Franco Segovia: "Quiero que mi hijo tenga todo lo que yo no tuve"
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La vida de Franco Andrés Segovia Vergara comienza en la comuna de La Florida. Allí sus padres, María Teresa y Luis Andrés, llevaban una vida como cualquier familia. La pareja veía en sus hijos el único aliciente para luchar contra los problemas económicos.
Franco era el menor de tres hermanos. Al actual volante de San Antonio Unido lo antecedían Katherine y Diego.
Como el menor de los hijos, Franco se había convertido en el regalón de la familia.
Sin embargo, la cotidianeidad de los Segovia Vergara se rompió el fatídico año de 1993. Luis Segovia se desplomó en su casa y pese a los innumerables intentos que hizo un vecino doctor para revivirlo, la muerte había cobrado su primera víctima en esta modesta familia.
Por ese entonces, Franco tenía 5 años y pocos recuerdos tiene de esa noche en la que vio por última vez a su padre, rodeado de gente y durmiendo en un sueño profundo.
"Me recuerdo que toda mi familia estaba muy triste. Yo como era tan niño no asimilaba lo que estaba pasando. Me acuerdo que yo jugaba con mis amigos de esos años. Corríamos por todos lados. Nunca me di cuenta de lo que pasaba hasta que pasaron los años y me hizo mucha falta mi papá", rememora el volante.
Desde ese día en adelante, la vida para María Teresa cambió por completo. Con tres niños a cuestas y una casa por mantener, la madre de Franco Andrés no sólo trabajaría todo el día, sino también se las ingeniaría para cumplir el sueño del menor de sus hijos.
"Hablar de mi mamá es complicado, porque uno se emocionada por todo lo que hizo por nosotros. Cuando murió mi papá, ella no paraba de trabajar, porque quería lo mejor para nosotros. A veces no teníamos qué comer, pero ella siempre hacía algo para que por último nos tomáramos una sopita antes de ir al colegio. Vendía cosas, lavaba la ropa de los clubes de barrios, entre otras cosas", recuerda Segovia.
El FÚTBOL
A medida que pasaban los años, Franco comenzó a demostrar un talento único para jugar al fútbol. En un comienzo jugaba como delantero en los clubes de su barrio. Así fue como llegó a probarse a una filial de Colo Colo ubicada en la comuna de La Florida.
"Tenía un primo que estaba jugando en el Colo y a mí me daba envidia, porque también quería ir a jugar a allá. Un tío me ayudó y me inscribí. Estuve un mes pagando como 25 mil pesos y después me becaron porque me encontraron bueno para la pelota", detalla.
Por primera vez, Segovia saldría de su barrio y se encontraría con una realidad totalmente diferente a la que él pertenecía.
Es que para jugar en las canchas polvorientas, en la que hacía de las suyas, sólo hacían falta un par de zapatillas, cualquiera que fueran, porque para él no importaba nada más que el viejo balón que compartían con sus amigos.
"Llegué al entrenamiento por primera vez y veía a todos los demás niños con sus zapatos nuevos y a mí me daba vergüenza, porque yo ni si quiera tenía. Sabía que mi mamá hacía grandes esfuerzos para que viviésemos lo mejor que se podía con mis hermanos", cuenta el mediocampista, quien reconoce que los problemas económicos fueron un problema para desarrollar amistades.
"Yo no hablaba mucho, me costaba relacionarme con mis compañeros. No había un problema con los demás, era yo que sentía un poco de vergüenza por no tener unos zapatos buenos. Pero me dediqué a jugar y luego de un par de meses me llevaron al estadio Monumental a entrenar", dice orgullo.
Es que si a lo mejor era un tanto introvertido, Franco Segovia prefería hablar dentro de la cancha.
Así fue como el equipo de Colo Colo mandó a llamar al delantero para que se sometiese a un entrenamiento para nivelarlo.
"Era un centro de perfeccionamiento donde iban los mejores jugadores de las escuelas de Colo Colo, pero nunca me sentí cómodo. Siempre me sentía disminuido, porque había gente que tenía mucha plata. Así que preferí irme", detalla el volante, quien luego partiría a los cadetes de Cobreloa.
Tras tres años en los Zorros del Desierto, tomó rumbo a Audax Italiano.
Ahí llegó también a cadetes, pero luego de un par de meses subió al primer equipo el 2008. Raúl Toro era entrenador de los "Tanos" en ese entonces, uno de los mejor planteles de aquel año y que contaba con figuras como Fabián Orellana, Carlos Villanueva y Marco Medel, entre otros.
"Era un equipo muy competitivo, tuve la suerte de ser citado un par de veces y participar en la Copa Sudamericana. Pero en general, no me tenía muy considerado el profe. Más encima el club hizo un convenio con una agencia de representantes de jugadores y trajeron a dos brasileños, que según me contaron después, tenían la pura nacionalidad, porque eran buenos para carretear y malos para jugar", cuenta entre risas.
- Creo que faltó tener más personalidad. Desde niño que he sido muy humilde y me ha costado tener esa personalidad que a veces a uno le falta y al argentino le sobra. Ellos se creen el cuento y los demás les creemos. Eso me falta creerme el cuento.
-Siempre cuesta, pero sabía que necesitaba jugar demostrar que soy bueno para la pelota. Ese San Antonio Unido era muy distinto al de hoy. Con suerte teníamos jugadores para ir a los partidos. Hoy somos profesionales y eso se demuestra en la plantilla. Hay jugadores que tienen harto recorrido.
EL HOMBRE DE LOS ASCENSOS
Luego de una temporada en el cuadro lila, Franco Segovia se fue a Magallanes. Ahí, como él mismo cuenta, llegó "porque había una prueba de jugadores. Fuimos con un amigo y quedamos".
"Teníamos un gran equipo y ahí fue cuando conocí a Junior Fernández y salimos campeones de la Tercera División A, lo que nos permitió subir a la Primera B", describe.
-Después te fuiste a Barnechea
-Sí. Ahí estuve con el profe Mario Salas, quizás uno de los entrenadores más motivantes que tuve. Con él también ascendimos a la Primera B. Además jugué con Patricio Rubio (hoy en Universidad de Chile) Es un excelente jugador por eso está donde está.
-Es verdad. Muchas personas creían eso y se lo dijeron varias veces a mi madre. Pero ella nos educó para niños de bien. La vida no me ha tocado fácil. Pero hay veces que Dios te premia. Estoy pasando por un buen momento en lo futbolístico y ahora soy padre.
-Sí, es complicado, pero cada vez que entreno y juego lo hago por Ángel, mi hijo. Cuando volví al SAU decidí comprar una casa para mi hijo y para la mamá de él (Paola). A veces no lo puedo ver todo lo que yo quisiera para ahorrar plata para la casa. Pero quiero que él tenga lo mejor, todo lo que a lo mejor yo no tuve. J
