Las penas y alegrías del dirigente más exitoso de la historia del fútbol amateur sanantonino
Fidel Ramírez, presidente del actual campeón nacional de clubes, abrió su corazón y contó detalles desconocidos de su vida, como la dura lucha que ha librado para rescatar a sus dos hijos menores de la droga.
"Usted es un dictador", le gritó alguien del bando contrario a Fidel Ramírez Toro (55) en medio de una reunión sostenida a mitad de la semana pasada para zanjar el tema de la elección de la nueva directiva del club Atlético Balmaceda, el actual campeón nacional de fútbol amateur.
La frase caló hondo en el corazón y en el alma del dirigente más exitoso de la historia del fútbol amateur sanantonino.
"Estos tipos no saben lo que es un dictador. Yo sí lo sé", dice el hombre que ha comandado ininterrumpidamente el destino de los gorriones desde 2009.
más que un golpe
El golpe militar de 1973 fue mucho más que un episodio histórico y político para la familia Ramírez Toro. Dos de los hermanos mayores de Fidel, Hernán y Soledad, fueron perseguidos, detenidos, torturados y enviados al exilio tras el 11 de septiembre. En 1978 su padre José Ramírez, un elegante peluquero, intelectual, profesor de ajedrez y amante de los ideales anarquistas, no soportó más la dictadura militar y se autoexilió en Holanda, donde vivió del modelaje -gracias a su buena pinta- y de una pensión que le daba el Estado. Pero su estadía en el viejo continente duró bien poco. En 1981 murió atropellado en una vereda de Amsterdam. "Aún no sabemos si fue un atentado o un accidente", asegura Fidel, sentado en el comedor de su cómoda y espaciosa casa del sector Hospital.
Su hermana Soledad se quedó para siempre en Suecia. Y Hernán, su otro hermano, retornó al país después de que Pinochet entregó el mando a Patricio Aylwin.
"La dictadura desintegró mi familia. Al final me quedé solo con mi mamá y con un hermano menor que sufría esquizofrenia. Por eso me duele tanto cuando me dicen dictador, porque yo sí sé lo que eso significa", insiste Fidel, quien en los últimos meses ha bajado más de 10 kilos, tras someterse a una operación para extraer un tumor maligno de su riñón.
estudioso
Fidel Ramírez nació, se crió y vivió casi toda su vida en la población Miguel Solari, cerro La Virgen de San Antonio, en el seno de una familia de clase media, donde el sostén principal era su padre, el peluquero revolucionario.
Desde pequeño demostró aptitudes para los estudios. Egresó de cuarto medio en el Liceo Fiscal y de ahí se fue a Santiago a estudiar programación en computación. "Mi padre siempre nos inculcó que para ser alguien en la vida teníamos que estudiar. Y yo siempre he tenido buena capacidad de lectura y de estudio".
Pero el sueño de la carrera profesional quedó truncado tras el exilio de su progenitor. Tenía apenas 19 años, una madre dueña de casa y una novia, Leonides Campos, que quedó embarazada de su primer hijo. No le quedó otra que abandonar los estudios y ponerse a hacer algo que le reportara ingresos.
marino mercante
Fidel no quería ser uno más de los miles de chilenos que vivían con el sueldo mínimo. Juntó un poco de plata y se compró un pasaje a Europa. Su destino fue Grecia, donde encontró empleo como marino mercante. Durante tres años navegó y aprendió el oficio de mecánico de motores.
"Cuando volví a San Antonio mi hijo mayor, Hugo, ya tenía como un año y medio", recuerda el popular "Tapita".
El amor por Leonides Campos, con quien cumplió 35 años de matrimonio, por su madre y por su primer hijo lo hicieron desistir del sueño europeo. De vuelta en San Antonio, un padrino le ofreció pega en un taller mecánico. El primer año fue ayudante y luego se convirtió en mecánico tras hacer un curso por correspondencia en un instituto de Estados Unidos.
el gran salto laboral
En 1984, recién con 25 años, su padrino lo mandó a hacer un trabajo a Sopesa, la pesquera más grande de todo San Antonio. "Tenía que ajustar el motor de una grúa y el administrador de la planta no quería que yo hiciera le pega porque me vio muy joven".
En dos días dejó el motor impecable y el mismo administrador llamó a su padrino para reclutarlo en la pesquera.
En un mes pasó de ganar el sueldo mínimo a recibir cerca de 800 mil pesos cada 30 días. La vida del joven Fidel, de su madre y de su esposa por fin comenzaba a cambiar.
"A los cuatro meses ya tenía auto. Nunca me había visto con tanta plata. Apenas entré, Sopesa me mandó al Instituto de Ingenieros de la Marina Mercante a hacer el curso de motorista en naves especiales", rememora. "Ahí empecé a navegar en uno de los 10 barcos industriales que tenía Sopesa".
El auge de la pesca lo obligaba a pasar gran parte del mes en alta mar, y las estadías en tierra firme se hacían cada vez más breves. Con sinceridad, reconoce que descuidó a su familia, que a esas alturas ya había sumado otros dos miembros.
"Lamentablemente el trabajo que yo tenía me impidió ser un padre normal, de esos que están todos los días en la casa. Ganaba harta plata, pero algunas veces veía a mis hijos dos o tres veces al mes. Y sin un padre presente, la familia no es la misma. Y yo tuve que pagar las consecuencias de eso".
Fidel se refiere al destino que tuvieron sus dos hijos menores, quienes incluso estudiaron algunos años en el Instituto del Puerto. La buena situación económica que tenían y las tentaciones del cerro los hicieron caer en las garras de la droga. "Tapita" confiesa que ha hecho todo lo humanamente posible por rescatarlos del flagelo, pero hasta ahora todos sus esfuerzos no han rendido resultados.
