Los sueños y sacrificios de dos sanantoninos que luchan por ser futbolistas profesionales
carlos rodriguez
A las 15.30 horas de cada tarde, cuando la mayoría de sus compañeros del People Help People ya están pensando en llegar a sus casas para dormir una siesta, estudiar o ponerse a chatear, Nelson Pinto Droguett y Lucas Meza Pérez, ambos de 16 años, salen rápidamente de su colegio. Antes de las 17 horas deben estar en la comuna de Malloco, a 80 kilómetros de San Antonio por la Autopista del Sol, donde se encuentra el complejo deportivo del club Magallanes, de la Primera B.
Nelson y Lucas juegan en la Sub 16 de los carabeleros. Nelson es arquero y se crió futbolísticamente en el Español, uno de los equipos más populares de Barrancas y donde su homónimo padre, también arquero, jugó casi toda la vida. Lucas, en cambio, es lateral derecho, vive en Bellavista y sus primeros pasos los dio en Balmaceda, institución a la que pertenece su padre, Juan Meza, entrenador de la serie senior.
Hace tres años, y sin conocerse, ambos llegaron a probarse a Magallanes. Los dos quedaron seleccionados. Hoy, los dos tienen un mismo sueño: convertirse en jugadores profesionales.
'Al principio mi papá no quería que me fuera a probar, porque decía que no iba a tener oportunidades de jugar. Gracias a Dios se dieron las cosas como yo pensaba', recuerda el joven portero sanantonino.
Nelson admira al italiano Gianluigi Buffon y al chileno Claudio Bravo. Para Lucas sus ídolos son Mauricio Isla, el colombiano Juan Cuadrado y el italiano Andrea Pirlo.
'A mí me gustaría llegar a un club grande de Chile y después irme al calcio italiano. Ese es mi sueño. Sé que es difícil, pero me entreno al máximo todos los días para lograrlo', confiesa Lucas sentado en el comedor de la casa de sus abuelos, en el cerro Alegre.
A su lado, Nelson revela sus propios sueños: 'Quiero surgir en el fútbol chileno y, si se da la posibilidad, me gustaría llegar al extranjero para dejar bien puesto el nombre de mi país'.
Nelson y Lucas se ven muy maduros para su corta edad. Ambos saben que en Chile hay miles de niños que comparten su mismo sueño, pero que sólo unos pocos lo cumplirán. Saben que no todos llegarán a ser Alexis Sánchez, Arturo Vidal o Claudio Bravo.
'Yo juego al fútbol porque es mi pasión, pero sé que también tengo que estudiar una carrera porque uno nunca sabe hasta dónde llegará. A mí me gustaría estudiar algo relacionado con el deporte, como profesor de educación física o entrenador de fútbol', sostiene Lucas.
Nelson, quien ha sido llamado varias veces a la Selección Chilena Sub 17 que se prepara para el Mundial de la categoría que se realizará el próximo año en el país, asegura que 'también quiero estudiar algo, aunque todavía no tengo claro la carrera. Pero sí sé que uno tiene que estudiar porque el fútbol es una profesión difícil. Puedes sufrir una lesión grave y tu carrera se termina. Y para los arqueros es especialmente complicado, porque uno puede jugar en una sola posición, a diferencia del resto de los jugadores'.
Nelson y Lucas van en tercero y segundo medio, respectivamente, en el People Help People de Santo Domingo, donde les dan permiso para retirarse 40 minutos antes todos los días para que puedan llegar puntualmente a los entrenamientos. Claro que con dos condiciones: mantener un promedio de notas aceptable (Nelson tiene un 5,5, y Lucas, un 5,4) y una hoja intachable en el libro de clases.
La tarea no es fácil. La rutina de estos adolescentes comienza antes de las 7 de la mañana. A las 15.30 ya están partiendo rumbo a Malloco en el auto de alguno de sus padres o en el bus interprovincial. Terminan de entrenar a las 19 horas y, cuando sus padres no los pueden ir a buscar, tienen que trasladarse hasta la Estación Central para tomar el bus de regreso a San Antonio.
