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La historia de tres comerciantes cartageninos que dejan sus pies en la playa más popular del litoral

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Desde muy joven Mario Anabalón se dedicó al comercio. Durante los meses de invierno compraba algunos productos, los cuales comercializaba en su población. "La verdad es que no me iba mal, pero tenía que buscar algo qué hacer en verano", recuerda Mario. "Un día la señora Luisa Cajas me dijo si quería ir a trabajar con ella a la playa arrendando quitasoles. Ella falleció, pero yo seguí trabajando con sus hijos. Eso fue hace 32 años y desde esa vez jamás he dejado de trabajar un verano en Playa Grande", recalca este vecino de la población José Arellano que con el pasar de los años se convirtió en "El Rey de los Quitasoles".

Mario tiene un cariño muy especial por este balneario. Por eso cada vez que puede hace un alto en sus quehaceres diarios para darse un buen baño en el mar. "Todos los días, apenas tengo un tiempo, me pongo el traje de baño y me meto al agua... me gusta mucho Cartagena, por eso a pesar de lo sacrificado que es trabajar mientras todos disfrutan de sus vacaciones, yo no cambio este trabajo por nada", reconoce.

Desde el 15 de diciembre (comienzo de temporada de playas en el Litoral Central) Mario se traslada a Playa Grande para comenzar con el arriendo de quitasoles y carpas. "Llego a las 7.45 horas y me voy como a las 8 de la noche, cuando los salvavidas se retiran a sus casas. La idea es que esté a toda hora en la playa porque más de alguna vez me han jodido con los quitasoles y las personas se han ido sin devolverlos, por eso tengo que estar atento", relata.

"Hace dos años incursionamos con el arriendo de carpas y la verdad es que se volvieron toda una novedad porque son muy útiles, sobre todo cuando lo días están nublados. Siempre hay que buscar la novedad", agrega mientras no le saca los ojos de encimas a sus quitasoles ya arrendados.

Gracias a este trabajo Mario pudo sacar adelante a su familia, la cual es su mayor orgullo.

"Es cierto que los veranos los pasaba trabajando, pero al final todo tiene su recompensa. Mis hijos están grandes, son profesionales y eso me llena de orgullo", señala con satisfacción.

camionero

Hernán Hormazábal decidió dejar su trabajo como camionero, porque según él era mala la paga y estaba aburrido de los jefes. "Siempre quise ser independiente", reconoce.

Un día le ofrecieron venirse a Cartagena para vender maní y desde ese momento decidió quedarse para siempre en el balneario.

"Me enamoré de Cartagena, así que no pienso moverme de acá", asegura mientras lleva consigo más de 20 kilos a cuestas, entre baldes, pelotas, palmeras y helados.

Hernán llega a la playa a las 8 de la mañana y se va a su casa a las 9 de la noche, después de haber caminado más de 20 kilómetros diarios, entre Playa Grande y Ensueño, y de haberse tomado seis litros de Coca Cola.

"Sí, es agotador caminar todo el día, sobre todo con el calor, la arena y con 20 kilos en el hombro, pero a pesar de eso me gusta mucho lo que hago", cuenta.

"Estaba aburrido de trabajar con jefes, por eso decidí cambiar de rubro y aquí estoy trabajando hace quince años en la playa", comenta.

Hernán, también conocido como "El Bebé", asegura que le han ofrecido trabajar en distintas ciudades porque es muy buen vendedor, pero a pesar de las ofertas, él eligió a Cartagena.

"Acá me conocen todos, así que por nada me iría a otra ciudad. Cartagena es súper tranquila, a pesar de la gran cantidad de gente que llega en verano", cuenta Hernán, quien asegura que para abrazar el éxito en este rubro hay que tener paciencia.

"Muchas veces la gente llega apurada a la playa a pesar de estar de vacaciones y eso no está bien. Muchas veces me ha pasado que un niño está eligiendo un balde o una pelota y la mamá lo apura ,y yo le digo 'no se preocupe, yo tengo mucho tiempo para atenderlo. Con curaos no transo, pero sí con los niños'. Ahí la mamá se queda tranquila. Hay que ganarse a la clientela", reconoce con una sonrisa pícara.

Hernán asegura que el único requisito para trabajar en la playa es tener buen estado físico porque la mayoría de los comerciantes que trabajan en las playas anda con más de 20 kilos a cuestas. "Es agotador, por eso hay que tener buen estado físico. Acá se camina todo el día y con arena es mucho más cansador", indica.

"Muchos cabros, con tremendos físicos, han llegado los veranos a vender distintos productos, pero al poco rato se van muertos y jamás vuelven", agrega.

A pesar de todas las satisfacciones que tiene para Hernán trabajar sin jefes y al aire libre, su salud ha comenzado a pasarle la cuenta.

"Ya no me queda ni voz de tanto gritar y ni te cuento de los calambres que me dan en las noches, pero qué le vamos a hacer, esto me gusta y por ahora no me veo haciendo otra cosa tampoco", sentencia.

agotador

Víctor Acevedo lleva menos tiempo trabajando en Playa Grande. Él también reconoce lo agotador que es recorrer la playa una y otra vez, pero el verano es muy ventajoso para las personas que viven del comercio, por eso deja atrás los dolores de espalda y pies para salir a ganarse su sustento en la arena de Cartagena.

"La verdad es que me va bastante bien. Hay días en que me puedo hacer 45 mil pesos o más, pero no sé si seré capaz de trabajar el próximo año en esto", reflexiona.

"Tengo una platita ahorrada, así que estoy viendo la posibilidad de instalar mi propio negocio porque trabajar en la playa es muy agotador", afirma.

Antes de llegar a Cartagena, Víctor recorrió varias playas probando suerte. "Primero llegué a Algarrobo, después me fui a San Sebastián, pero finalmente me instalé en Cartagena. Incluso decidí venirme a vivir acá porque creo que es el mejor lugar para el comercio, sobre todo cuando el turista llega recién pagadito y está dispuesto a pagar", cuenta entre risas el vendedor de paletas, palas y palmeras, entre otros artículos y alimentos.

Estos tres comerciantes coinciden en asegurar que, a pesar de los prejuicios que muchas personas tienen con Cartagena, este es el mejor lugar para vivir y trabajar.

"En verano llega de todo en Cartagena. Gente trabajadora y otra no tanto, pero al final uno debe tratar con respeto a todos", recalca Mario. J

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