La historia del parcelero que dicen que atrapó y mató al mismísimo hijo del Chupacabras
Karem Pizarro
En octubre pasado Eduardo Mora había descubierto una gran mortandad en su gallinero en el sector de El Tototal , comuna de El Quisco, donde vive hace más de tres años.
Treinta gallinas, cinco patos y dos gallinetas de Nueva Guinea amanecieron muertas y amontonadas afuera del corral. El escenario para este totoralino fue desolador.
'Había plumas por todas partes, como si hubiese habido un tremendo alboroto. Lo raro es que ni mi vecino ni yo sentimos ningún ruido y la forma en que estaban amontonadas era muy extraña. No podía explicarme qué animal pudo haber hecho algo así', comentó el afectado.
Según su relato, sólo una gallina sobrevivió al ataque, pero quedó muy malherida. 'Se le veían los huesos del espinazo, pero logré curarla y rescatarla', agregó.
Alertado por la situación, comentó el hecho con sus vecinos, pero nadie había visto ni escuchado nada y no se explicaban cómo había sucedido la matanza.
Sin ahondar en el asunto, tomó los cadáveres y los llevó al contenedor de la basura. No le quedaba más que limpiar el desastre, ya que no tenía sospechas del origen de esa crueldad.
Él esperaba a su mujer que había ido a Santiago a ver al médico y no sabía cómo comunicarle la mala noticia.
Las aves eran de ella y las cuidaba mucho. Sin embargo, su esposa y sus hijos le traían noticias aún más tristes, por lo que el tema de las gallinas pasó a segundo plano.
Su señora había sido diagnosticada de cáncer y no tenía muchas esperanzas de vida.
Tres meses más tarde ella murió, dejando a Eduardo Mora abatido y con una fuerte depresión.
Habían cumplido 51 años de casados y la casa de El Totoral era el lugar que habían elegido para disfrutar de una tranquila vida de campo, rodeados de árboles, aire fresco y cultivos. Un paraje que carecía de sentido sin su amada esposa.
Nunca más volvió a tener gallinas, pero en su lugar comenzó a criar a una pareja de conejos que se transformaron en un gran atractivo para sus nietos que cada fin de semana acudían a visitarlo.
Fue en una de estas visitas de sus familiares cuando en una noche de junio pasado se acercaron al gallinero a ver a los conejos y descubrieron una extraña y horripilante criatura. La asociación fue inmediata. No había dudas. Aquel asqueroso animal tenía que ser el causante de la sangrienta muerte que encontraron sus gallinas.
'Estaba mojado y tenía movimientos muy lentos, como si recién lo hubiesen parido. Jamás había visto una cosa así. Se comenzó a retorcer y pudimos verlo completamente', recuerda Mora aún intrigado con el impactante hallazgo.
Cuenta que el pequeño y peculiar ejemplar tenía cuerpo y tamaño de laucha, pelos largos, cabeza como la de un zorro, hocico como pico de gallina y unas mandíbulas que abría amenazantes mostrando muchos dientes afilados como agujas.
Asombrado, continúa el relato detallando que 'sus orejas eran como de murciélago, sus patas delanteras eran cortas y al abrirlas parecían manos humanas; lo mismo las patas, que tenían la forma de un pie humano, pero con las piernas encorvadas como canguro. Su cola era tres veces más larga que su cuerpo y era muy gruesa en comparación con las extremidades'.
El hallazgo cautivó la atención de su hijo y sus nietos que comenzaron a grabar un video donde se observa lo asustados que estaban con el 'bicho', como le llamaron. Ni siquiera se atrevían a tocarlo, ya que temían contagiarse con alguna peligrosa enfermedad.
'Esto no era una laucha, no era un hámster, no era nada conocido por nosotros y era muy extraño, por eso quisimos mantenerlo en este frasco de tal forma que no hiciera daño y que pudiese servir para estudiarlo', comenta, sin imaginarse que incluso podía tratarse de un animal en peligro de extinción.
Como una forma de preservar su hallazgo y temiendo que la criatura les hiciera algún daño a los niños, el perro o los conejos, Eduardo Mora junto a uno de sus hijos y sus nietos metieron el espécimen en un frasco y aunque estaba vivo, lo bañaron en alcohol hasta que murió.
'Pensamos muchas cosas antes de meterlo al frasco, incluso que no tenía muchas posibilidades de sobrevivir, porque se veía como recién nacido, pero más que nada temíamos que fuese algo que nos pudiera hacer daño', argumentó.
Desde hace más de tres meses Eduardo conserva el frasco con el animal en su casa y dice que en este tiempo ha recibido la visita de más de cuarenta personas que le han preguntado por 'el bebé chupacabras' que mantiene en su casa.
'No sé cómo se fue enterando la gente de esto, pero las mismas personas de El Totoral y hasta de la municipalidad, han venido a verlo. Ha sido tanto que a mí me apodaron 'El Chupacabras', porque muchos creen que es el hijo del mismísimo Chupacabras'.
Dice que le aconsejaron llamar al museo de San Antonio para averiguar de qué especie se trataba realmente y que le habían dado una respuesta que no creyó.
'Me dijeron que se trataba de un yaca, que estaba prohibido tenerlo y más aún, que estaba prohibido matarlo, porque era una especie en peligro de extinción. Eso me indicaba que yo había cometido un delito por ignorancia', afirma.
Este supuesto error, el poco crédito que le han dado los vecinos a la teoría del yaca, sumado a su bajo estado de ánimo, se han confabulado para que hasta el momento no lleve el ejemplar al museo, manteniéndolo todavía en su domicilio, sin saber si aquel animalejo tiene algún parentesco con el temible chupacabras.
En la apacible localidad de El Totoral muchos aseguran que en la casa de este hombre se mantiene al bebé del Chupacabras en un frasco. Algunos hablan de un feto, pero nadie da crédito a la versión de los funcionarios del museo.
José Luis Brito, conservador del Museo de San Antonio, al ver las imágenes del frasco, aseguró a Diario El Líder que efectivamente se trataba de un ejemplar de yaca.
'Efectivamente es una yaca (Thylamys elegans), un marsupial, es decir, las hembras poseen una bolsa o marsupio para sus crías, similar a los canguros', especificó el defensor de la fauna silvestre.
Según explicó, este es el único marsupial que habita en la zona central y que está protegido por la Ley de Caza, ya que se encuentra en peligro de extinción.
Dijo que todavía quedan algunas de estas especies en El Totoral, en la Quebrada de Córdova, la del Tricao, El Sauce y lugares donde se conserva bosque nativo. 'Son animales nocturnos de ojos y orejas grandes, orejas grandes y pelaje aterciopelado totalmente inofensivos para el hombre, y pese a su similitud, no son roedores, es decir, no están ni cercanamente emparentados con los ratones'.
Brito aprovechó la oportunidad de hacer un llamado a la comunidad para cuidar a los yacas.
'Quienes encuentren este tipo de marsupiales nativos chilenos no deben dañarlos. Si dudan o lo confunden con un roedor deben preguntar antes de dañarlos, porque son criaturas de la evolución increíbles', solicitó el conservador del museo. J
'Habían plumas