Con suerte llegan a sus casas a las nueve y media o diez de la noche. Recién ahí tienen que preparar la mochila para el colegio y estudiar si es que tienen alguna prueba. Esto es todos los días, de lunes a viernes, y el sábado o domingo deben jugar por el campeonato. Claramente, no tienen tiempo para dormir una siesta ni para pensar en otra cosa que no sea el colegio o el fútbol.
'Yo trato de estudiar en el colegio, porque en las noches llego muy cansado. Afortunadamente tengo compañeros buena onda que me enseñan y me ayudan a estudiar cuando hay pruebas', dice Lucas. 'Yo tengo que llegar a estudiar en la noche nomás. No me queda otra, porque tercero medio es un curso difícil', apunta el espigado Nelson, dueño de una humanidad de 177 centímetros de altura.
'Hace poco tiempo bajé mi rendimiento deportivo porque estuve un poco complicado en las notas del colegio, y eso me significó estar dos o tres partidos en la banca. Pero volví a retomar la confianza y al final terminé recuperando la titularidad en el campeonato pasado', agrega Nelson, uno de los mejores evaluados de su plantel, que en el pasado torneo de Apertura estuvo a un punto de clasificar a los playoffs. Ahora ambos se preparan para el Clausura que comienza el fin de semana del 9 de agosto.
En estos tres años han visto a decenas de compañeros que han tenido que dejar el club por bajo rendimiento o porque no se cuidaron como lo exigen los entrenadores. 'Hace poco uno de nuestros compañeros se tuvo que ir porque no bajó de peso a pesar de las instrucciones que le habían dado. Yo, si subo un poco, dejo el pan y la bebida para mantenerme en mi peso', cuenta Lucas. 'Es triste cuando se tiene que ir un amigo, porque en Magallanes somos como una familia', añade.
'Yo trato de alimentarme lo más sano posible y de no comer mucha comida chatarra', revela Nelson, cuyo padre, carnicero de toda la vida, en los próximos días abrirá una carnicería propia en la calle Pudeto de Barrancas.
Para la familia de estos adolescentes el fútbol también tiene sus costos, especialmente económicos. Juan Meza, padre de Lucas, ejecutivo de un banco, dice que mensualmente debe gastar más de 100 mil pesos sólo en los trasladados, sin contar la alimentación y los zapatos de fútbol, que pueden llegar a costar 120 mil pesos el par.
'Uno hace el esfuerzo porque resulta muy gratificante como papá ver que tu hijo está haciendo lo que le más gusta, alejado de cualquier mala influencia', dice Meza padre.
A diferencia de muchos de sus amigos y compañeros de colegio, Nelson y Lucas no fuman ni beben alcohol. Los carretes y fiestas casi no los conocen. Claro, cuando sus amigos recién se están juntando para salir a parrandear una noche de viernes o sábado, ellos ya se están acostando para dormir las horas necesarias que les permitan responder en la cancha al día siguiente.
'Generalmente los partidos se juegan los sábado, y a veces los domingo. Los días antes me acuesto a más tardar a las 10 de la noche, aunque a veces igual cuesta dormir pensando en el partido del día siguiente', reconoce Lucas, quien también terminó como titular el torneo pasado, a pesar de sufrir un bajón que lo mandó a la banca en las primeras fechas.
'Las dos semanas de vacaciones de invierno del colegio las pasamos entrenando, al igual que el verano pasado, porque hicimos la pretemporada y jugamos un campeonato en Valdivia. Pero no nos quejamos, porque el fútbol es lo que nos gusta. Es nuestra pasión', dicen a dúo.
Responde Nelson: 'Para mí no es necesario el alcohol o la droga para pasarlo bien. Puedo disfrutar tomando bebida. ¿Y las fiestas? Nos gustan como a todos, pero sabemos que muchas veces no podemos ir porque al final nos perjudicamos nosotros mismos, porque al otro día no podemos rendir de la misma manera'.
Lucas: 'El Seba, un jugador de la primera de Balmaceda, me enseñó lo que es el entrenamiento silencioso. Significa que uno tiene que cuidarse en su casa, en la alimentación, en la forma de vestir y también en lo físico. El fútbol es una forma de vida que requiere sacrificio, responsabilidad, perseverancia y mucha disciplina. Si uno quiere cumplir su sueño, tiene que sacrificarse'. J
'Yo juego al