"Los tuve en los mejores centros de rehabilitación, pero al poco tiempo caían de nuevo. Pero no pierdo las esperanzas de recuperarlos. Uno de ellos, de hecho, me dijo que el lunes (hoy) iba a empezar a trabajar conmigo. Ojalá cumpla".
-Claro que sí, porque a veces siento que algo no hice bien. Me gustaría que fueran como Hugo, mi hijo mayor, a quien le va muy bien en su trabajo. Pero así como he pasado rabias y penas, ahora tengo alegrías con mi nieto Máximo Ramírez, de 6 años, a quien he criado prácticamente desde que nació. Y por lo mismo me gusta tanto el deporte, porque creo que es uno de los caminos para alejar a los niños de las drogas.
FÚTBOL Y SINDICALISTA
Desde niño sintió una desenfrenada pasión por el fútbol. Como jugador, hizo todas las series cadetes en el Pedro Aguirre Cerda y a los 19 años se puso la camiseta del Cerro Alegre. Recién en 1997, cuando su hijo Hugo había sido reclutado por Balmaceda, decidió seguirlo e integrarse al club que terminaría marcando su vida.
En paralelo a su faceta como jugador, inició una carrera como dirigente deportivo y sindical. Con apenas 17 años fue director del desaparecido club Hermanos Carrera, del centro de San Antonio, que organizaba campeonatos de baby fútbol y eventos culturales. "En esa época también fui presidente de la comparsa Hermanos Carrera. Sacamos el primer y segundo lugar en esos años", recuerda.
Al sindicalismo ingresó en 1987 cuando sus compañeros de Sopesa lo eligieron presidente del Sindicato de Motoristas, cargo que desempeñó hasta 1998, año en que "murió la pesca en San Antonio".
"Siempre fui trabajador y sindicalista. Me gustaba trabajar en temas sociales. En 1989, cuando ya había regresado la democracia, hicimos un paro con miguelitos, barricadas y bengalas. Nos detuvieron pero el gobernador de la época, Fernando Barahona, se portó bien y la cosa no pasó a mayores".
artesanal
Tras 19 años en Sopesa, en 1998 decidió reinventarse y se compró una embarcación artesanal.
"Fue una época complicada porque esa embarcación era precaria y ya no tenía el sueldo de Sopesa. Pero con esfuerzo y el incondicional apoyo de mi esposa logré salir adelante. Ahora tengo dos embarcaciones", comenta.
El sindicalismo nuevamente apareció en su vida. En 2003 tomó el mando -hasta hoy- de la Asociación Gremial de Armadores Artesanales, organización que representa a los dueños de embarcaciones. En ese cargo se hizo famoso por quemar un bote en una protesta, caso por el que después tuvo que responder en tribunales, aunque sin mayores consecuencias.
BALMACEDA
En 2000, apenas tres años después de haber llegado a Balmaceda de la mano de su hijo Hugo, asumió por primera vez la presidencia de los gorriones. "En esa época éramos un club chico, pero teníamos una base de jugadores jóvenes que habían logrado el campeonato el año anterior (1999). Estaban el "Chico" Leo, el "Rorro", Andrés Ubilla, Julio Leiva, el "Mantequilla. Ahí el "Cata" Pérez puso el desafío de salir campeones de la Anfa".
El desafío estaba, pero los resultados no llegaban. Los gorriones salían eliminados en las primeras fases de la Copa de Campeones de la Anfa.
Por esos años arribó al club el DT William Carrasco, quien se dio la tarea de formar un plantel de jugadores talentosos y comprometidos con la idea que había propuesto el "Cata Pérez.
Tras dos períodos interrumpidos, "Tapita" volvió a la presidencia en 2009, un año después de que el "Balma" levantara su primer título regional. En 2010 ganó otra vez la copa regional, pero en esta oportunidad, al igual que en 2008, el sueño de ser el mejor equipo amateur del país no se pudo alcanzar.
Pero Fidel Ramírez siguió trabajando fuerte y con el apoyo de su directiva y de los socios se cobró revancha. En 2013 Balmaceda ganó por tercera vez el regional y el 13 de abril pasado, en una final histórica ante Juvenil Seminario en el Municipal de San Antonio, se proclamó como el mejor equipo amateur de todo Chile.
-¿Se siente el dirigente más exitoso en la historia del fútbol amateur sanantonino?
-No, porque este éxito no sólo es mío, sino que es fruto del esfuerzo de toda la familia de Balmaceda. Sí me siento un dirigente trabajador, porque soy de estar metido siempre en la cancha.
-Y ahora que lo ha conseguido todo como dirigente, ¿no ha pensado en retirarse y no participar en la elección de la nueva directiva?
-No, porque tengo nuevas metas. Quiero que Balmaceda se mantenga en el sitial que nos hemos ganado. No quiero que nos pase lo del dinosaurio, que creció para luego desaparecer. La Arfa nos ofreció la posibilidad de ser subsede del Interregional 2015, al que iríamos directo por la condición de campeón. El desafío otra vez es difícil, pero sé que con apoyo de todos podemos lograr la hazaña.
"La dictadura desintegró mi familia. Al final me quedé solo con mi mamá y con un hermano menor que sufría esquizofrenia. Por eso me duele tanto cuando me dicen dictador".
"El trabajo que yo tenía me impidió ser un padre normal, de esos que están todos los días en la casa. Ganaba harta plata, pero algunas veces veía a mis hijos dos o tres veces al mes. Y sin un padre presente, la familia no es la misma".