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Otra vez lo mismo: moscas no dejan en paz a vecinos de Leyda

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Leyda, el pueblo rural que pertenece a la comuna de San Antonio, siempre ha tenido carencias por las cuales reclamar. Antes era el agua potable, hoy es la falta de alcantarillado y también la plaga eterna de moscas que acecha a las familias, especialmente en verano.

María Guzmán, dirigenta social de Leyda, dice que está cansada de los insectos que no dejan vivir tranquilos a los vecinos. "El tema de las moscas siempre ha sido un problema para nosotros", confirma.

Con María Guzmán entramos a la casa del matrimonio compuesto por Rosalindo Díaz (82) y Rosalía Osorio (82), donde junto a sus hijos Luis y María están almorzando una cazuela de pollo que tiene un rico aroma casero. Pero el apetito parece esfumarse cuando vemos que las moscas se posan a cada minuto sobre el borde del plato.

"Uno está comiendo y las moscas caen aquí. Es un problema de hace mucho tiempo y a nadie le importa", admite Luis, mientras su hermana María agrega que "muchos de nuestros familiares ya no nos visitan porque les molestan las moscas, esto es demasiado".

Guzmán es clara a la hora de responsabilizar a los planteles avícolas que funcionan en el sector de ser los culpables de esta situación. "Esto ya es insostenible, ya no se puede estar aquí", recalca esta mujer a la vez que hace esfuerzos para ahuyentar a las moscas que rondan su cara.

Estas personas acusan a las autoridades de no cumplir su misión de fiscalizar debidamente a las empresas que serían las que provocan los malos olores y la plaga de moscas. Tampoco quieren que se fumiguen las casas, ya que, según ellos, los pesticidas terminan generando un daño invisible para las familias del sector.

"El alcalde (Omar Vera) está enterado de esto; la solución es que inspeccionen como corresponde a la empresa y que analicen el trabajo de los inspectores porque aquí vienen ellos y dicen que está todo en regla", exige María Guzmán.

en la escuela

La profesora María Pardo, jefa de la Unidad Técnica Pedagógica de la Escuela Básica de Leyda, ratifica que las moscas han pasado a ser parte de la vida de los alumnos del establecimiento. "Hemos tenido que aprender a convivir con ellas", admite, mientras señala que deben esparcir insecticida en las salas para que los niños entren sin problemas a clases. La fumigación constante ha dejado a profesores con irritación en los ojos e intoxicaciones pasajeras. Algunos de ellos renunciaron abrumados por esto.

Junto con las moscas, el mal olor que se percibe en las tardes es otro de los reclamos de los vecinos de Leyda.

María Pardo pide que "se hagan valer los derechos de toda la gente" y que las empresas realicen una mantención exhaustiva de los procesos industriales de sus plantas avícolas.

clientes que se van

María Eugenia Martínez, dueña del restaurante La Naranja, ya cumplió 15 años trabajando en Leyda. Para ella, las moscas representan mermas económicas, ya que algunos clientes se van cuando perciben a uno de estos insectos cerca de sus mesas. "Me dejan todo servido y yo lo único que hago es perder por el hecho de las caídas de moscas; la gente se va y no me paga absolutamente nada", reconoce.

Y aunque esta comerciante ha habilitado varios sistemas para controlar la plaga de moscas, aún no ha logrado cumplir con su objetivo. "La solución es que el pueblo se mueva, que el pueblo haga algo", sostiene María Eugenia Martínez. A su lado, María Guzmán la apoya en su demanda. J

l Aunque el alcalde de San Antonio, Omar Vera, dijo que la Autoridad Sanitaria y las autoridades de Medio Ambiente son las encargadas de fiscalizar que en las plantas avícolas se cumplan todas las normas, se comprometió a iniciar las acciones que permitan que el municipio exija que los procesos de dichas empresas no perjudiquen a los vecinos.

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