Buscando el sueño americano llegó a Ecuador y conoció a la mujer que le cambió la vida
Era el año 1986 y Oscar Silva Hernández había hecho una gran campaña en San Antonio Atlético. Confiado en su talento y capacidades como lateral, tanto por la banda derecha como por la izquierda, decidió partir a probar suerte al Bolívar, conjunto boliviano que por esos años era dirigido por el chileno Andrés Prieto, ex delantero de Universidad Católica y hermano del gran defensa central Ignacio Prieto.
Silva, por ese año, estaba empecinado con abandonar nuestro país con la idea de buscar un mejor porvenir. Es que la situación económica no era muy buena y no veía un buen futuro en San Antonio.
Así fue como emprendió el viaje hasta La Paz por tierra. "No tenía nada de plata, así que me fui con la pura fe de que había un chileno dirigiendo al equipo y que me ayudaría en mi carrera como futbolista".
Al llegar al club, Oscar Silva se encontró con la sorpresa de que el estratega nacional no quería a ningún compatriota vistiendo los colores de "La Academia".
"Me tuve que devolver no más. No me quedó otra, pero volví decidido a irme del país, porque sabía que acá no iba a lograr nada", comenta.
Durante lo que quedaba de 1986, Silva Hernández trabajó por aquí y por allá para juntar unos pesitos que lo llevaran a realizar el tan querido sueño americano.
"Volar en avión ni imaginarlo. Partí en bus nomás hasta el norte. Ahí conocí a mucha gente y en Perú me hice amigo de un ecuatoriano. Viajamos juntos hasta Guayaquil, pensando que iba de paso, porque yo quería llegar a Estados Unidos", detalla.
Pero ese "de paso" se extendió durante 11 años y pese a que le costó aclimatarse a los más de 35 grados de calor que hacían en invierno, sí en invierno, Silva se las rebuscó para hacer trabajar sus manos en la artesanía.
"Era paradójico, porque en verano hacía menos calor que en invierno. Cuesta acostumbrarse a la temperatura y a la humedad, pero sabía que eso no podía ser un impedimento para ganarme la vida. Así que comencé a trabajar en artesanía con cobre. Hacía ventanas y también las hice de vendedor", recuerda ahora, en su casa de Placilla.
A medida que pasaban los días en el caluroso Ecuador, este sanantonino comenzó a conocer gente y llegó al grupo de chilenos que por esos años seguían exiliados.
"Había una calle en donde estaban todos los chilenos. Era la 9 de Octubre. Allí compartíamos y recordábamos nuestro Chile, hasta que un día conocí a mi mujer", explica este patiperro.
EL GALÁN CHILENO
Elvia Castillo Andrade era auxiliar de contabilidad y trabajaba en uno de los tantos edificios que componen Guayaquil. Ella había perdido a sus padres a muy corta edad y diariamente se rodeaba de sus hermanos y amigos.
"Mientras caminaba por la avenida 9 de Octubre conocí a Oscar. Era muy amable, caballero, muy trabajador y lo sigue siendo", agrega.
Así esta pareja de jóvenes comenzó a vivir un romance que se extiende hasta nuestros días, pero que hace algunos años se escribe en San Antonio.
"No fue fácil venirse a vivir a Chile. Yo iba a dejar a mi familia por él y me había dicho que acá las cosas no estaban muy buenas. Dudé mucho, pero a veces el amor es más fuerte", dice la enamorada.
Oscar y Elvia ya eran padres de Katherine (25) cuando decidieron continuar con este amor en Chile. La melancolía y la familia fueron los detonantes para que Oscar quisiera regresar a su San Antonio, pero también un conflicto laboral terminó por confirmar lo que él añoraba desde hace un tiempo.
"Trabajaba en una finca como capataz. Eran como 10 hectáreas que estaban a cargo mío. Con el dueño teníamos una excelente relación, nunca lo vi como un jefe, porque éramos amigos. El problema fue cuando él metió al negocio a su primo y él pasó a ser mi jefe. Yo ganaba bien y mi trabajo sabía cómo hacerlo de buena manera. Pero el primo de mi amigo quiso mandarse las partes, como se dice, y echó a perder una importante siembra", recuerda.
La mala relación con el familiar de su jefe terminó con el quiebre definitivo en su trabajo y decidió comprar los pasajes en bus con destino a Chile.
Así, hace 18 años, esta pareja junto a su hija llegaron a la comuna para iniciar una nueva etapa en sus vidas, pero no sería nada de fácil para Elvia, quien tras toda una vida disfrutando de las altas temperaturas ahora le tocaba convivir con el frío y los vientos sanantoninos.
"El primer año lloraba mucho, porque extrañaba a mi familia y no me acostumbraba al clima. Hace mucho frío y en comparación con Guayaquil todo anda más lento. Una vez me levanté a eso de las 6 de la mañana para ir al mercado, porque a esa hora abren allá, y resulta que cuando llegué estaba todo cerrado y me dicen que abría a las 9.30", cuenta Castillo en una de las tantas anécdotas que le han ocurrido en la ciudad puerto, como cuando fue tratada de "ordinaria" por uno de los comerciantes de Centenario.
"Fui a comprar y le pregunto cuánto es. Él me dice que tres mil pesos y algo. Y yo le dije cuánto es el pico. Me quedó mirando y me dice 'señora por favor no diga esas cosa, no sea ordinaria'. Le dije por qué me dice eso si le quiero pagar el pico de la cuenta. A los minutos le expliqué qué pico era ese 'y algo' que él me decía", rememora entre risas.
Ahora esta mujer, profesora de religión, pertenece a la Agrupación Social y Cultural Migrantes Unidos de San Antonio, entidad que busca reunir a todos los extranjeros que residen en nuestra comuna con el fin de "ayudarnos, sobre todo a los que no lo están pasando bien".
"Nos juntamos todos los segundos sábado de cada mes en el salón de la iglesia de Barrancas. Y este sábado tenemos un bingo para reunir fondos", agregó.
El evento que se realizará hoy, a las 19.30 horas, tiene un valor de dos mil pesos y se realizará en el colegio Movilizadores Portuarios, donde el sabor y la candela ecuatoriana estarán garantizados. J