Autoengaño: así empieza un gran mentiroso
Mentirse a sí mismo, o bien, autoengañarse, es el primer paso para luego convertirse en un engañador imparable. Los que se autoengañan, según un estudio que se publicó en la revista Plos One, posteriormente tienen la capacidad, y el vicio, para engañar al resto.
El autoengaño, que es uno de los rasgos más frecuentes del ser humano, es negar la realidad objetiva que le compete a uno. Y es el primer germen del metiroso compulsivo. Así lo comprobó esta investigación que tomó a un grupo de universitarios que recién habían entrado a la universidad y les hizo una prueba para medir sus talentos potenciales para engañar.
A cada estudiante le pidieron que se pusiera una nota. Y luego cada cual debía poner una nota a los otros compañeros. El resultado fue que aquellos que se pusieron a sí mismos las notas más altas, eran, finalmente, a quienes el resto también les puso las notas más altas, independiente de su valía real.
La explicación de esto, señala Eleonora Dose, líder de la investigación, es "la asociación importante que hay entre los niveles de autoengaño y la capacidad para engañar a los demás". El autoengaño convence. Y genera arrastre. El que se engaña puede convertirse en un fabuloso artista de la mentira. Un mentiroso de jerarquía, sin defectos.
A la vez que aquel que, por el contrario, se cree inferior, logra contagiar con esa idea al resto. Y al inferior, en el test, lo evaluaron pésimo. Nadie confía en un mequetrefe. La proporción es evidente: los que se sobrevaloran son sobrevalorados. Y los que se miran hacia abajo, los infravalorados, transmiten esa sensación al resto y son avasallados. Los expertos explican que todo esto ocurre porque la mentira tiene una fuerza muy grande. Y su poder hipnótico pasa por encima de cualquier persona confiada. J
