Las historias de sobrevivencia de tres aves en San Antonio
fotos roberto cadagán
La gallinita ciega es un juego de niños ya pasado de moda en el que a uno de los peques se le ponía una venda en los ojos (intente hacer eso con los querubines de hoy) y después de darle vueltas y vueltas, lo dejaban tan mareado como si hubiera estado celebrando el 18 de Septiembre cinco días seguido y a punta de terremotos.
A continuación, el niño en cuestión debía intentar atrapar a sus compañeros, no recuerdo con qué fines ni cuál era la gracia del asunto.
Pero hay otra gallinita ciega que es atrevida. Es chica, con plumas cafés, grises y negras. Se trata de un ave que efectivamente, se llama así: gallinita ciega o Caprimulgus longirostris si lo desea en su denominación científica.
Siempre dicen que los primeros segundos cuando uno mira un rostro son decisivos para hacerse una imagen de cómo es alguien. Déjenme decirles que de primera, esta gallinita ciega parece simpática. Se ve gordita, con una cabeza redonda y unos ojos negros grandotes. Linda ella.
Pero ¿qué es eso? ¿Son bigotes? Qué raro, una gallinita ciega con bigotes. Luce unas plumas extrañas y largas cerca del pico.
Esta gallinita ciega como decíamos es un ave atrevida y chora. Cuando se siente amenazada, se echa en el suelo, despliega sus alas y las plumas de la cola para aparecer más grande. Eso le ayuda, claro está si uno fuera un depredador. Lo que llama la atención es la enorme boca (para su tamaño obviamente) que abre cada vez que algo o alguien se le acerca.
Es grande y si uno es miedoso (no yo, por supuesto) hasta da miedo. No lo recomiendo para menores de 12 años, definitivamente.
Esta gallinita tiene una historia bien particular. Llegó al recinto del museo de San Antonio después que unas personas de buen corazón la encontraran en el baño de su casa en Leyda.
Se estima que el ave no tenía problemas gástricos, sino solamente habría entrado por una ventana siguiendo a unos insectos (su alimento) que arrancaron hacia la casa atraídos por la luz. Eso es lo otro, esta gallinita ciega toma su nombre por el hecho de ser un ave nocturna y que utiliza sus largas plumas negras cerca de su pico para detectar las vibraciones de los insectos en su ambiente. Por eso parecen bigotes.
O sea, de que son sensibles esas plumas, son sensibles al mil por ciento. Y por lo mismo, delicadas.
Mientras, la gallinita abre su enorme boca en forma de embudo y con múltiples vasos capilares, como tratando de meter miedo, algo que claramente no logra pues está tras un vidrio especial bajo ampolletas encendidas para darle calor.
-Lo que pasa es que no está acostumbrada a las personas y esa es su forma de defensa, responde.
Explica además que 'este ejemplar llegó en buenas condiciones. Nosotros le dimos alimentación, la cuidamos y será reubicada en una zona de menos viviendas para que no vuelva a tener problemas'.
Hace dos años llegó a San Antonio una migración multitudinaria. No se trataba de refugiados ni de desplazados, sino que decenas de miles de gaviotas de Franklin, que llegaban hasta el estuario del río Maipo para alimentarse, mirar el paisaje, disfrutar del mar sanantonino y a la vez, descansar de su largo periplo que las traía desde el hemisferio norte; pero bien al norte: desde Canadá.
O sea, debieron aletear y aletear hasta congregarse en la playa que a nosotros nos queda a sólo unos minutos. Un viaje increíble.
Una de esas gaviotas era un macho joven, apuesto y elegante. Imagínese, se vino volando desde Canadá hasta San Antonio y justo en esta ciudad, a algún descerebrado se le ocurrió dispararle con un rifle a postones. Resultado: múltiples heridas en su cuerpo, lo que le impedía volar y por lo mismo, alimentarse. Posteriormente, debieron amputarle una de sus alas.
¿Se puede imaginar la desazón de esta pobre gaviota al verse entre sus miles de compañeros y relegado a la ignominia del suelo arenoso?
