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La historia del trabajador que estuvo clínicamente muerto y que por milagro regresó a la vida

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Jaime Donoso Bustos estaba siendo operado de la cabeza cuando su corazón dejó de latir. De inmediato, el equipo médico del hospital Carlos Van Buren de Valparaíso se comunicó con su esposa, Nancy Godoy, para entregarle la lamentable noticia.

"Casi me morí cuando me llamaron para decirme que Jaime había fallecido. Quedé en shock", recuerda Nancy mientras amamanta a Emily, su hijita de cinco meses.

Pero a los pocos minutos Nancy recibió otro llamado que la dejó completamente helada. "Me llamaron nuevamente del hospital para decirme que mi marido había vuelto a la vida, que estaba vivo, pero la verdad es que yo, a esas alturas, ya no entendía nada", agrega la mujer.

El trabajador, de 40 años, estaba siendo intervenido quirúrgicamente producto que una tremenda paliza que recibió luego que un furioso hincha colocolino lo golpeara tras acusarlo del robo de su celular, el pasado 24 de noviembre en pleno centro de Llolleo. El delito nunca pudo ser comprobado porque carabineros jamás encontró el aparato entre las pertenencias de Donoso.

"Yo nunca he robado", dice Jaime tajantemente. "Mis papeles están limpios. Por eso nunca entendí lo que estaba pasando", agrega con dificultad, ya que el fuerte golpe que recibió en su cabeza lo dejó con graves secuelas que actualmente le impiden hablar con normalidad.

trabajo

Jaime adora a sus dos hijos, Vicente y Emily, y quiere lo mejor para ellos. Por eso trabaja sin descanso. De lunes a viernes realiza diversos pololitos como pintor y durante los fines de semana se desempeña como aparcador informal de autos en el centro de Llolleo. En eso estaba cuando fue brutalmente golpeado.

"Estaba parado afuera de una pensión que hay en Llolleo cuando un tipo muy enojado se acercó para decirme que yo le había robado el celular. Le repetí una y otra vez que yo no había sido y que no tenía su teléfono, pero estaba tan enojado que me dio un tremendo golpe en la cabeza y después de eso no me acuerdo de nada", relata, a más de un mes de la golpiza.

Nancy estaba a pocas cuadras de donde ocurrió el incidente, por lo que de inmediato le avisaron.

"Cuando llegué al lugar, el tipo todavía estaba golpeando al Jaime. Lo tenía en el suelo dándole patadas en la cabeza. Mi marido estaba lleno de sangre. Los carabineros me decían que me quedara tranquila porque sabían que él no era un ladrón. Mucha gente lo conoce en Llolleo y saben que es un hombre honrado y que cada vez que puede ayuda a las personas que trabajan en Llolleo a cargar sus cositas", afirma Nancy.

"Pero una de las cosas que más lamento es que mi hijo Vicente (4) vio todo y eso le ha traído hartos problemas porque para él fue muy fuerte ver a su papá en ese estado, sobre todo porque es su regalón y andan juntos para todas partes", añade la mujer.

Mientras Jaime ofrece esta entrevista, su hijo Vicente se acerca a su mamá y le dice: "¿mi papá estaba lleno de sangre, cierto mamá?".

"Sí, mi amor", le responde Nancy.

El pequeño Vicente sigue inquito y le lanza una nueva pregunta a su madre: "¿Mi hermanita se fue para otro lado para no ver a mi papá?, ¿cierto mamá?".

"Sí, mi amor", le vuelve a responder Nancy.

al hospital

Jaime iba semiinconsciente cuando una ambulancia lo trasladó hasta el hospital Claudio Vicuña, donde, increíblemente, sólo le diagnosticaron "heridas leves". Al otro día fue dado de alta.

Con el pasar de los días su estado de salud fue empeorando. Estuvo dos semanas sin poder comer debido a los fuertes dolores de cabeza que padecía.

"Lloraba de puro dolor. Estaba bajando de peso rápidamente porque ni siquiera podía comer por culpa de los dolores en la cabeza", cuenta Jaime.

"Un día me vino a visitar una tía y fue ella quien me llevó al hospital porque dijo que yo me estaba muriendo. Cuando llegamos me derivaron de inmediato a Valparaíso porque estaba grave", agrega.

Los exámenes realizados en el Van Buren arrojaron que producto del golpe que recibió en su cabeza a Jaime se le rompió una vena del cerebro y eso lo tenía a punto de morir.

"El doctor que me operó me dijo que si me hubiera demorado un día más estaría muerto porque era casi un milagro que yo hubiera sobrevivido dos semanas en mi casa sin atención médica", cuenta el aparcador.

"También me dijo que quedaría con graves secuelas al hablar porque mi cerebro estaba lleno de coágulos. En la operación me pusieron unos fierros en la cabeza y me extrajeron esos coágulos. Recién hace una semana fui dado de alta", manifiesta, mientras muestra la tremenda cicatriz que le dejó la operación.

trabajo

Jaime lleva más de un mes sin poder trabajar y eso lo tiene muy afectado, sobre todo porque su hijita Emily, de apenas cinco meses, deberá iniciar un tratamiento en su brazo derecho, luego que al momento de nacer sufriera la rotura de los ligamentos.

"A pesar de ser una guagua tan grande, la doctora que atendió a mi mujer no le quiso hacer cesárea, entonces para intentar sacar a la Emily la doctora le agarró su bracito tan fuerte que le rompió los ligamentos que la dejaron sin movilidad. Ahora debe comenzar un tratamiento que podría mejorar la lesión. Esta situación me tiene preocupado porque mi hija tiene que recibir este tratamiento cuanto antes, pero yo no tengo ni uno", confiesa Jaime con una cuota de amargura.

"Todo este tiempo mis hijos han podido comer gracias a la ayuda que me entregan unos tíos a los cuales les agradezco todo lo que han hecho por mi familia, pero yo necesito trabajar, ya que al estar tanto tiempo internado perdí todos las pegas que tenía. Mis hijos necesitan leche, comida y soy yo quien les proporciona todo eso", agrega.

Jaime está pensando en la posibilidad de entablar una demanda en contra de su agresor porque, según él, desde que sufrió la golpiza su vida dio un brusco giro.

"Me acusaron injustamente de algo que yo no hice y que jamás se comprobó. A pesar de registrar mis cosas y mis vestimentas carabineros no encontró el celular y al otro día yo estaba en libertad porque no hubo denuncia, pero qué pasa con la persona que me golpeó. Si hubieran revisados las cámaras de televigilancia que hay en Llolleo se habrían dado cuenta que yo no robé nada. Deben pensar que porque no tengo plata dejaré esto ahí, pero eso no puede pasar porque estuve a punto de morir por su culpa", enfatiza la víctima.

Segunda oportunidad

Este vecino de calle Los Vásquez, en Llolleo alto, sabe que no puede bajar los brazos, sobre todo porque tiene dos hijos que sacar adelante. "Cuando quise tener hijos decidí también hacerme cargo de ellos y eso es lo que voy a seguir haciendo a pesar de las dificultades".

"Cuando volví a la vida el doctor me dijo que a cada rato llamaba a mis hijos y que cuando me recuperé de la anestesia, lo primero que hice fue preguntar por ellos. Por eso mismo pienso que el de allá arriba no me quiere todavía porque tengo cosas pendientes acá en la Tierra. Mis hijos no pueden quedar solos", concluye. J

"Casi me morí

cuando me

llamaron para

decirme que

Jaime había

fallecido. Quedé

en shock",

Nancy Godoy,

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