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El maestro que lleva 50 años dedicado a las ollas a presión

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En el portamaletas del auto de Ulises Salcedo Ahumada (57) no hay maletas como podría pensarse, pero sí una gran cantidad de repuestos de ollas. Hay manillas, válvulas de seguridad, gomas blancas, gomas negras, herramientas varias, tapas, cajas de cartón con mangos plásticos, envases con tornillos, pernos, tuercas, entre muchas otras cosas. Debajo de todo ese revoltijo de elementos, hay una especie de carro de fierros ya oxidados y ruedas gastadas. Ese es el más fiel compañero de este "maestro" especialista en la reparación de ollas a presión en San Antonio.

"Si este carro hablara, jajajaja", comenta sonriente mientras lo saca de su lugar y lo equipa con una serie de bolsos, repuestos, tapas y muchas cosas más. Pronto saldrá a cumplir con la rutina que hace más de 50 años es parte principal de su vida: salir por los barrios a ofrecer sus servicios de reparación de estos utensilios comunes en muchas cocinas de la ciudad.

Ulises saca una llave desde su uniforme negro y azul donde en letras rojas se lee: "Ollas a presión Ulises", su identificación, y acomoda la manilla de una olla en plena calle. Es que la vereda, la acera son su taller de trabajo, donde ha pasado la mayor parte de su vida. Y cuando decimos la mayor parte es efectivamente la mayor parte.

De entrada Ulises Salcedo desafía: "¿cuántos años crees que llevo en esto?

-No sé, me imagino que unos 30 -me aventuro a responder.

Ulises expresa una amplia sonrisa, con algo de satisfacción detrás. "No, llevo 50 años en esta pega. 50 años".

-¿Cuántos crees?, vuelve a preguntar siguiendo la jugarreta.

-Sí poh, comencé a los 6 años en esta peguita. A esa edad me sacó mi papá a la calle a acompañarlo. Eran otros tiempos…

Ahora noto algo de melancolía en el rostro de Ulises quien responde: "es que había que hacerlo nomás".

Y aquí está en San Antonio. Con el auto lleno de repuestos y con varias ollas a profesión para entregar.

Veo una olla Marmicoc. Luce antigua, oxidada, con los plásticos gastados y sin una manilla. Por su aspecto parece que no la hubieran usado hace más de 10 años, quizás más. Yo esa olla la boto, le digo a Ulises.

"No, si esta es Marmicoc de las antiguas. Es de las buenas y por eso la gente las repara y las continúa utilizando. Mira, esta la reparo entera y después la limpio y pulo. La entrego limpiecita a tal punto que cuando la entrego, las dueñas no las reconocen. Me dicen: oiga maestro, pero esta no es mi olla, jajaja. Es que quedan como nuevas. Ah y ojo que hago toda la pega aquí en la calle. Nada de llevarme las ollas para la casa", relata.

Ulises dice: "mira, tengo esta ollita, toma el tiempo y fíjate como la voy a dejar".

Efectivamente, el maestro saca desde el portamaletas de su auto una antigua olla a presión de esas antiguas, de esas que tienen un mango largo y va asegurada por abajo. Ulises Salcedo, le saca el viejo mango desatornillando el perno trasero; lo deja a un costado y saca uno nuevecito de paquete. Ya. No le tomó más de unos minutos. Sigue con una manilla nueva y después chequea la válvula principal. Nota que está bien y la limpia. Reemplaza la válvula de seguridad que es una especie de goma que se pone por debajo de la tapa y que tiene la función de soltarse cuando la olla excede en la presión.

Más tarde la cambia la goma que va en el borde de la olla y finalmente la prueba. Para eso sopla con todas sus fuerzas por la válvula principal.

-Con la olla cerrada y al soplar uno se da cuenta si sale el aire. A esta le sale por todos lados, hay que encuadrarla.

Entonces Ulises toma una especie de punto y con un martillo va acomodando la tapa. La vuelve a probar hasta que quede perfectamente cerrada. Una vez hecho eso le pasa una virutilla de metal y la vieja olla a presión recupera el brillo original que debió haber tenido hace 10 años o quizás 20, quién sabe. Pero de que estaba vieja… estaba vieja.

"Ya -dice Ulises- cuánto me demoré".

"Y no es que sea personalista ni mucho menos, pero yo soy el único que hago esta pega en San Antonio. Aquí hay algunas personas que sólo venden los repuestos, pero no arreglan las ollas. En cambio, yo voy a su casa, hago la pega rápido y más encima cobro baratito ¿qué mejor?", dice.

Y ahí salta al ruedo el carro de fierro. El maestro ocupa el carro para recorrer las poblaciones de este puerto ofreciendo su trabajo. Toca la puerta de las casas y ofrece sus servicios. Dice que le va bien en esta ciudad, que la gente ya lo conoce y que siempre encuentra sus peguitas por ahí.