Por suerte, almas caritativas se apiadaron de él y lo llevaron hasta el centro de rescate de fauna silvestre.
Y como esta gaviota sigue pensando como si estuviera en el hemisferio norte, continúa funcionando su reloj biológico que hace que su plumaje luzca hoy más hermoso que en cualquier otra época del año.
Brito explica que este cambio se debe a que él debiera estar en primavera, al igual que las otras gaviota que regresaron al norte. Y como tal, tendría que encontrarse en el periodo en que los machos buscan aparearse con las hembras.
'Es el plumaje del macho reproductivo. Por eso uno puede ver que en su cabeza las plumas son más negras, y sobre su lomo las tradicionales plumas grises son más grises aún. Esto es algo que pocas veces tenemos la oportunidad de ver', dice con emoción.
-No, también el pico y las patas se les ponen rojas.
Uno podría pensar que es de frío, pero no. Se le ponen rojas porque así son más atractivos para las hembras de su especie. Así es que si lo viéramos con ojos de gaviota de Franklin, este macho que se quedó para siempre en San Antonio, está vestido para enamorar.
Eso sí. Para que este ejemplar luzca tan lozano se requirió de mucho esfuerzo de los dedicados integrantes de este recinto sanantonino. 'Como obviamente las temperaturas de nuestro otoño son más bajas-informa Brito-, todas las noches a esta gaviota la encerramos en una jaula especial al interior de nuestras dependencias y con un guatero'.
La gaviota por estos días disfruta del sol otoñal, se baña con agüita y come la comida que le dan, pero en las tardes se echa y la acomodan en su bolsa de agua caliente. Tal cual como muchos sanantoninos que estas noches se aseguran con su guatero en su camita.
La torcaza chilena tiene un plumaje plomizo que en ciertos momentos luce café claro. De lejos y al ojo de un novato en estos asuntos, parece una paloma; de esas que hay miles y son plagas en plazas y calles.
Claro que tiene la cabeza más chiquitita.
Como se ve gordita y es confiada, ha sido objeto de la caza indiscriminada a lo largo de los años. Ella no entiende por qué alguien quisiera dispararle con una escopeta. Lo cierto es que esta ave endémica de nuestro país (sólo existe aquí) está en peligro de extinción y su captura está absolutamente prohibida.
El ejemplar que llegó al museo tuvo una salvada espectacular, digna de película hollywoodense. Si es que las torcazas pudieran llegar a la pantalla grande.
Fue encontrada moribunda a un costado de la acera en calle Angamos, con sangre en su emplumado cuerpo y a merced de gigantes de metal que en forma de camiones se le abalanzaban. La providencia quiso que su rescatador pasara por ahí en aquellos momentos. Se acercó, pensó que estaba muerta y se compadeció de ella al ver que apenas movía su cabeza. Esta persona anónima y trabajador de Saam, la metió en un bolso y esperó hasta que el museo abriera sus puertas. La entregó con la secreta esperanza de que con los especialistas que encabeza José Luis Brito, pudiera recuperar la vida que se le escapaba.
Fue bien acogida, pero Brito maneja una hipótesis macabra. 'Yo creo que esta ave fue presa de cazadores furtivos, porque presentaba lesiones producto de perdigones. Me imagino que estaba en una bolsa en la parte trasera de una camioneta y que cuando despertó del shock producido por su captura, intentó escapar y cayó a la calle. No lo habíamos contado antes, pero una vez -hace dos años- encontramos en 4 Sur con Angamos una bolsa llena de torcazas en la vía pública. Dentro había dos aves con vida. Una murió a los pocos minutos de su hallazgo y la otra se recuperó. Yo creo que la torcaza que tenemos se salvó de esa manera. Nos hemos dado cuenta de que los cazadores transitan de noche por Angamos para evitar los controles policiales en Barros Luco. Ojo con eso'.
Las tres aves comparten un sino común, dos de ellas serán liberadas próximamente para regresar a su hábitat natural. Sólo la gaviota de Franklin con su bello traje emplumado los mirará desde el suelo, con algo de envidia y resignación, mucha resignación. J
Hay cazadores
Hay historias tras