe y a punta de gritos espera superar todas las cuestas que aparezcan en su vida.
"Estos recorridos no los hace cualquiera. Para mí es un orgullo y espero pronto lograr más metas" Antonio Oyarce
"En invierno se complica mucho el deporte por el frío. Espero retomar la actividad en septiembre".