Abuelita que pedía una cocina comprobó cariño sanantonino
La triste historia de la abuelita de la población 30 de Marzo que pedía una cocina no dejó indiferente a los sanantoninos que se movilizaron rápidamente para ir en su ayuda.
El esperado artefacto llegó la tarde de ayer en una camioneta de Puerto Central, quienes gestionaron la nueva cocina por iniciativa de sus trabajadores.
pura emoción
La señora Lidia Campos había llegado recién a su casa, presentía que el Viejito Pascuero se adelantaría este año. Estaba en la casa de una sobrina para que le leyeran el diario y saber cómo había salido la nota que protagonizaba el día jueves. Supo que había conmovido a los sanantoninos.
Los dos trabajadores de la empresa, Patricia Leiva y Marcelo Huala, se presentaron y le dijeron cual era el propósito de su visita. De seguro la jubilada ya lo había notado al ver la gran caja que cubría la cocina, pero de todos modos, le explicaron que su historia los impactó profundamente y que su carencia de años terminaba allí.
"Estábamos muy conmovidos por el drama de la señora Lidia", contó después Patricia Leiva, la viejita pascuera sanantonina.
"Hace tantos años que estaba sin una cocina y tenía mucha vergüenza de pedir, pero a veces no queda de otra", dijo Lidia visiblemente emocionada.
Sus manos tiritaban, no podía despegar los ojos de la nueva cocina. Blanca, de paquete y con ese olor a nuevo. Quién sabe qué cosas se imaginaba preparando allí la abuelita.
muy agradecida
"Con una pensión de ochenta mil pesos no alcanza para mucho y le agradezco a la gente, siempre cualquier cosa es muy bien recibida", dijo con lágrimas en los ojos. Luego, se pasó las manos por la frente y se contuvo las ganas de llorar.
En el transcurso de la semana, los trabajadores de la misma empresa le llevarán una válvula y el nuevo balón de gas. Además, se pondrán con un técnico que dejará todo funcionando a la perfección.
La triste historia de la abuelita Lidia Campos Silva, fue publicada este jueves en diario El Líder. Ella pedía una cocina para calentar agua y preparar comida.
La jubilada es cuidada por una de sus hijas, quien trabaja en Santiago de lunes a viernes, y su yerno, pero cuando ninguno de ellos está en su casa -la que está a sólo unos metros de la residencia de Lidia- debe esperar por horas para almorzar o tomar una sencilla taza de té. Sin embargo, esta dura carencia tiene los días contados. Todo gracias al corazón solidario de los sanantoninos. J