"Desde chico que mi padre me dijo cómo ofrecer los servicios. Hay que estar bien paradito, mirando de frente y alto. Nada de apoyarse en las rejas y menos tomarse confianzas. Hago bien mi pega, así en un tiempo más me vuelven a llamar", comenta.

-Bueno diría que sí. Pero yo me doy vueltas por todas partes. Voy de Calama hasta Puerto Montt.

-Sí. Conozco todos los pueblos para el norte.

-Me voy en mi auto y voy parando en todas ciudades y pueblos que me encuentro en el camino. Ovalle, Monte Patria, Combarbalá. Después, Coquimbo, La Serena, Andacollo. Más al norte me tiro a Vallenar, Copiapó, Antofagasta hasta llegar a Calama.

-Sólo voy con algunas cosas. Mire, el sistema es el siguiente. Cuando me faltan cosas hago el pedido en Ovalle para que la encomienda me llegue a Coquimbo. Después en Copiapó, dependiendo de cómo me vaya, pido más cosas para retirarlas en Antofagasta y así me doy vuelta.

-Después de al menos 4 meses. De aquí para el norte me voy deteniendo en todos los lugares de la carretera a la cordillera. De regreso hago lo mismo, pero de la carretera al mar.

-jajaja. Eso no se cuenta jajaja. Mire, he llegado hasta Puerto Montt, pero no es lo mismo. Una vez en Valdivia me metí a una villa bien bonita y pensé que me iba a ir bien. Pero en toda la tarde vendí una goma, una sola goma. En otra ocasión, en Osorno, ofrecí repuestos y la dueña de casa me dijo: ¿qué es eso? Y ahí me di cuenta de que no las utilizan mucho.

-Lo que pasa es que para el sur utilizan las cocinas a leña. Entonces las señoras pueden tener con fuego toda la tarde la olla. No les importa cocinas algo por 2 ó 3 horas. En el norte se usa más el gas.

Ulises Salcedo dice que es de familia de reparadores de olla. "Somos seis hermanos y todos nos dedicamos a lo mismo. Claro que unos están en Santiago y otros en Iquique. No nos topamos mucho, alcanza para todos, jajaja".

-Ojalá. Siempre cuando veía la sección nuestra gente de Diario El Líder decía ¿cuándo me va a tocar a mí? Y ahora se hizo, con eso estoy feliz. J

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El maestro que lleva 50 años dedicado a las ollas a presión

Sócrates Orellana

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En el portamaletas del auto de Ulises Salcedo Ahumada (57) no hay maletas como podría pensarse, pero sí una gran cantidad de repuestos de ollas. Hay manillas, válvulas de seguridad, gomas blancas, gomas negras, herramientas varias, tapas, cajas de cartón con mangos plásticos, envases con tornillos, pernos, tuercas, entre muchas otras cosas. Debajo de todo ese revoltijo de elementos, hay una especie de carro de fierros ya oxidados y ruedas gastadas. Ese es el más fiel compañero de este 'maestro' especialista en la reparación de ollas a presión en San Antonio.

'Si este carro hablara, jajajaja', comenta sonriente mientras lo saca de su lugar y lo equipa con una serie de bolsos, repuestos, tapas y muchas cosas más. Pronto saldrá a cumplir con la rutina que hace más de 50 años es parte principal de su vida: salir por los barrios a ofrecer sus servicios de reparación de estos utensilios comunes en muchas cocinas de la ciudad.

Ulises saca una llave desde su uniforme negro y azul donde en letras rojas se lee: 'Ollas a presión Ulises', su identificación, y acomoda la manilla de una olla en plena calle. Es que la vereda, la acera son su taller de trabajo, donde ha pasado la mayor parte de su vida. Y cuando decimos la mayor parte es efectivamente la mayor parte.

De entrada Ulises Salcedo desafía: '¿cuántos años crees que llevo en esto?

-No sé, me imagino que unos 30 -me aventuro a responder.

Ulises expresa una amplia sonrisa, con algo de satisfacción detrás. 'No, llevo 50 años en esta pega. 50 años'.

-¿Cuántos crees?, vuelve a preguntar siguiendo la jugarreta.

-Sí poh, comencé a los 6 años en esta peguita. A esa edad me sacó mi papá a la calle a acompañarlo. Eran otros tiempos…

Ahora noto algo de melancolía en el rostro de Ulises quien responde: 'es que había que hacerlo nomás'.

Y aquí está en San Antonio. Con el auto lleno de repuestos y con varias ollas a profesión para entregar.

Veo una olla Marmicoc. Luce antigua, oxidada, con los plásticos gastados y sin una manilla. Por su aspecto parece que no la hubieran usado hace más de 10 años, quizás más. Yo esa olla la boto, le digo a Ulises.

