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La nueva vida de los niños dominicanos que llegan a San Antonio junto a sus madres

lsa

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Luis Mario Ramírez tiene 11 años, tez morena y unos cautivadores ojos claros. Hoy, circunstancialmente, viste jeans, una casaca negra a la moda, un polerón rojo y un jockey en el mismo tono. Parece un pequeño reggetonero. Está en el patio de su colegio, el Francisco Bilbao de Llolleo, donde estudia junto a otra decena de niños que comparten su misma nacionalidad: la dominicana.

Luis Mario arribó junto a su madre y sus hermanos hace dos años a San Antonio y fue uno de los primeros dominicanos en matricularse en el Francisco Bilbao. El muchacho se ve feliz. Es el último día de clases antes de salir de vacaciones de invierno y Luis Mario juega animadamente con un grupo de compañeros en el patio del colegio, en el que estudian 108 niños de prekinder a octavo básico.

'Me siento bien aquí en el colegio. Mis compañeros son amistosos, cariñosos y no me molestan', cuenta Luis Mario con algo de timidez.

En el Francisco Bilbao no existen las bromas ni el bullying hacia los dominicanos. Ni por el color de piel ni por el acento centroamericano. No es que las tallas estén prohibidas, simplemente no se dan 'porque aquí somos como una familia. Los cursos son de un máximo de 20 niños, entonces hay una relación muy personal entre los niños y también con los profesores y los funcionarios', comenta Francisca Contreras, inspectora general del Francisco Bilbao.

Luis Mario cuenta que vive en el centro de Llolleo junto a su mamá y sus cuatro hermanos. Dice que lo que más le gusta de San Antonio es ir a la playa en verano, porque una de las cosas que más extraña es el calor de República Dominicana. También extraña a su padre y a sus abuelos, con quienes se comunica cada cierto tiempo por internet o teléfono. 'Al principio sufrí con el frío, pero ya estoy más adaptado', reconoce.

En un comienzo también le costó acostumbrarse a la comida. El charquicán era uno de sus mayores escollos, pero con el tiempo le fue agarrando el gustito y ahora come de todo, hasta porotos con rienda.

En el colegio han hecho de todo para que los niños dominicanos se sientan plenamente integrados. Claudia Donoso, la directora, cuenta que incluso se implementó un taller de béisbol, deporte muy popular en República Dominicana, a cargo del entrenador Oscar Abarca. Luis Mario Ramírez es uno de los ayudantes del profe Abarca y los fines de semana va junto a sus amigos chilenos a practicar al diamante del parque DYR.

-El y el , aunque ese es más argentino. También cuando dicen '' o ''.

Elizabeth Sánchez (14) llegó hace un año a Chile de la mano de su madre y también anda muy a la moda. Es que, según cuentan en el colegio, a los niños dominicanos les gusta vestirse y verse bien. Y si hay algo que los distingue de los chilenos, más allá de su acento y color de piel, es su infinito talento a la hora de bailar. Tienen dotes artísticos innatos. Elizabeth, de hecho, confiesa que aún no sabe que hará cuando grande, pero sus compañeras chilenas dicen que será actriz, porque tiene cualidades actorales de sobra.

Al igual que Luis Mario, Elizabeth está feliz en San Antonio y en su colegio, a pesar del frío que durante estos días cala hasta los huesos. Ella es más tímida que Luis Mario. 'Me siento bien acá, pero echo de menos a mi papá. A él lo veo sólo por la cámara del computador o por el teléfono', confiesa la niña, quien vive en la Villa Estoril (al lado del supermercado Lider) junto a su familia. 'Aquí la vida es más tranquila que en mi país', señala esta simpática y delgada adolescente.

-La plaza La Estrella, porque ahí vamos a jugar con mis amigas.

-Al principio no me gustaban las lentejas, pero ahora me gusta todo.

-Aparte de las lentejas, el resto es muy parecido.

René Santis, profesor de Educación Física del colegio, cuenta que la mayoría de los niños dominicanos llega con un déficit académico al plantel, principalmente por las diferencias entre el sistema educacional chileno y el que tienen en su país natal.

'En República Dominicana tienen clases sólo tres veces a la semana, aprender a leer a mayor edad y se privilegia más la práctica deportiva y la recreación. Además, les enseñan a escribir con letra imprenta y no con manuscrita como lo hacemos acá', apunta Santis.

Por ello en el Francisco Bilbao son sometidos a una nivelación al momento de su llegada, de manera que no estén en desventaja con respecto a sus compañeros chilenos. 'Para los deportes, especialmente para el béisbol, son muy buenos. Por eso la dirección del colegio implementó el taller de béisbol', indica Santis, quien también destaca el compromiso de las madres con la educación de sus hijos.

'Las apoderadas son un siete. Son súper colaboradoras, responsables con los horarios y participan en todas las actividades con sus hijos, porque quieren que ellos salgan adelante y se conviertan en profesionales', agrega el profesor de Educación Física.

Ángel Rodríguez y Nicolás Apablaza son alumnos chilenos que cursan el sexto básico en el Francisco Bilbao. Para ellos, los dominicanos son compañeros igual que todos. 'Todos los niños dominicanos son muy buena onda y juegan siempre con nosotros porque aquí somos como una familia', dice Ángel Rodríguez.

Nicolás agrega que las únicas diferencias que tienen con los chilenos son 'que hablan con la ele en vez de la ere y que son más crespos que nosotros. Ah, y además bailan súper bacán. Son pulentos para el baile'.

La directora del establecimiento, Claudia Donoso, comenta que la llegada de los niños dominicanos a su colegio ha generado un rico intercambio multicultural que también ha sido positivo para los alumnos chilenos, muchos de los cuales provienen de hogares con vulnerabilidad social.

'Por ejemplo, cuando en geografía hablamos de los terremotos, los niños dominicanos nos cuentan que en su país tienen otros fenómenos naturales, como las tormentas, y eso llama a la atención de nuestros alumnos', dice Donoso.

'Estamos muy contentos de tenerlos en nuestro colegio porque todos ellos son muy carismáticos y vemos que aquí se sienten felices e integrados, lejos del bullying que podrían sufrir en otros colegios. Aquí somos una familia, donde el respeto y la tolerancia son valores fundamentales para conseguir la integración que buscamos'.

La directora también destaca la participación de las madres de estos niños inmigrantes en el proceso educativo. 'Son muy preocupadas por la educación de sus hijos. Cumplen con los horarios y nunca faltan a las reuniones'.

-Sabemos que para todos estos niños nuestro colegio es como su segunda casa, y nosotros queremos que se sientan tranquilos y queridos. Para muchos de ellos es difícil dejar su país, porque deben separarse de sus padres y de sus amigos, y por lo mismo aquí aplicamos la pedagogía del amor. J

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