'No, si esta es Marmicoc de las antiguas. Es de las buenas y por eso la gente las repara y las continúa utilizando. Mira, esta la reparo entera y después la limpio y pulo. La entrego limpiecita a tal punto que cuando la entrego, las dueñas no las reconocen. Me dicen: oiga maestro, pero esta no es mi olla, jajaja. Es que quedan como nuevas. Ah y ojo que hago toda la pega aquí en la calle. Nada de llevarme las ollas para la casa', relata.

Ulises dice: 'mira, tengo esta ollita, toma el tiempo y fíjate como la voy a dejar'.

Efectivamente, el maestro saca desde el portamaletas de su auto una antigua olla a presión de esas antiguas, de esas que tienen un mango largo y va asegurada por abajo. Ulises Salcedo, le saca el viejo mango desatornillando el perno trasero; lo deja a un costado y saca uno nuevecito de paquete. Ya. No le tomó más de unos minutos. Sigue con una manilla nueva y después chequea la válvula principal. Nota que está bien y la limpia. Reemplaza la válvula de seguridad que es una especie de goma que se pone por debajo de la tapa y que tiene la función de soltarse cuando la olla excede en la presión.

Más tarde la cambia la goma que va en el borde de la olla y finalmente la prueba. Para eso sopla con todas sus fuerzas por la válvula principal.

-Con la olla cerrada y al soplar uno se da cuenta si sale el aire. A esta le sale por todos lados, hay que encuadrarla.

Entonces Ulises toma una especie de punto y con un martillo va acomodando la tapa. La vuelve a probar hasta que quede perfectamente cerrada. Una vez hecho eso le pasa una virutilla de metal y la vieja olla a presión recupera el brillo original que debió haber tenido hace 10 años o quizás 20, quién sabe. Pero de que estaba vieja… estaba vieja.

'Ya -dice Ulises- cuánto me demoré'.

'Y no es que sea personalista ni mucho menos, pero yo soy el único que hago esta pega en San Antonio. Aquí hay algunas personas que sólo venden los repuestos, pero no arreglan las ollas. En cambio, yo voy a su casa, hago la pega rápido y más encima cobro baratito ¿qué mejor?', dice.

Y ahí salta al ruedo el carro de fierro. El maestro ocupa el carro para recorrer las poblaciones de este puerto ofreciendo su trabajo. Toca la puerta de las casas y ofrece sus servicios. Dice que le va bien en esta ciudad, que la gente ya lo conoce y que siempre encuentra sus peguitas por ahí.

'Desde chico que mi padre me dijo cómo ofrecer los servicios. Hay que estar bien paradito, mirando de frente y alto. Nada de apoyarse en las rejas y menos tomarse confianzas. Hago bien mi pega, así en un tiempo más me vuelven a llamar', comenta.

-Bueno diría que sí. Pero yo me doy vueltas por todas partes. Voy de Calama hasta Puerto Montt.

-Sí. Conozco todos los pueblos para el norte.

-Me voy en mi auto y voy parando en todas ciudades y pueblos que me encuentro en el camino. Ovalle, Monte Patria, Combarbalá. Después, Coquimbo, La Serena, Andacollo. Más al norte me tiro a Vallenar, Copiapó, Antofagasta hasta llegar a Calama.

-Sólo voy con algunas cosas. Mire, el sistema es el siguiente. Cuando me faltan cosas hago el pedido en Ovalle para que la encomienda me llegue a Coquimbo. Después en Copiapó, dependiendo de cómo me vaya, pido más cosas para retirarlas en Antofagasta y así me doy vuelta.

-Después de al menos 4 meses. De aquí para el norte me voy deteniendo en todos los lugares de la carretera a la cordillera. De regreso hago lo mismo, pero de la carretera al mar.

-jajaja. Eso no se cuenta jajaja. Mire, he llegado hasta Puerto Montt, pero no es lo mismo. Una vez en Valdivia me metí a una villa bien bonita y pensé que me iba a ir bien. Pero en toda la tarde vendí una goma, una sola goma. En otra ocasión, en Osorno, ofrecí repuestos y la dueña de casa me dijo: ¿qué es eso? Y ahí me di cuenta de que no las utilizan mucho.

-Lo que pasa es que para el sur utilizan las cocinas a leña. Entonces las señoras pueden tener con fuego toda la tarde la olla. No les importa cocinas algo por 2 ó 3 horas. En el norte se usa más el gas.

Ulises Salcedo dice que es de familia de reparadores de olla. 'Somos seis hermanos y todos nos dedicamos a lo mismo. Claro que unos están en Santiago y otros en Iquique. No nos topamos mucho, alcanza para todos, jajaja'.

-Ojalá. Siempre cuando veía la sección nuestra gente de Diario El Líder decía ¿cuándo me va a tocar a mí? Y ahora se hizo, con eso estoy feliz. J

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